La Revolución Industrial transformó radicalmente la sociedad y el modelo urbano, acarreando la aparición de una serie de problemas que hasta entonces no habían sufrido las urbes europeas. Los socialistas utópicos propusieron agrupaciones colectivas que pretendían dar solución a esta problemática. Vamos a dar un paseo por… estas utopías, analizando las teorías en las que se fundamentan y las soluciones arquitectónicas propuestas.
LA SOLUCIÓN SOCIALISTA A LOS PROBLEMAS DE LA CIUDAD INDUSTRIAL
La ciudad del siglo XIX presenta una velocísima transformación en su estructura, derivada de la sociedad capitalista e industrial. Nuevos usos y materiales se alían para crear novedosas edificaciones que conviven con las antiguas. Pero los problemas asociados a este hecho fueron si cabe más acuciantes, debido a la celeridad del cambio social y urbano.
La implantación de este modelo urbano conllevó un desmesurado crecimiento demográfico, produciendo grandes problemas de hacinamiento y dejando obsoletos los servicios urbanos de saneamiento y abastecimiento de agua. La clase obrera era la más afectada por esta situación, siendo amontonada en reducidos espacios, mal alimentada, con bajos salarios y condiciones laborales que frecuentemente rozaban la esclavitud.

La ciudad industrial se asoció a un foco de inmundicia tanto física como moral. Médicos, políticos y filósofos fueron los primeros en estudiar las condiciones de vida de esta población obrera e instaron a replantear la problemática urbana desde otros puntos de vista.
Ante esta situación, el socialismo utópico o comunismo crítico-utópico, pretendió dar respuesta a esta problemática mediante nuevas fórmulas de agrupación urbana.
ROBERT OWEN
El empresario y socialista utópico escocés, fue un reputado hombre de negocios con un altísimo salario que actuó de manera paternalista en la gestión de sus empresas y teorizó sobre la necesidad de crear nuevas formas de colonización. Owen consideraba que el trato humanitario a los trabajadores era un incentivo mucho más efectivo que la imposición de castigos o el aumento de salarios, mostrándolo de forma objetiva en la dirección de New Lanark. Su experiencia como empresario condicionó su pensamiento, el cual se plasmó posteriormente en la ciudad de New Harmony, en Estados Unidos.
NEW LANARK
En 1799, Robert Owen y otros socios compraron la fábrica de hilados New Lanark. El empresario escocés logró obtener el respeto de sus trabajadores, gracias a la implantación de medidas que mejoraban sus condiciones laborables y de vida, con especial hincapié en la mejora de la situación de los niños. Durante la crisis del algodón de Estados Unidos, se ganó definitivamente su confianza al mantener el sueldo de sus trabajadores durante los cuatro meses de paralización que sufrió la empresa.

En 1814, New Lanark salió a subasta, duplicando el valor por el que fue comprada. Owen se desentendió de sus socios y buscó como aliados a una serie de filántropos, instituyéndose él mismo como único director de la empresa. Los socios de Owen recibirían un interés anual del 5% del capital aportado por cada uno, mientras que los beneficios se dedicarían a mejorar la educación de los niños y las condiciones de vida de los obreros. Los socios aceptaron las condiciones imponiendo ciertos requisitos en la educación de los pequeños.
Esta fábrica de hilados se convirtió en una de las primeras empresas a nivel mundial en crear un ambiente de trabajo y unas condiciones de vida aceptables para la población trabajadora, demostrando el carácter práctico y paternalista de su director. Este aspecto fue resaltado por Friedrich Engels en 1880 cuando afirmó que “el comunismo de Owen se basaba en fundamentos puramente empresariales, digamos que era el resultado de cálculos comerciales. Siempre mantuvo este carácter práctico”.
NEW HARMONY
Con su ideología ya madura, el empresario escocés se trasladó a Estados Unidos, donde en 1825, compró la ciudad de Harmony, en Indiana. Owen la rebautizó como New Harmony e instaló una nueva comunidad que reflejó toda su filosofía.

La nueva población se establecería en una parcela cuadrada en la que se insertarían edificaciones cuadradas pensadas para una ocupación de 1.200 personas. Cada unidad se rodearía de unos 1.500 acres de terreno para cultivar. Un superintendente estaría encargado de supervisar las actividades comunitarias, las cuales se desarrollarían en la zona central de las unidades. Cada familia estaría integrada por un padre, una madre y dos hijos. Si la pareja tuviera más hijos, éstos deberían alojarse en una residencia diferente.
Tras dos años de funcionamiento, el proyecto de Owen en Estados Unidos fracasó, reportándole importantes pérdidas económicas a su fortuna personal.
CHARLES FOURIER Y EL FALANSTERIO
Durante el primer tercio del siglo XIX, Charles Fourier también intentó resolver la problemática de la ciudad industrial capitalista desde iniciativas socialistas. El francés redactó varios tratados científicos y filosóficos en los que proponía nuevos sistemas de agrupación colectiva con una nueva definición social, política y arquitectónica. El resultado de todo ello fue el falansterio, sistema de agrupación humana ideal.

Para Fourier el destino del hombre lleva inevitablemente a la asociación. Pero para acceder a esta asociación ideal, el hombre debía superar una serie de fases de perfeccionamiento hasta llegar a la “armonía”. Es en esta fase en la que el hombre se agruparía en falansterios, unidades productivas que ocuparían una legua cuadrada de suelo. Estas unidades serían totalmente autónomas y se coordinarían con otras unidades mediante una estudiada organización del territorio.
Uno de los primeros aspectos que destaca Fourier para la implantación del falansterio es la adecuada elección del entorno. Así, establece la necesidad de construirlo en una zona geográfica que permita implantar cultivos variados, rodeado de colinas y cercano a un curso de agua y un bosque. Además, debería ubicarse cercano a una ciudad grande, pero manteniendo una distancia tal que se evitaran las molestias por parte de la misma. Estos requisitos son muy similares a los que imponían los monjes cisterciences al terreno destinado a la implantación de sus monasterios. Por otro lado, los materiales empleados para la construcción del falansterio debían ser económicos, recomendando el empleo de la madera y el hierro.

La estructura arquitectónica del falansterio es simétrica y se organiza en torno a un patio central. El centro de esta estructura estaba destinada a algunas funciones comunitarias como comedor, bolsa, biblioteca, salas de reunión y de estudio. En el centro de este cuerpo se ubicaba la torre vigía, el telégrafo, las palomas mensajeras, el observatorio y la campana de ceremonias. Tras el cuerpo principal se situaba el patio de invierno, el cual se adornaría con plantas resinosas.
Las actividades ruidosas se ubicaban en una de las alas del falansterio. Talleres, carpinterías, herrerías, se situaban juntos y separados del resto de cuerpos, evitando molestias a los moradores. Así mismo, los espacios destinados a las actividades infantiles se emplazarían en este ala, al considerarlas Fourier igualmente molestas.
El otro ala se destinaba a residencia y hospedaje, de modo que se pudiera obtener un descanso óptimo. En este ala además, se encontraban las salas de baile y de reunión con extranjeros, de tal forma que los foráneos no interferían en las actividades y vida del falansterio.

Uno de los elementos más llamativos que Fourier introduce en su falansterio es la “calle-galería” o “peristilo continuo”. Este corredor comunicaba las diferentes zonas del falanterio en planta primera, permitiendo rápidos traslados entre las distintas zonas funcionales del edificio. Este peristilo se calentaba en invierno y se ventilaba en verano, aportando confort a todos los integrantes del falansterio. Como modelo, Fourier escogió la galería del Louvre, pero varió las luces y la altura.
Las teorías de Fourier chocaron frontalmente con las de Robert Owen, arremetiendo el francés contra el británico en varias ocasiones en la exposición de sus textos. Así, Fourier concluye que el británico ha cometido tres faltas capitales:
- Exceso de número: La unidad comunal de Owen es excesiva para el francés, el cual propone para su falansterio una ocupación de no más de 1.620 habitantes. Además, se buscará la heterogeneidad en el grupo, lo que favorecerá la armonía.
- La igualdad: Para el francés el régimen socialista es incompatible con la igualdad de fortunas, por lo que propone un sistema retributivo basado en acciones que dependerá de Capital, Trabajo y Talento, las tres facultades productivas de cada integrante del falansterio.
- La ausencia de la agricultura: Fourier critica la importancia dotada por Owen al carácter artesanal e industrial de sus comunidades. Así, aunque no rehuye de la industrialización, la somete a las funciones agrícolas del falansterio.
Pero más allá de estas diferencias, el francés deja entrever en varias ocasiones las diferencias religiosas que existentes entre ambos pensadores. Fourier ataca al británico de ateísmo e inmoralidad, y no deja de resaltar el importante papel que tendría el clero en el falansterio.
Tanto la propuesta utópica de Robert Owen como la de Charles Fourier fueron fundamentales al introducir las líneas maestras socialistas del siglo XIX y del pensamiento utópico del siglo XX. Y ambas fracasaron en un corto período de tiempo.