Hoy en mirar… analizaremos una pieza del arte mueble paleolítico, trasladando al lector a la franja cantábrica de nuestra península muchos milenios atrás. Esta región fue un corredor densamente poblado en el paleolítico superior, período del cual se han conservado piezas y espacios de una calidad excepcional.

Antes de comenzar a desarrollar los aspectos técnicos y artísticos de la pieza que nos ocupa me gustaría situar cronológicamente al lector, ya que cuando hablamos de paleolítico los períodos son lo suficientemente largos y alejados del ahora como para generar confusión. El bastón perforado objeto de estas líneas data del 12.000 BP, situándose por lo tanto muy cercano a la finalización del paleolítico, concretamente a finales del periodo denominado Magdaleniense.

La pieza se encontró a principios del siglo XX por el arqueólogo Hugo Obermeier en la Cueva de El Castillo, en Puente Viesgo, Cantabria. La rígida visión evolucionista de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, negaba al hombre paleolítico la capacidad artística e incluso técnica para la realización de ciertas obras. No obstante, la espectacularidad y belleza de algunas obras datadas en el Paleolítico Superior, hizo que el esquema tradicional historiográfico vinculara la aparición del arte con el hombre anatómico moderno de dicho período. Pero con ello se ha negado la posibilidad de manifestaciones artísticas al hombre del Paleolítico Inferior y Medio, lo que parece establecer una nueva rigidez evolucionista.
De la misma forma, se ha tendido a clasificar las categorías artísticas prehistóricas diferenciando dos campos fundamentales: el arte rupestre y el arte mueble. El primero abarca las manifestaciones realizadas en paredes y techos de cuevas, mientras que el segundo está conformado por el conjunto de objetos transportables, sean utilitarios o no, en los que es legible la intencionalidad artística de su creador, lo que ha devenido en una serie de convenciones clasificatorias.
Así, según Leroi-Gourham, el arte mueble se clasifica en útiles y armas, objetos de colgar y objetos religiosos. A su vez, el historiador francés, subdividió los útiles y armas según la duración o precariedad del objeto, lo cual condicionaba la decoración realizada en el objeto, siendo generalmente mucho más elaborada en los objetos previstos para una larga vida útil.
Los bastones perforados se encasillan dentro de los objetos de larga duración del grupo de útiles y armas. Así, no nos pasa desapercibido el esmero de su creador en la representación del cérvido, intentando adaptar la figura a la morfología del objeto, demostrando intencionalidad y pericia. Pero la pericia y sensibilidad artística no se detiene únicamente en la adaptación de la figura al soporte, sino que mediante los trazos el creador pretende dar más verosimilitud al ciervo representado, empleando un trazo más fino y menos profundo para los detalles y un trazo más profundo para el contorno. Además, esta intencionalidad artística se demuestra nuevamente en esta pieza mediante el uso de pasta roja para destacar la figura.
El material con el que se realizó estos objetos era asta de ciervo, a la que se le practicaba un orificio cerca de la percha, es decir, la zona de bifurcación de las cuernas. La elección del material responde claramente al tipo de sociedad cazadora y recolectora del Paleolítico. Ello es debido a que el agresivo medio en el que subsistían les obligaba a tener un profundo conocimiento de los recursos naturales que les rodeaban, y del aprovechamiento de los mismos.
Pero si existe un aspecto de los bastones perforados indeterminado y plagado de hipótesis, es su utilidad. Las hipótesis de uso que mejor acogida tuvieron, fueron las de bastón de mando, bastón mágico o totem. Fueron las primeras y otorgaban al objeto de un sentido simbólico, ritual o de distintivo social. Los principales retractores de esta hipótesis argumentaban fundamentalmente la dificultad de que la misma creencia o rito se practicara durante un tiempo tan prolongado y en una geografía tan extensa, ya que se han datado objetos de este tipo desde el Auriñaciense hasta el Magdaleniense por toda la geografía europea.
Otra hipótesis planteada fue la de objeto enderezador de azagayas, basada en estudios etnográficos de sociedades esquimales que utilizaban objetos similares a tal fin. Además, esta hipótesis se refuerza en la paulatina desaparición paralela de los bastones perforados y las azagayas.
Por otro lado, se planteó que el objeto pudiera estar destinado a propulsor, director de flechas o venablos. Así, el bastón perforado mantendría la dirección de la flecha o venablo durante el impulso de la misma. Los detractores argumentan problemas en la potencia del disparo, así como el golpeo entre propulsor y director al chocar el uno con el otro.
Por último, mencionaremos otras hipótesis postuladas como calibrador de venablos, trenzado y herramienta para hacer fuego.
Es posible que quizás nunca averigüemos la funcionalidad de esta pieza, aunque no podemos dejar de admirarnos por su belleza y por aquello que representa: la acción humana para expresar y comunicar mediante el lenguaje gráfico. Algo tan lejano y a la vez tan cercano.