Existe una figura en la Escuela de Chicago que destaca por su singular, genial y compleja personalidad. Se trata de Louis Sullivan, arquitecto cuya aportación es fundamental para comprender el devenir de la arquitectura estadounidense.
En un artículo anterior analizamos la obra de este arquitecto junto a su socio Dankmar Adler. Tras la disolución del equipo, Sullivan continuó su trabajo en solitario, reduciéndose drásticamente sus encargos. Pese a ello, erigió en Chicago un edificio que brilla con luz propia, el Carson Pirie and Scott. A lo largo de estas líneas, daremos un paseo por… sus obras chicagüenses en solitario, cerrando así, la serie sobre los primeros rascacielos de la ciudad de los vientos.
LOUIS SULLIVAN EN SOLITARIO
La depresión de 1893 golpeó duramente la construcción, provocando que la pareja se separara. Adler comenzó a trabajar para otra compañía, pero al cabo de un tiempo deseó reformar la sociedad con Sullivan. Este último, ya no estaba dispuesto, y continuó su carrera en solitario. Sin embargo, el carácter práctico de Adler era lo que Sullivan necesitaba para equilibrar su genio temerario, y sus encargos disminuyeron de manera notable. Pese a ello, nos regaló dos notables obras: la fachada del Gage Group Building y el Carson Pirie and Scott Building.

Durante sus años en solitario, sobre todo entre 1900 y 1902, Sullivan escribió en abundancia, plasmando su teoría arquitectónica. Todo su pensamiento ha sido resumido muchas veces en la famosa frase “la forma sigue a la función”, texto que no aparece en ninguno de sus escritos y que resume de una manera simplista y equívoca las ideas del arquitecto. Para Sullivan, función significaba uso, pero también coherencia entre forma arquitectónica y naturaleza estructural. La arquitectura tenía la responsabilidad de ser honesta y veraz. Además, debía ser orgánica y tener vida, expresando el edificio toda su individualidad. A su vez, el norteamericano consideraba fundamental que la construcción se mostrara como fiel reflejo de la sociedad en la que se inserta.
GAGE GROUP BUILDING
Sullivan fue contratado para el diseño de la fachada del tercer bloque del Gage Group Building, el más alto de los tres. La principal diferencia radica en la decoración y el tratamiento de la iluminación natural. Así, mientras que Holabird y Roche utilizaron ventanas de tipo Chicago con vidrio plano transparente, Louis empleó vidrio traslúcido en la parte superior de los ventanales para proteger la incidencia de la luz solar. Los retractores del arquitecto criticaron su falta de practicidad, ya que siendo la luz artificial tan escasa, era más conveniente usar grandes ventanales transparentes. Sin embargo, Sullivan se defendió argumentando que el sol directo de la mañana afectaba negativamente a las labores de la sombrerería, sirviendo la franja traslúcida como filtro solar. Tanto era así, que los bloques adyacentes todas las mañanas tenían echadas las cortinas.

La decoración releva toda la fantasía ornamental del arquitecto. Motivos orgánicos florales rematan los pilares de la fachada simulando la copa de un árbol que emerge de un esbelto tronco. Este detalle no se libró tampoco de los críticos, ya que vieron en él un exceso, una extravagancia fuera de escala.

CARSON PIRIE AND SCOTT STORE
Los primeros diseños del edificio se realizaron cuando Adler y Sullivan aún trabajaban juntos. La disolución de la sociedad obligó al promotor a elegir entre ambos arquitectos. Ante esta situación, Leopold Schlesinger y David Mayer decidieron contratar a Sullivan como arquitecto y a Adler como proyectista de instalaciones. Gracias a esta decisión, ambos explotaron sus especialidades, y generaron un magnífico edificio comercial.

Inicialmente construido en 1899 con nueve plantas de altura, se amplió en dos ocasiones más, alcanzando finalmente, doce pisos con forma escalonada. La estructura del edificio muestra un esqueleto de acero que descansa sobre una cimentación de tipo Chicago Caisson, lo que demuestra el perfeccionamiento de la técnica alcanzado. La sustitución de los muros portantes por un entramado de vigas y pilares, permitió generar espacios interiores flexibles y diáfanos, sin barreras para la libre circulación de las personas entre los productos expuestos.

Las fachadas proyectadas por Sullivan exhiben la maestría artística y plástica del arquitecto, así como su pensamiento teórico. Para el arquitecto norteamericano, los edificios de oficinas debían presentar una planta baja y primera muy suntuosas, un número de plantas indeterminadas iguales y un ático que también alojara los equipos mecánicos. Ello propició el aspecto de alzado tripartito clásico de la Escuela de Chicago. Como acabados escogió el bronce para la base y el mármol blanco de Georgia para el resto de plantas, pero la carestía de dichos materiales y la huelga de canteros le obligó a sustituirlos por hierro colado y terracota esmaltada blanca. No obstante, el arquitecto supo jugar con las texturas y los acabados de manera excepcional, emulando la apariencia y nobleza del mármol y el bronce.
La base, compuesta por dos plantas de mayor altura, presentaba un revestimiento de hierro colado en color verde bronceado. Este color se conseguía gracias a la aplicación de un primera capa de pintura espesa asfáltica, una segunda capa de pintura roja bermellón brillante y una tercera capa traslúcida de color verde aceituna. Esta técnica mostraba muchas similitudes con el método italiano de aplicación de pan de oro del siglo XV, y el resultado permitía asemejar el hierro colado al bronce, obteniendo además un importante ahorro.

La original solución curva adoptada para la esquina del edificio nos remite a modelos parisinos como el Magasin du Printemps de Paul Sedille y otros grandes almacenes. Además, esta composición formal permitía la perfecta contemplación de los escaparates desde el tranvía, cuyo recorrido discurría paralelo a la misma.

La delicadeza del bajorrelieve floral con formas entrelazadas que Sullivan diseñó para la base es extraordinaria, y supone el clímax decorativo del brillante arquitecto. El revestimiento metálico se convierte en un marco rico y lujoso que encuadra los grandes escaparates acristalados que contienen los productos. La importancia de los escaparates fue tal, que Sullivan diseñó un sistema de espejos en la parte lateral y posterior para anular los reflejos de la luz diurna en el vidrio plano y evitar así, el deslumbramiento. De esta forma, la mercancía podía ser contemplada sin interferencias visuales. Además, el arquitecto dispuso un sistema de ventilación forzada para evitar la condensación en la cara interior del escaparate. El efectismo se completaba mediante la iluminación y la instalación de mecanismos motorizados.
El festival decorativo se aplicaba a todos los detalles, tal como muestra el dosel de la puerta de acceso lateral, donde guirnaldas de hierro con flores muy trabajadas conformaban las cadenas del mismo. Los motivos elegidos por el arquitecto para la decoración se basaban en especies autóctonas. Al igual que hicieron en su momento egipcios, griegos y romanos con la introducción del loto, el acanto y la vid, Sullivan tomó prestada la botánica norteamericana para sus motivos ornamentales. Además, supo fusionar perfectamente el trabajo artesanal con las últimas técnicas de fabricación.

Las siguientes nueve plantas conformaban el cuerpo del edificio, donde la estructura se muestra completamente liberada. De esta forma, una malla reticular enmarca las grandes ventanas de tipo Chicago. Los diferentes usos del edificio se van distribuyendo por pisos. Así, las seis primeras plantas albergaban comercio al por menor, la planta séptima salas de venta y oficinas administrativas, la planta octava restaurantes, y la planta novena el departamento de corte y confección, almacenes, vestuarios y salas de instalaciones. Adyacentes a los baños de la planta primera y novena, se proyectaron las salas de espera y escritorio de las damas, pequeños salones similares a los clubs masculinos, en los que las mujeres podían escribir su correspondencia, relajarse y realizar llamadas telefónicas. Dichos espacios se ubicaban en la esquina del edificio, lugar privilegiado bañado de luz.

El ático presenta un tratamiento distinto al resto de plantas, retranqueando su línea de ventanas. Esta acción permite dar una mayor profundidad a la cornisa que se presenta extraordinariamente decorada. En el cuerpo, sin embargo, el ornato se reducirá a los telares de los vanos.

Las instalaciones del edificio también presentaron los últimos avances tecnológicos. Adler, diseñó un novedoso sistema mecánico de circulación de aire, una planta de energía para generar electricidad mediante carbón y un sistema de rociadores de agua frente al incendio alimentados por tanques ubicados en la parte superior del edificio. La mecánica de los elevadores se situó en la última planta.
El pragmatismo de Adler se unió por última vez al ingenio creativo de Sullivan para regalarlos la que es sin duda una de sus mejores obras arquitectónicas. Una genialidad que ha sobrevivido a las olas de demolición de los años sesenta y que hoy en día podemos admirar en la siempre acogedora ciudad de los vientos.
Con este magnífico edificio terminamos la serie de artículos sobre la Escuela de Chicago que nos ha llevado a analizar algunas obras de los arquitectos William Le Baron Jenney, Daniel Hudson Burnham, John Wellborn Root, Charles B. Atwood, William Holabird, Martin Roche, Dankmar Adler y Louis Sullivan. Estos profesionales, junto con muchos otros, lograron configurar el llamado Loop de Chicago, dándole un carácter único e irrepetible.