En el año 80 d.C. Tito inauguró la construcción destinada al espectáculo más magnífica realizada hasta entonces, el Coliseo. Con capacidad para más de 50.000 espectadores, estructurado en cuatro plantas alzadas y una planta subterránea con innumerables galerías y corredores, el Anfiteatro Flavio, se configura como una obra maestra de la arquitectura romana.
Vamos a dar un paseo por… el anfiteatro más grande del mundo, analizando su proceso proyectual y constructivo, basándonos en los conocimientos que a día de hoy tenemos de la construcción romana, así como en la propia lógica constructiva.

ASPECTO ADMINISTRATIVO Y BUROCRÁTICO
Uno de los aspectos que condicionó el proceso proyectual y constructivo de la arquitectura romana fue la gestión de tiempos, y es que la velocidad en la producción arquitectónica fue fundamental en el buen desempeño de la profesión del arquitecto, según Vitruvio. La búsqueda de la calidad arquitectónica a una mayor velocidad de ejecución influyó notablemente en la elección de los materiales y sistemas constructivos empleados, así como en el desarrollo de planos y maquetas que definieran perfectamente el proyecto. El Coliseo llevó al extremo las posibilidades constructivas del arco y la bóveda y explotó el uso del hormigón romano, un material que favorecía construir velozmente, pero que requería de una perfecta planificación en proyecto y obra.
El origen de la eficiencia de tiempos en la construcción romana está en la República y su sistema político. Los magistrados ejercían su cargo durante un corto período de tiempo, requiriendo resultados durante el desempeño de su cargo, lo que llevó a construir a una velocidad vertiginosa. El auge constructivo tuvo su cénit en el gobierno de Augusto y continuó durante los dos siglos siguientes, construyéndose el Coliseo en medio de este auge edificatorio.
Esta velocidad constructiva, más allá de suponer una merma en la calidad arquitectónica, provocó la creación de proyectos de gran calidad y extremada eficiencia en la planificación, tal como muestra el Coliseo de Roma. Si nos debemos basar en las fuentes escritas, según el Cronógrafo de 354 d.C. el Coliseo se construyó en cinco años. Según otros investigadores el tiempo para su construcción pudo prolongase hasta 8 años. En cualquier caso, son tiempos cortos para semejante empresa arquitectónica. Sin embargo, nadie puede poner en duda su calidad, lo que demuestra que la calidad y la velocidad del proceso arquitectónico en época imperial no estaban reñidas, presentándose el Anfiteatro Flavio como un icono de la eficiencia romana a nivel proyectual y constructivo.
Por otro lado, el edificio proyectado debía de cumplir con las leyes de edificación y con el derecho civil romano. La construcción de un edificio público como el Anfiteatro Flavio no eximía del cumplimiento de dichas leyes, pudiendo limitarse la forma y función del edificio por las ordenanzas vigentes.
DESARROLLO PROYECTUAL
Aunque desde la Antigüedad se emplearon planos para representar las futuras construcciones, era posible construir un edificio sin el empleo pormenorizado de planos. Sin embargo, en el caso del Coliseo era imprescindible a realización de unos planos directores, debido a su complejidad estructural y constructiva, ya que no debemos olvidar que nos encontramos frente a uno de los edificios más complejos de la Antigüedad. Además, la velocidad edificatoria romana anteriormente mencionada obligaba a trazar unos planos lo más definidos posibles para evitar indeseables errores durante la ejecución de las obras.
Antes de comenzar a dibujar los planos del proyecto, el arquitecto romano acudía al solar en el que iba a edificar y realizaba los primeros trabajos de agrimensura. Mediante instrumentos de nivelación como reglas graduadas y miras, e instrumentos de medida horizontal como cuerdas y reglas levantaba la topografía del terreno. Además, estudiaba la hidrología y la geología mediante catas. En el caso del Anfiteatro Flavio, la ubicación del futuro anfiteatro sobre la Stagnum Neronis, una laguna artificial rodeada de jardines y pórticos que construyó Nerón para su Domus Áurea condicionó, no tanto los trabajos de agrimensura, sino el movimiento de tierras y la cimentación del edificio.
Una vez realizados los trabajos de agrimensura, el arquitecto se enfrentaba a la tarea del diseño del edificio, en este caso anfiteatro. Marco Vitruvio Polión nos ha dado muchas pistas de cómo los arquitectos romanos desempeñaban su trabajo, gracias a su tratado de arquitectura “De architectura”. En él se establecen tres principios fundamentales para un correcto diseño arquitectónico: firmitas (solidez), utilitas (función) y venustas (belleza). Para lograr la belleza tenían que conjugarse seis componentes básicos, entre las que se encuentra la dispositio,* la cual consistía en la *proyección del edificio en *ichnografia* (planta), orthographia (alzado) y scaenographia (dibujo en perspectiva). Por lo tanto, el comienzo del desarrollo proyectual del edificio constaba de la plasmación del edificio en planta, alzado, sección y perspectiva, concepto plenamente vigente hoy en día.

Para realizar los planos el arquitecto empleaba reglas y compases. Estos limitados recursos provocaron que se evitaran geometrías complejas y se buscara el menor número de cálculos posibles. Este aspecto es muy evidente en la planta de la mayor parte de los anfiteatros romanos, la cual pese a que visualmente parece elíptica, en realidad están conformada por cuatro circunferencias con tangentes comunes formando un óvalo. En la planta de la imagen siguiente apreciamos los centros de las circunferencias que definen la planta del Coliseo.

REPLANTEO DEL EDIFICIO Y TRABAJOS PREVIOS
Debido a la peculiaridad del solar en el que se ubicó el Coliseo, fueron necesarios una serie de trabajos previos. Primeramente se procedió al drenaje del lago Stagnum Neronis, consiguiendo una superficie totalmente seca.
A continuación se procedió a replantear el gran anillo losa de cimentación. Para dicho replanteo, se utilizaron los mismos instrumentos empleados para el dibujo arquitectónico pero a una mayor escala. Mediante las escuadras se trazaban ángulos rectos, las varas de medida graduadas servían para líneas rectas y las cuerdas servían para trazar círculos.
A continuación, se debieron de realizar importantes trabajos de movimiento de tierras hasta llegar a la cota baja de la cimentación, la cual baja hasta casi 13 metros. Pese a que esta partida constructiva no era la más comprometida técnicamente, sí que requería mucha mano de obra, tiempo y supervisión de recursos empleados. Lo más normal es que durante el movimiento de tierras trabajase un mayor número de operarios no cualificados y animales de carga que en etapas constructivas posteriores.
CIMENTACIÓN Y SANEAMIENTO
Los romanos tenían perfecta conciencia de que una deficiente cimentación podía provocar deformaciones y patologías relevantes en la estructura de las edificaciones, por lo que invirtieron mucho en la calidad de la cimentación y en su correcta ejecución. Para conseguir perfecta estabilidad en los edificios y evitar indeseables asientos, excavaban cada cimiento hasta encontrar un lecho rocoso en el que apoyarse. En el caso del Anfiteatro Flavio, la cimentación tiene un peso fundamental dentro del proceso constructivo.
Probablemente fue Giuseppe Cozzo el primero en afrontar el estudio y la problemática de la cimentación del Coliseo de Roma. Según el italiano, la cimentación opus quadratum alcanzaba una profundidad de hasta 6 metros. Sin embargo, a partir de los trabajos llevados a cabo en 1977 y 2000 se ha podido comprobar que la cimentación del coliseo se conjuga como una combinación de una gran losa de hormigón en la cavea y zapatas en zanja corridas en la arena.

Bajo la cavea, el Anfiteatro Flavio cuenta con un gran anillo de cimentación opus caementicium de cerca 13 metros de espesor, 246.000 m3 de hormigón romano formado por mortero y cascotes, vertido en capas de 30 cm. de espesor y apisonado adecuadamente antes de verter la siguiente tongada. Esta solución constructiva suponía una excepción en la construcción romana, ya que el método más común empleado en la cimentación romana era el de grandes zanjas de opus caementicium que bajaban hasta el lecho de la roca. Este método es el que se empleó en la arena para la sujeción de toda su estructura diez años después de la inauguración del anfiteatro en el año 80 d.C.

Los investigadores sugieren que en un principio la arena estaba preparada para naumachiae , estando el espacio lleno de agua para las representaciones navales. Posteriormente, se añadieron todos los corredores y espacios bajo la arena, para lo que se cimentó mediante zapatas en zanja corrida opus caementicium.
La anchura de estas zanjas es algo mayor que la del muro que soporta, y la gran profundidad alcanzada obligaba a entibar adecuadamente la zanja. Los elementos de madera para la contención de las tierras y la entibación se dejaron perdidos tras el hormigonado, pudriéndose y desapareciendo con el transcurso del tiempo. La tierra se sacaba en cubos mediante polea, excavando hasta llegar al firme. Entonces se vertía mortero y cascotes de la misma forma que en el anillo de la cavea. La cimentación se detenía antes de llegar a la cota inicial de la excavación, arrancando el muro que quedaba entonces ligeramente empotrado en el terreno.
En este momento de la ejecución del Coliseo se realizaron también los túneles subterráneos y el saneamiento enterrado del edificio. La morfología de los anfiteatros favorecía la posible acumulación de aguas, por lo que era necesario una correcta instalación de saneamiento que comprendía complicados desagües. Una importante red de canales se distribuyen por toda la superficie del anfiteatro y trasladan las aguas a los colectores principales que las llevan fuera del edificio.

Llegados a este punto, hemos analizado los trabajos necesarios a nivel administrativo, proyectual y constructivo bajo rasante. En el próximo artículo, analizaremos cómo se levantó la estructura de la cavea, cómo se dispusieron las instalaciones y qué acabados se emplearon para embellecer el anfiteatro de mayor capacidad y magnificencia del Imperio, cuya hazaña arquitectónica no volvió a repetirse en el Imperio romano.