La unidad habitacional de la sociedad romana era compleja y vasta. Existe todo un repertorio de tipologías arquitectónicas, desde pequeños cubículos y buhardillas ubicadas en las ínsulas urbanas, a grandes villas rurales de explotación agrícola. El estudio de la tipología de la domus romana es, por lo tanto, un trabajo demasiado extenso para ser tratado en este somero artículo. Por ello, nos centraremos en una tipología concreta, la casa de atrio y peristilo, aquella que más interés han despertado en los investigadores.
A lo largo de este artículo de un paseo por…, veremos la evolución natural de esta tipología, y analizaremos la configuración y características de los distintos espacios que componen la parte más pública de este tipo de casa.
LA CASA DE ATRIO Y PERISTILO
La historiografía ha tendido a tipificar la casa de atrio y peristilo como la domus romana más representativa. Sin duda, el descubrimiento arqueológico en el siglo XVIII de Pompeya y Herculano reforzó esa predisposición. Sin embargo, este tipo de viviendas estaba asociado a propietarios de un cierto nivel social y económico que representaban una pequeña parte de la sociedad romana. Las últimas décadas han tendido a puntualizar esta cuestión, aceptando que la forma habitacional romana era mucho más compleja y variable.
La casa de atrio tiene su origen en la casa de patio de origen itálico, donde un espacio abierto interior ilumina la vivienda, a la vez que organiza los distintos espacios. Sin embargo, esta tipología residencial aporta una novedad fundamental, la marcada axialidad. Las estancias se organizan en torno a un espacio central descubierto y simétrico, y toda la composición fomenta la perspectiva axial desde la entrada hasta el tablinum, a modo de representación escenográfica. Este hecho obedece a la función social que este tipo de casa acomodada desempeña, en donde los clientes y empleados realizan un importante ritual de subordinación, la salutatio.

Esta ordenación de la vivienda, aunque ideal y preferida, no fue la única. En ocasiones, se observan domus en las que el atrio se desarrolla en eje acodado, o incluso casos en los que el eje se presenta en lo que se ha denominado en bayoneta. Pero estas soluciones, responden a necesidades impuestas por la morfología del solar u otros condicionantes.
En los orígenes de la vivienda rural romana, siempre que fue posible, se dispuso un espacio destinado a huerta en el fondo de la casa. Dicho huerto, fue evolucionando con el tiempo, aumentando en tamaño y transformándose en jardín. Se estaba fraguando el precedente para la implantación del peristilo. La influencia helenística y la importancia de la columna en la arquitectura pública romana, promovieron la introducción de alas porticadas en los cuatro lados de este jardín. El peristilo ya estaba conformado y su importancia como elemento articulador de la vivienda romana iba a extenderse desde la zona del Vesubio a toda la región itálica y al resto de provincias.

La crisis política de la vieja República y el establecimiento del Imperio, tuvo su paralelo en la arquitectura doméstica, donde el atrio fue perdiendo importancia frente al peristilo hasta desaparecer. Estos cambios no iban a afectar a la ordenación de la casa, donde la axialidad sigue siendo la protagonista. Sin embargo obligó a establecer un control de las visitas mucho más riguroso, ya que el atrio como filtro previo no existía. Este aspecto, obligó también a la multiplicación de espacios polifuncionales, lo que permitía disponer de ámbitos públicos o privados según se requiriera.
LA ZONA PÚBLICA DE LA CASA DE ATRIO Y PERISTILO
La distribución de la vivienda de atrio y peristilo romana no responde únicamente a exigencias funcionales domésticas, sino que también satisface ciertas necesidades sociales en las que el domine se presenta como protagonista. Y es que, todas las mañanas las casas romanas se preparaban para la celebración de la salutatio, acto ceremonial en el que los clientes mostraban su subordinación al patrono y dueño de la casa. Era, por lo tanto, necesario un ámbito netamente público para la celebración de dicho ritual.
Por ello, la zona directamente relacionada con la vía pública se supeditó a la salutatio, condicionando no solamente la morfología de la vivienda sino también su decoración. Se diseñaron espacios para ser vistos, ámbitos expositivos que pretendían ensalzar el origen y abolengo de sus moradores, sus méritos y su poder económico. Entrada, atrio y tablinum, serán los espacios que organizarán la parte pública de estas domus, marcando un claro eje axial que debe ser recorrido por los clientes hasta llegar a la presencia del patrono.
LA ENTRADA
El rito de la salutatio comenzaba en la propia vía pública, donde los clientes esperaban en fila a que las puertas de la vivienda abrieran. Algunos patronos instalaron bancos corridos a lo largo de la fachada para hacer la espera más llevadera. La domus se apropiaba así del espacio público y revelaba la importancia del dómine por la cantidad y nivel social de la clientela que asistía a la salutatio.

La alineación de la fachada marcaba el límite de la propiedad, ámbito en el que se situaba el vestíbulo de la casa de atrio. Este espacio, a modo de zaguán, quedaba enmarcado por dos columnas y se ubicaba antes de las puertas de acceso a la vivienda, las cuales eran traspasadas únicamente por los elegidos. Los no aceptados permanecerán en el vestíbulo, pudiendo recibir allí su estipendio. Nos encontramos, por lo tanto, ante el primer filtro de la marcada jerarquización social de la casa de atrio y peristilo.
Al ser un ámbito de un marcado carácter público por el que necesariamente pasaban todos los visitantes, se le dotó también de una clara función propagandística, sirviendo como sala expositiva del nivel social y económico del patrono. La marcada axialidad en la planta de la vivienda, permitía que el viandante tuviera una espléndida perspectiva fugada del tablinum, opulenta sala donde el patrono recibía a sus clientes. La entrada de la vivienda se configuraba, de esta manera, como el escaparate de un comercio moderno, en los que la familia exhibía su estatus.

Y era el vestíbulo el primer espacio destinado a tal exhibición. Títulos, honores y símbolos meritorios lo decoraban, exaltando el poder del propietario de la vivienda. Fue muy habitual la instalación de stemma, árboles genealógicos con los que el dómine presumía de abolengo, así como la presencia de clippei, escudos circulares con el retrato de algún ilustre antepasado. Cuando el vestíbulo era demasiado pequeño para albergar toda esta propaganda, parte de ella se desplazaba al atrio.
La puerta del vestíbulo se aprovechará también para exhibir insignias transitorias que conmemoran eventos puntuales como el cumpleaños del emperador, los nacimientos, las bodas u otros. Este acceso a la vivienda, no tenía por qué ser el único, existiendo numerosos ejemplos que cuentan con puertas secundarias de tamaño más pequeño. Lo más probable es que estas puertas fueran destinadas al uso doméstico, mientras que las principales se emplearía para las recepciones y la salutatio.

La entrada de las domus más grandes y magníficas podían contar, además, con un espacio destinado en exclusiva al alojamiento del portero. Esta sala se denominaba cellae ostiariae, y marcaba una diferencia cualitativa de la economía del patrono, ya que implicaba la manutención de un esclavo destinado en exclusividad a la portería.
Con el tiempo, el vestíbulo se hace cada vez más grande, restando importancia al atrio, el cual va desapareciendo o fusionándose con este espacio. El aumento de la clientela provoca también la necesidad de vestíbulos más grandes, así como de un filtro mayor para los no elegidos.
EL ATRIO
Es el ámbito público más importante de la domus romana, una zona parcialmente descubierta de tránsito, que a su vez, permitía congregar a los invitados para la celebración de distintas actividades sociales de la familia. La salutatio fue la más relevante de todas ellas. Sin embargo, la presencia de una mesa de mármol denominada cartibulum nos indica que en períodos arcaicos era común el dispendio de comidas, disponiéndose la familia alrededor de esta mesa. Seguramente, la pervivencia del cartibulum responda al mantenimiento de esta tradición, aunque fuera de manera simbólica. En general, estas mesas cuentan con un único pie central o dos apoyos en forma de pata de grifo.

El atrio fue uno de los lugares favoritos para la instalación de los Lares y los Penates, protectores del hogar. El larario era un altar doméstico, compuesto, en la mayor parte de los casos, por un nicho coronado por frontón. En su interior se ubicaban estatuillas y en su pared se representaban a los Lares y los Genios. Su construcción podía complicarse añadiendo estructuras como edículos o escalinatas.
La condición semiabierta del atrio posibilita que la luz, el aire y el agua penetren en la casa a través de un hueco central. En las domus más arcaicas, este vano era muy reducido y hacía las veces de chimenea para la expulsión del humo del hogar y de pequeño lucernario para iluminar el interior de la casa. Este hecho explicaría la afirmación de que en las domus más arcaicas, la cocina estaba instalada en el atrio.

Con el tiempo, el hueco central se va ampliando y se denominó compluvium. La lluvia que cae sobre el compluvium es recogida en el impluvium, pequeña alberca que deriva las aguas a una cisterna subterránea. Este recurso permitía disponer de agua cuando el nivel freático no hacía posible la construcción de pozos de captación de agua. Para sacar el agua de la cisterna se instalaba un brocal de pozo denominado puteal. Con el tiempo, la mejora de las infraestructuras de las ciudades romanas hizo que el empleo del puteal fuese accesorio. Pese a ello, este elemento no cayó en desuso, mejorando además su decoración. También se instalaron fuentes que embellecían notablemente los impluvium.
Pese a todas las ventajas que proporcionaba disponer de un gran vano en la cubierta para la aireación y la captación de luz y agua, su mantenimiento también conllevaba desventajas como la irradiación solar y la exposición al rigor climático. Para controlar estos aspectos, se instalaron grandes velas o toldos en el compluvium que permitían mitigar el impacto de la luz directa, así como mejorar la envolvente térmica de la vivienda. Para los toldos se empleaban diferentes tejidos, desde sutiles telas que filtraban el sol o pieles de animales que permitían impermeabilizar de la lluvia.
El atrio, al igual que el vestíbulo, sirvió como escenario propagandístico del status familiar. La pintura mural fue la herramienta más explotada para estos fines, ensalzando el poder y el estatus del patrono. La decoración de columnas, impluvios y suelos, con la introducción de bellos mosaicos, exhibía los lujos que el propietario de la vivienda podía permitirse, evidenciando así, su alto nivel socioeconómico. La introducción de estatuas, vegetación o estanques para la decoración del atrio fue desacostumbrada, siendo más habitual la disposición de estos elementos en los peristilos. Imágenes en cera, máscaras mortuorias, stemma y otros, completaban el aparato decorativo, con la clara intencionalidad de ensalzar el prestigio dinástico de la familia.

Tradicionalmente, se ha venido clasificando los atrios en cuatro tipos, atrio toscano, testudiano, displuviado y tetrástilo. En el primero de ellos, la cubierta que conforma el compluvio se sustenta por cuatro vigas que salvan por completo el espacio. La exclusión del empleo de pilares limita su luz máxima, por lo que las dimensiones del atrio toscano serán moderadas. El atrio testudiano, sin embargo, se techa íntegramente, presentando una cubrición a cuatro aguas. En esta ocasión, el atrio abandona por completo la función de iluminar, ventilar y proveer de agua a la vivienda, restando únicamente su servicio distributivo.

De mayores dimensiones será el atrio tetástrilo, ya que al añadir una columna en cada esquina del compluvium permite aumentar la anchura del espacio, así como aligerar la carga estructural a la que estaban sometidos los muros. El atrio corintio va más allá del tetrástilo, introduciendo nuevos apoyos que de manera rítmica generan ámbitos suntuosos de grandes dimensiones. Además, el atrio corintio permitió reforzar la ansiada axialidad, ya que permitió adoptar plantas rectangulares que intensificaron el carácter lineal entrada-atrio-tablinum. Este tipo de atrio es de aparición más tardía y muestra la representatividad que tenían estos espacios para indicar el estatus social y la riqueza de los habitantes de la vivienda, puesto que la columna era un elemento suntuario asociado al poder. Con el tiempo, el atrio toscano aumenta el tamaño considerablemente y llega al extremo decorativista. El impulvium termina desapareciendo, el vestíbulo acaba engullendo este espacio, que toma las formas de un peristilo organizador de la vivienda.

Por último, el atrio displuviado varió la inclinación de la cubierta presenta hacia el exterior del compluvium, por lo que éste pierde su función como captador de agua. Se mantiene, sin embargo, el servicio de iluminación mediante el hueco central, y se mejora el aislamiento térmico de la vivienda gracias a la introducción de la cámara de aire.
EL TABLINUM
Era el espacio reservado a la recepción de los clientes, donde aquellos que habían superado el filtro del vestíbulo y del atrio recibían el saludo de su patrono. El carácter selectivo de este espacio, lo hace configurarse como límite entre el ámbito público y privado. El empleo de cortinas o puertas correderas permitía integrar el tablinum y el atrio, o sectorizarlo por completo para un uso más íntimo destinado a unos pocos privilegiados.

Al igual que las salas precedentes, el tablinum iba a presentar una evidente función propagandística, aunque ésta mostrará un cariz más intimista al ser el lugar elegido para guardar los documentos familiares de la vida pública. El archivo de estos textos testimoniaba el pasado honorable del pater familias y convertía a este despacho en la sala representativa del poder. Y para enfatizar este aspecto, los proyectistas recurrían a ciertos recursos como la elevación del suelo, consiguiendo ubicar al patrono en un nivel superior a los clientes que esperaban en el atrio. La introducción de columnas y frontón, el fastigium, enfatizaba la dignificación del patrono. Aspecto que se reforzaba con la esmerada decoración del interior.
Con el tablinum finalizamos nuestro paseo por la parte pública de la casa de atrio y peristilo romana. En artículos posteriores, abordaremos la organización de las estancias de carácter más privado, y comprobaremos, que en este tipo de viviendas no se disfrutó de la intimidad familiar por completo.