El viaje llega a su fin. Tras haber analizado, en sendos artículos anteriores, la zona pública y semipública de la casa de atrio y peristilo romana, nos disponemos a concluir con la parte más íntima de la vivienda, aquella zona a la que solo podían acceder la familia y los esclavos. Con permiso del domine, daremos un paseo por… esta tipología habitacional, analizando las piezas que componen este programa privativo y la interrelación entre las mismas. De esta forma, podremos conocer un poco más de cerca los hábitos sociales de la clase acomodada romana a través del análisis de su arquitectura.

LA ZONA PRIVADA DE LA CASA DE ATRIO Y PERISTILO
Realmente, en las casas romanas más lujosas, no existe una clara división entre el ámbito público y privado, quizás por la función social y política implícita a este tipo de arquitectura. Incluso el dormitorio, pieza de evidente carácter privativo, se podía asociar en ocasiones a otras estancias como comedores, atrios o peristilos, desdibujando así los límites formales y funcionales de estos espacios. Pese a estas posibles contaminaciones, es indudable que la casa romana de atrio y peristilo, contaba con una zona en la que los invitados, incluso aquellos amici más cercanos, no podían acceder.

Sin embargo, no debemos olvidar que la clase acomodada que habitaba este tipo de viviendas, contaba con todo un elenco de esclavos que comprometían esa intimidad ideal. Los esclavos eran necesarios para el funcionamiento del hogar, pero indeseados por sus posibles indiscreciones. Su presencia conllevó la inevitable pérdida de privacidad en la unidad familiar. Además, condicionó la morfología de estas casas, provocando la aparición de ámbitos o estancias específicas para su alojamiento y el ejercicio de sus funciones.
LA LETRINA
Era el ámbito destinado a las excreciones corporales de los habitantes de la casa. En época republicana, era habitual que este espacio alojara también el baño. Con el posterior desarrollo de las termas públicas en las ciudades romanas, ya no fue necesario realizar la limpieza corporal en el domicilio, por lo que el baño desaparece o se instala de forma independiente. Como norma general, la letrina se ubicaba cerca de la cocina, facilitando el diseño de la mecánica del edificio y aprovechando el calor aportado por los fuegos para el caldeamiento de la estancia. También existen casos en los que la letrina se ubica en la planta primera de la casa, evacuando los residuos a través de bajantes de terracota.

Solamente las viviendas acomodadas contaron con letrinas, empleándose en otros casos muebles específicos para tal fin. También fue ocasional la utilización de orinales en los triclinios y en las estancias de tocador femenino, siendo vaciados y limpiados en las letrinas por los esclavos de la casa. Estos orinales fabricados con materiales nobles y metales preciosos podían convertirse en verdaderas obras de arte en sí mismas. Además, proporcionaban mayor libertad y comodidad a los patronos por su flexibilidad de uso. En cualquier caso, las viviendas más modestas, solucionaban el asunto con un simple vertido directo a las calles.

LA COCINA
Estancia de aspecto austero y carácter utilitario en la que se preparaban las viandas que iban a ser consumidas por los moradores. Era frecuentada por los esclavos de la casa, y en ella se concretaban los mandatos diarios de la matrona o el liberto encargado. También era habitual que el desayuno se realizase en esta estancia de forma presurosa.
El carácter servil de la cocina y sus aires insalubres incitaron a los propietarios a ubicarla en aquellos rincones donde su presencia no molestara. Lo más habitual es que se situara al fondo de la vivienda o en atrios secundarios, y en general, estaba asociada a las letrinas y los baños por razones de lógica hidráulica. Además, fue común que en torno a ella se instalaran las despensas, las bodegas, las zonas de descanso de los esclavos y los establos.

Estas estancias modestas contaban con fogones, fregadero, mesa para el trabajo y menaje. Además, disponían de techos muy altos, con el fin de evitar una rápida propagación de los incendios que pudieran surgir de los fogones. Como chimenea se empleaba un simple ventanuco alto o unas tejas en caballete. Algunos investigadores sostienen que como elemento combustible se utilizaba un material distinto a la leña, ya que existen casos de pinturas murales sin ennegrecer por la ausencia del hollín. Frente a este hecho, también se ha constatado la existencia de cocinas con hornillo que sí generaban humo y tizne.
La cocina fue el lugar preferido para la instalación del altar a los Lares y los Penates, en recuerdo de los orígenes domésticos en los que se asociaban las divinidades protectoras al fuego. Quizás, sea por esta razón que el atrio fuese la otra ubicación predilecta, ya que en su origen alojaba el hogar de la domus. No obstante, la arqueología también ha revelado la presencia de lararios en otros ámbitos como jardines, peristilos e incluso, en menor medida, comedores y dormitorios. Es posible que los altares ubicados en estas zonas semipúblicas estuvieran pensados para un uso colectivo de familia e invitados. Sin embargo, el altar de la cocina siempre se asociaba a la intimidad religiosa de los familiares, esclavos y libertos. Cuando Teodosio subió al poder, prohibió de manera expresa el culto doméstico a los Lares y los Penates, promulgando el cristianismo como única religión. Ello conllevó la lenta desaparición de estos pequeños altares.

LAS BODEGAS
Eran espacios subterráneos y abovedados destinados a la conservación de los alimentos y los vinos. Al tratarse de un ámbito puramente funcional, estaba desprovisto de decoración alguna y su acceso se realizaba a través de una escalera o rampa.
LOS CUBICULUM
Son los espacios más privados de la vivienda, destinados fundamentalmente al descanso de sus moradores. También estaban adscritos a tocador de las matronas, peinándose y maquillándose en la intimidad, tal como exigía la respetabilidad romana. En ocasiones, se construía una antecámara previa al dormitorio. Este espacio se ocupaba por un esclavo que permanecía alerta para acudir raudo a la llamada de su amo. Es casi seguro que las segundas plantas de las casas de atrio y peristilo alojaran dormitorios, sin embargo, la arqueología no ha podido confirmar este hecho de forma fehaciente.

Las domus de grandes dimensiones podían disponer de dormitorios estacionales que procuraban una mayor comodidad a sus moradores. Así, se buscaba generar ámbitos más frescos y abiertos para el verano y espacios más recogidos y protegidos para el invierno. Vitruvio aconsejaba orientar los cubiculum al este, aprovechando así el sol matinal. Este aspecto se cumplía siempre que los condicionantes del solar y de la construcción lo permitieran. La decoración pictórica llenaba los muros, y los techos se diseñaban abovedados y habitualmente artesonados. La ubicación de la cama se resaltaba tanto en los paramentos verticales como en los horizontales. Así, era la habitual la construcción de un nicho en la pared y la instalación de un mosaico alrededor de la cama a modo de alfombra. Como caso extremo en la exaltación del lecho, estarían las alcobas, en las que la cama se encajaba en un espacio enmarcado por un muro con cortinajes.

En cuanto al descanso de los esclavos y libertos de la vivienda, debemos señalar que existió todo un abanico de soluciones. La más básica consistió en el alojo del esclavo en el suelo del propio dormitorio de los amos de la casa, o en la antesala del mismo. En general, las habitaciones de los siervos se ubicaban en la órbita de la cocina, corazón del trabajo de la vivienda, aunque también es habitual encontrarlas en las alas que flanquean el atrio. No obstante, algunos esclavos o libertos contaron con habitaciones propias. Es el caso del portero, que disponía de un pequeño habitáculo para el descanso junto al vestíbulo de acceso, o las nodrizas, que contaban con estancias cercanas a los niños. La calidad de estos alojamientos, en cualquier caso, dependía del nivel económico de los patronos, y del celo que los mismos guardaban en el bienestar de sus esclavos y libertos.
LA BIBLIOTECA
Ámbito destinado a albergar volúmenes compuestos de largas tiras de papiro o pergamino enrolladas, así como tablillas de cera que podían ser usadas para tomar apuntes. Su posesión ensalzaba la independencia económica e intelectual del patrono, quien podía permitirse la construcción de una estancia exclusiva a tal fin. Además, la adquisición de los ejemplares que conforman la colección, y la decoración de este tipo de salas, requería un desembolso importante que denotaba el nivel económico de su propietario.

Según Vitruvio, las bibliotecas debían orientarse al este, para aprovechar la luz matinal y proteger los libros de la polilla. Las estanterías se fabricaban habitualmente con marfil y madera noble, y era común que se combinaran con cubos y cestas para el alojo de los rollos. La decoración de esta estancia se completaba mediante la inserción de bustos de literatos, filósofos e historiadores, que ensalzaban el gozo del enriquecimiento cultural de las élites romanas. La elección de uno u otro personaje, señalaba las preferencias intelectuales del patrono. Según Plinio, los materiales predilectos para estos bustos fueron el oro y la plata, empleando, en ausencia de los mismos, el bronce.
Con la visita a la biblioteca finalizamos nuestro paseo por… la casa de atrio y peristilo romana, un ejemplo fundamental de la arquitectura residencial de tipo patio, cuyo influjo ha perdurado en la arquitectura occidental llegado hasta nuestros días.