Durante la década de los ochenta, el pintor burgalés Luis Sáez, incorporó a su obra el tema de las armas y la guerra, a través de la reconstrucción de personajes y máquinas mediante la combinación de objetos. Vamos a mirar… su obra REF/SG-4, analizando las referencias en las que se basa el artista para generar esta obra de gran expresividad e impactante magnetismo que simboliza la destrucción.

Luis Sáez nos presenta un condotiero monstruoso retratado en perfil de plano medio sobre un fondo homogéneo. La imponente armadura medieval destaca en la imagen, pero si nos fijamos atentamente, tras los huecos de dicha armadura está el vacío. Solamente tres cables cruzan el cuello y parecen unir el cuerpo y la cabeza del feroz guerrero. El cable azul y el cable rojo parecen ser una clara alusión a la vena yugular y a la arteria carótida del sistema circulatorio humano, el cual por un convencionalismo aceptado representa en color azul las venas y en color rojo las arterias. El tercer cable, en perfecta tensión, parece simbolizar la médula espinal. La inclusión de estos cables en la figura dota de vida al monstruo, la cual se potencia con la transformación de la babera del yelmo en una mandíbula real dotada de unos afiladísimos dientes que generan una boca monstruosa, la cual invita a la muerte y la destrucción. En contraposición a este aspecto vital de la figura, el conjunto de celada y cimera del yelmo, decorados con amenazadores pinchos, alejan al ser completamente de lo humano.
La sobrecogedora figura contrasta sin embargo con el colorismo de los elementos que la adornan. La charretera y la gola doradas, la decoración del yelmo a modo de tocado azteca con coloridas plumas y cintas, el fajín en la cintura y el paño rojo a modo de capa en la espalda, decoran al agresivo guerrero sin restarle ferocidad. Además, las armas que porta el condotiero refuerzan el carácter bélico, sobretodo por el alfanje ensangrentado que lleva sujeto al fajín, en clara alusión a la muerte y la guerra.
Uno de los aspectos que más fuerza aporta a la obra es el riguroso retrato en perfil, el cual nos retrotrae al retrato quattrocentista italiano. Los grandes príncipes y señores de las ciudades estado italianas se hicieron retratar para legitimar su poder mediante una elaborada construcción histórica, artística y literaria.

Para ello, señores de la guerra como Federico de Montefeltro en Urbino debieron mostrar no solamente su dominio en las armas, sino también su formación en las letras y su protección sobre las artes, en línea con lo Baltasar Castiglione establecerá un poco más adelante en su obra “El Cortesano”. Mediante el retrato se evidenciaba la maestría en las armas y las letras del retratado, y se garantizaba la perpetuación de su poder y el recuerdo de su nombre más allá de su muerte. En la obra del palentino Pedro de Berruguete podemos ver al Duque de Urbino como hombre de armas y letras, portando la armadura mientras se concentra en un manuscrito. La presencia de su hijo pretende dar continuidad a la dinastía Montefeltro, legitimando el poder en sus descendientes.
Sin embargo, en el retrato de Sáez, el aspecto intelectual y versado del personaje es totalmente abandonado. La figura se presenta como un príncipe de la destrucción cuyo objetivo es únicamente la muerte. El raciocinio está ausente, lo que deja al espectador completamente asolado frente a esta figura que lo amenaza y lo sobrecoge. La única legitimación del condotiero de Sáez es la muerte y la destrucción.
Otro aspecto fundamental que Sáez desarrolla en su obra durante de los años 80, es la combinación de diferentes objetos, generando una figura reconocible a modo de pareidolia. En la obra REF/SG-4, este aspecto es mayormente destacable en el tocado del condotiero. La combinación de unos modernos cascos para oír música, unas tiras de confeti, una especie de caparazón, unas plumas y varias telas, conforman un tocado que nos recuerda a aquellos de los guerreros aztecas. Igualmente, la disposición y el colorido de los cables del cuello anteriormente mencionados, nos invita a percibirlos como elementos orgánicos del cuerpo humano.
El empleo de estos objetos reconocibles combinados con el fin de representar en su conjunto una figura, así como la disposición del retrato en riguroso perfil nos retrotraen sin duda a la obra de Giuseppe Arcimboldo, maestro del siglo XVI, que destacó en la realización de retratos alegóricos mediante el juego conceptual de combinar especies vegetales, animales u otros objetos.

El paralelismo entre la obra Fuego de Arcimboldo y REF/SG-4, es más relevante aún, debido a la inclusión por parte del italiano de elementos alusivos a la guerra y la destrucción. El fuego, elemento fundamental en el desarrollo del ser humano como especie, puede sin embargo ser un elemento puramente destructor. El cabello del emperador Maximiliano II de Habsburgo está conformado por troncos de madera ardiendo, dotando a la imagen de un aspecto amenazante. Sin embargo, es en el cuerpo de la figura, donde Arcimboldo despliega toda una serie de objetos relacionados con la muerte y la guerra. Así, vemos dos cañones de mortero, de los cuales el mayor tiene introducido el atacador, además de una pistola de rueda, cuyo cañón asoma desde el pecho del retratado.
El paralelismo se refuerza mediante la inclusión de elementos alusivos al poder del retratado. En el caso de Arcimboldo, el collar de la Orden de Toisón de Oro porta el emblema de la Casa de Habsburgo, la doble águila imperial. Sáez, retrata su caballero de la muerte portando una espléndida gola dorada al cuello. Este elemento de uso cotidiano en la indumentaria militar de hoy en día, tiene su origen en la armaduras medievales para proteger la zona del cuello. Tras el desuso de dicha indumentaria bélica, la gola se siguió empleando como distintivo del mando.
Con todo ello, Sáez reconstruye una atrayente obra con claras referencias históricas y artísticas, en la que la destrucción es la protagonista, presentándonos una figura cuyas alusiones a lo humano no dejan de evidenciar la monstruosidad del personaje. Un retrato cuya fuerza innegable, y vibrante colorido, esconde toda una serie de símbolos para ser descubiertos por la mirada del espectador.