El cilindro truncado es un elemento geométrico recurrente de la arquitectura de Mario Botta, sobre todo en los edificios de carácter sacro. Esta figura se yergue como forma principal al exterior y aloja en su interior espacios con un medido tratamiento de la luz. El resultado es la creación de ámbitos para observar y sentir, lugares que tornan la arquitectura en una experiencia casi mística.
A lo largo de este artículo, vamos a dar un paseo por… aquellos proyectos del arquitecto suizo en los que esta figura geométrica se presenta como verdadera protagonista.
LA ROTUNDIDAD GEOMÉTRICA Y LA DIFERENCIACIÓN ENTRE ESPACIO EXTERNO E INTERNO
Al acercarnos a la arquitectura de Mario Botta, no nos pasa desapercibida la rotundidad de su volumetría. Figuras geométricas básicas como el círculo, el cuadrado y el prisma se conjugan de distintas maneras para generar una arquitectura de gran fuerza expresiva. Dentro de estas formas, el cilindro truncado se manifiesta como elemento primordial de algunos de sus proyectos.

La rotundidad volumétrica externa de muchos proyectos de Botta, nos retrotraen al románico italiano, del cual el propio arquitecto afirmó ser deudor. Esta analogía se potencia a su vez, con la bicromía de la piedra que compone sus fachadas, disponiendo en hiladas alternas el color blanco y el gris. Todo este clasicismo que bebe de raíces italianas, no puede sin embargo, anular la evidente modernidad de su factura.

El vocabulario rígido y exiguo de su geometría responde a la necesidad del arquitecto de separarse claramente del entorno. El propio Botta ha subrayado en varias ocasiones su deseo de diferenciar entre materia construida y naturaleza. Para ello se aleja de la arquitectura orgánica, mediante el empleo de un lenguaje primario.
Otra característica inherente de las creaciones del suizo es la separación entre interior y exterior. Botta no se adhiere a la tendencia de la arquitectura moderna de integrar espacio interno y externo, sino que sus sólidos muros parecen crear una marcada frontera que separa ambos ámbitos. La rigidez de la volumetría exterior, fomentada por la simetría, es abandonada al interior, donde el tratamiento de la luz y de las formas genera espacios mucho más fluidos.

Todo ello es muy evidente en los cilindros truncados que proyecta el suizo, los cuales se muestran rotundos y telúricos al exterior, y livianos y casi místicos al interior. La luz incide de una manera sutil, potenciando la importancia del espacio cilíndrico, el cual se despoja de toda rudeza geométrica.
IGLESIA DE SAN JUAN BAUTISTA
Tras la avalancha de 1986 que arrasó la población de Mogno, localidad ubicada al sur de Suiza, Mario Botta recibe el encargo de la construcción de una nueva iglesia que reemplace aquella preexistente del siglo XVII.

El arquitecto genera un único espacio, cuya potencia radica en una firme apuesta por la geometría. Así, un cilindro truncado de base ovalada se remata mediante una cobertura circular de vidrio. La liviandad de la cubierta contrasta con la pesantez de sus muros, compuestos de mármol blanco de Peccia y granito gris de Riveo, en claro homenaje a la arquitectura románica que tanto admira el suizo.

La rotundidad geométrica exterior contrasta con la fluidez del espacio interior imbuido en misticismo. La gran cobertura de vidrio y acero permite la entrada de la luz, creando un ámbito cambiante a lo largo del día y de las estaciones. Esta barrera permeable facilita la integración entre interior y exterior, aspecto que el arquitecto prohíbe en el resto de la envolvente. Además, las sombras que proyecta la estructura de la cubierta en los muros interiores dibujan patrones cambiantes que generan gran dinamismo.

CATEDRAL DE EVRY
En 1988, la diócesis de Corbeil-Essonnes solicita los servicios de Mario Botta para la construcción de la catedral de Evry, al sur de París. La solución formal y conceptual adoptada continúa la línea planteada en la iglesia de San Juan Bautista, donde un rotundo volumen geométrico acoge un espacio interior que clama a los sentidos. En este caso, Botta adopta la forma circular para la base del cilindro truncado, geometría ligada simbólicamente a la perfección de Dios.

Dos muros de hormigón armado, que albergan entre sí espacios auxiliares y técnicos, se revisten con más de 800.000 ladrillos para generar un compacto volumen que apenas se relaciona con el exterior. Este cilindro recto se corta por un plano oblicuo que se convierte en la cubierta del edificio, verdadera protagonista del proyecto.

La cubrición de la catedral se compone de una estructura espacial triangular central y dos grandes lucernarios que permiten la entrada de luz natural a la nave principal. Al exterior, los muros del cilindro se prolongan en altura para albergar una corona vegetal que sirve de remate de la edificación. La implantación de 24 tilos en esta diadema, dota al edificio de un profundo simbolismo espiritual. Al interior, la luz toma el testigo de la vegetación para generar un espacio que invita al recogimiento. El triángulo central, símbolo de la Santísima Trinidad, parece estar suspendido en el aire, gracias al efecto lumínico de los lucernarios que lo rodean.

MUSEO DE ARTE MODERNO DE SAN FRANCISCO
Un año después del encargo de Evry, Mario Botta comienza a proyectar el Museo de Arte Contemporáneo de San Francisco, su primera obra en Estados Unidos.

El arquitecto suizo diseña un edificio, cuya rotunda volumetría de muros de hormigón revestidos de ladrillo, se escalona en su fachada principal y se remata con un cilindro truncado. Este elemento principal, potencia a su vez la simetría del conjunto. Para remarcar más aún la relevancia de esta forma geométrica, Botta la reviste de piedra canadiense gris y blanca dispuesta en hiladas alternas. La bicromía es una reminiscencia del románico italiano tan admirado por el arquitecto. Y es que el museo se configura como un verdadero templo del saber, una moderna catedral del arte con el cilindro truncado como hito.

En el interior, el cilindro se sostiene por cuatro columnas y alberga las escaleras de acceso a las salas de exposiciones, así como un puente en celosía en la planta quinta. El vestíbulo se convierte en una plaza con iluminación cenital difusa, gracias a la cubierta acristalada y las paredes interiores del cilindro. Esta cobertura vetrada, ilumina a su vez, de manera indirecta, las salas de exposiciones superiores.

CAPILLA DE MONTE TAMARO
En 1990, Egidio Cataneo, encargó a Mario Botta el diseño de una capilla funeraria en memoria de su esposa. La construcción se debía ubicar en el Monte Tamaro, a una altitud de 2.000 metros, contando con unas vistas privilegiadas del entorno natural.

El arquitecto vuelve a emplear el cilindro truncado como forma primordial, pero en este caso introduce otro elemento, una rampa lineal, que rivaliza en importancia con dicho volumen. De esta forma, el visitante puede recorrer un camino ascendente hasta llegar al punto más alto del cilindro truncado y asomarse a un mirador ubicado sobre el campanario de la capilla. Un recorrido íntimo que llama a la reflexión rodeado de la naturaleza.

El acceso a la capilla se realiza por debajo de la rampa. El interior se muestra recogido, y la luz toma de nuevo un papel fundamental. Botta la introduce cenitalmente y de manera difusa, tal como había dispuesto en proyectos anteriores. Sin embargo, en esta ocasión, no renuncia al exterior, permitiendo disfrutar del entorno a través de vanos ubicados entre las bancadas a nivel de suelo.

La cubierta del cilindro truncado es accesible a través de una doble escalera ubicada junto a la entrada. La cobertura, a su vez, se convierte en una escalinata, siguiendo el carácter ascensional del proyecto. Las contrahuellas se encuentran horadadas y permiten la entrada de la luz para iluminar el espacio interno de la capilla.

El material usado por Botta, en esta ocasión, vuelve a cobrar gran relevancia. El arquitecto emplea atípicamente un pórfido almohadillado, cuyos evidentes ecos clásicos son empleados de forma completamente moderna.

IGLESIA DEL AEROPUERTO DE MALPENSA
Casi una década después de la concepción de la capilla de Monte Tamaro, Botta diseñó la iglesia del aeropuerto de Malpensa. En 1998, un edificio religioso destinado a judíos y cristianos iba a quedar unido a la terminal aérea mediante una pasarela elevada. Lamentablemente, no llegó a construirse nunca.

En esta ocasión, Botta multiplica el cilindro truncado por tres, generando una forma de trébol que queda contenida en planta por una circunferencia. Ello le dota de una imponente presencia, a la par que de un fuerte simbolismo.
BODEGAS CANTINA PETRA
La empresa vitivinícola italiana contrata los servicios de Mario Botta en 1999 para el proyecto de una bodega en Suvereto, Toscana. En su diseño, podemos ver aunados los recursos arquitectónicos empleados en construcciones anteriores.

El cilindro truncado se presenta como principal protagonista, ubicándose en el centro de la composición de marcada simetría. Una rampa de acceso parte por la mitad el cilindro y realiza una ascensión cuyo destino parece ser la propia naturaleza. Este carácter ascensional se refuerza por el escalonamiento de la cobertura del cilindro truncado. Las contrahuellas de esta escalinata se emplean para iluminar el espacio interior, generando bonitos efectos lumínicos.

Al igual que en la catedral de Evry, la cubierta del cilindro se corona con una diadema de especies vegetales. Pero a diferencia del carácter simbolista que este recurso presenta en el edifico sacro, en la bodega toma una índole integradora. Así, logra mimetizar la construcción en su entorno al fusionar esta diadema con el bosque del fondo.

Sin embargo, la envolvente presenta en este proyecto una mayor permeabilidad que en ejemplos anteriores. Esto es debido a que una parte importante de su cerramiento se acristala, lo que motiva la relación entre espacio interior y exterior.
Con Bodegas Cantina Petra terminamos este recorrido por la arquitectura de Mario Botta. Aunque parece que en los últimos años, el arquitecto no ha vuelto a emplear dicha forma geométrica con tanta intensidad, quizás su estudio nos asombre en un futuro con una nueva creación en la que el cilindro truncado brille con luz propia.