A principios del siglo XX la ciudad de San Sebastián ganó al mar un terreno en el denominado ensanche de Zurriola. Pocos años más tarde, un lujoso casino de corta vida se iba a erigir en dicho solar. Desde la demolición de ese casino hasta la construcción del actual palacio de congresos y auditorio, hubo toda una serie de propuestas edificatorias que no llegaron a ejecutarse nunca.
A lo largo de este artículo de un paseo por…, vamos a analizar la historia del Kursaal a través de los cuatro concursos que pretendieron dar forma al solar K, un enclave privilegiado de la ciudad.
CONCURSO 1916: ORIGEN DEL EDIFICIO
En 1916 se convocó un concurso internacional que tenía como objetivo el diseño de un nuevo casino para la ciudad de San Sebastián en el ensanche Zurriola. El francés M. Auguste Bluysen salió vencedor y cinco años después la reina María Cristina inauguraba el magnífico edificio. El Gran Kursaal iba a completar la intensa oferta lúdica y social que lucía la ciudad española.

Esta tipología arquitectónica pretendía dar repuesta a un modo de vida muy concreto que nació a finales del siglo XVIII con la introducción de la “cultura balnearia”. El balneario decimonónico es un lugar destinado al desarrollo de la vida social y el cuidado personal de las élites culturales. El kursaal, cuyo significado es “sala de curas”, era el edificio principal del complejo y acogía las actividades sociales del mismo. Sin embargo, poco a poco fue independizándose funcionalmente hasta transformarse en casino de juegos.

A esta fiebre balnearia, que tuvo su cenit en el último cuarto del siglo XIX, hay que añadir la condición de San Sebastián como uno de los destinos veraniegos ideales de la monarquía, la nobleza y la alta burguesía españolas. La capital guipuzcoana, además, gozó de ciertos privilegios y tolerancias con respecto a la práctica del juego, lo que hizo su elección más atractiva y la posicionó en la misma línea de los grandes destinos costeros, como Biarritz y Menton en Francia, Brighton en Inglaterra o Forte dei Marmi en Italia.

La construcción del gran Kursaal pretendía afianzar su puesto dentro de estos selectos destinos vacacionales, por lo que se le dotó de un programa muy completo. Las lujosas salas se decoraron con esmero, destacando entre los diversos espacios el casino, el teatro y el salón de banquetes. La actividad desde sus inicios fue frenética, realizándose numerosas fiestas y eventos. Sin embargo, la prohibición del juego por parte de Primo de Rivera en 1924, frustró todas estas expectativas. Desde entonces, el edificio albergó distintas actividades como teatro o cine, hasta que en 1965, sus propietarios decidieron demolerlo.

CONCURSO DE 1965: EUROKURSAAL
Los promotores del inmueble consideraron que la renovación del edificio no era rentable debido a su obsolescencia. Por ello, decidieron convocar un concurso internacional en 1965. La nueva construcción debía albergar un programa muy diferente, incluyendo un hotel de lujo, viviendas, oficinas, comercios, restaurantes, sala de patinaje, piscinas y cines. Con ello esperaban rentabilizar rápidamente su inversión.
Los años sesenta supusieron la eclosión del veraneo de masas. La recuperación económica, las leyes sociales franquistas y el fin de la II Guerra Mundial, propiciaron que España se erigiese como destino vacacional ideal. Se crearon verdaderas “ciudades de sol y playa” y el turismo se estableció como uno de los principales motores económicos. San Sebastián, sin embargo, mantuvo durante cierto tiempo su status quo de localidad para el veraneo de élites, manteniendo la imagen de ciudad elegante y aristocrática. Todo esto explicaría por qué los promotores incluyeron un hotel de lujo en el programa, fomentando el turismo de una minoría selecta.

Se presentaron la friolera de 122 propuestas, por lo que el jurado separó los proyectos en tres grupos: realistas, convencionales y fantásticos. El equipo ganador estaba conformado por los arquitectos Jan Lubicz-Nycz, Carlo Pellicia y William Zuk, los cuales según el jurado habían resuelto el gran volumen a edificar mediante formas ligeras que respetaban el perfil de la ciudad.
El potente impacto que produce el edificio es patente en las fotografías de la maqueta, donde un doble volumen en U se presenta como un poderoso emblema o icono de la ciudad que cuadruplica en altura a las construcciones colindantes. Pese a la permeabilidad que presenta la estructura porticada de las plantas inferiores, la escala del edificio y su fuerza expresiva poco tiene que ver con el perfil edificatorio donostiarra de menor densidad.

CONCURSO DE 1973: GRAN KURSAAL
Una serie de circunstancias hicieron inviable la construcción de la propuesta ganadora de 1965, por lo que ocho años después se convocó un nuevo concurso, esta vez mediante invitación. Seis equipos españoles y uno brasileño presentaron sus propuestas con un programa muy similar y una edificabilidad menor. Con ello, se pretendía lograr una mayor integración de la edificación con la ciudad, generando volúmenes más amables que armonizaran con el entorno.
Dos equipos obtuvieron la máxima puntuación, Sáenz de Oiza y Corrales y Molezún, siendo estos últimos los que redactarían un proyecto en 1976 junto a Luis Peña Ganchegui. Ambas propuestas presentaban modelos de ocupación en manzana.

Sáenz de Oiza presenta una propuesta de manzana cerrada que se adapta al solar y dialoga en altura con las edificaciones de la avenida Zurriola, manteniendo el perfil edificatorio del tejido urbano y generando un nuevo vial paralelo a la costa. En el centro de la manzana se ubicaba una gran plaza cubierta con jardines a los que se abrían en planta baja los espacios comerciales, de ocio y oficinas.

Corrales y Molezún proponen igualmente un paseo paralelo a la costa, pero sin embargo, abren la edificación a la avenida Zurriola, creando un amplio espacio urbano que aloja las piscinas, los cines y las oficinas. El volumen edificatorio en altura contiene las viviendas, rematándose al este con una torre que alberga el hotel de lujo. Este volumen de marcado carácter vertical pretendía ser el referente de la edificación.

El edificio comenzó a construirse, pero las dificultades económicas obligaron a parar la obra. Únicamente se ejecutó la cimentación y transcurrido un tiempo, los propietarios vendieron el solar al ayuntamiento de San Sebastián.
CONCURSO DE 1989: PALACIO DE CONGRESOS Y AUDITORIO KURSAAL
En su momento, la corporación municipal estudió la viabilidad constructiva del solar. La sociedad de la España democrática había cambiado y ya se distinguía con claridad entre el turismo de sol y playa y el turismo cultural. La cultura se convierte en una herramienta de competencia entre ciudades, las cuales pretenden hacerse más atractivas al visitante mediante una arquitectura de vanguardia. Todas las actuaciones, a su vez, debían ser rentables para la ciudad. Por todo ello, el ayuntamiento decidió modificar el uso del edificio, promoviendo un palacio de congresos y auditorio que pudieran acoger la celebración del Festival de Cine Internacional, el Festival de Jazz, la Quincena Musical y otros eventos.
En 1989 se convoca el concurso, invitando a participar en el mismo a equipos de prestigio internacional. Norman Foster, Arata Isozaki, Mario Botta, Rafael Moneo, Juan Navarro Baldeweg y Corrales con Peña Ganchegui fueron los encargados de presentar propuestas para un edificio que debía albergar, aparcamientos en planta sótano, un auditorio, una sala polivalente, un palacio de congresos y salas de exposiciones. Se dejó libertad a los participantes para añadir al programa otros usos o servicios que considerasen necesarios.

El jurado valoró con especial atención la relación coherente de las propuestas con respecto a su entorno. La peculiar situación del solar como borde de la ciudad y la disposición de una escala adecuada fueron factores determinantes para la elección del proyecto ganador, prestando especial cuidado en que la propuesta seleccionada sirviera de filtro entre el tejido urbano existente y el mar. Bajo estas premisas fueron preseleccionados los proyectos de Juan Navarro Baldeweg y Rafael Moneo, siendo este último el vencedor por un estrecho margen de votos.
La propuesta de Moneo se aleja del excesivo volumen edificatorio y de la concepción de remate de trama urbana de los concursos anteriores. El arquitecto dispone dos volúmenes que se apoyan sobre una plataforma que actúa como gran plaza pública y mirador al mar. Era precisamente, el espacio filtro que buscaba el jurado, un espacio que participa abiertamente en el paisaje.

Moneo dispone el programa mínimo establecido por el concurso, evitando engrosar innecesariamente el volumen edificatorio. Tres plantas se proyectaron bajo rasante, restando únicamente sobre tierra la plataforma y los dos volúmenes que a modo de grandes rocas varadas alojan la sala de congresos y el auditorio. Estos cuerpos son los verdaderos protagonistas y la inclinación de sus caras les dota de un fuerte dinamismo. Para el auditorio, Moneo escoge un esquema de gran aceptación que presenta techos planos y una planta rectangular, en la que su largo casi duplica su ancho. El cerramiento se soluciona mediante una doble piel de vidrio prensado que permite variar notablemente la imagen diurna y nocturna de la edificación. Puntualmente, se abren vistas al entorno mediante grandes ventanales. La sala de congresos presenta las mismas soluciones que el auditorio y puede ser usada como sala de música de cámara si es necesario.


El acceso principal se realiza en planta baja a través de un gran porche que se abre a la trama urbana. En esta planta se ubican las zonas de uso público, mientras que en planta sótano se sitúan fundamentalmente los espacios auxiliares. Así, bajo el auditorio se disponen las salas de ensayo, camerinos, partiruteca, biblioteca, almacenes y otros. Todos los espacios de planta sótano cuentan con iluminación cenital a través de la gran plataforma de planta baja.

En las siguientes dos plantas sótano se proyecta el garaje del edificio. A dicho espacio se accede desde una rampa helicoidal que se ubica en el extremo oriental del solar. El restaurante se sitúa por el contrario en el límite occidental, relacionándose directamente con la ciudad y disponiendo de un acceso independiente que le permite disponer de un funcionamiento autónomo. Sobre el restaurante se proyecta un espacio auxiliar destinado a dar servicio hostelero al auditorio.

A día de hoy, el edificio Kursaal es uno de los más emblemáticos de la ciudad, cuyos dos bloques a modo de escollera han contribuido a perfilar el skyline costero de la actual San Sebastián, sin duda embelleciéndolo.