El 16 de Mayo de 1956, se estrenó en Chicago la película The Searchers de John Ford. Pese a que la acogida de la misma no fue la esperada, con el tiempo se ha convertido en una de las películas más admiradas y veneradas de la historia del cine.

El film, ejemplo emblemático del western, influenció a importantísimas obras de géneros bien diversos, como Taxi Driver, Lawrence de Arabia y Star Wars, entre otros. En este artículo de mirar… vamos a analizar el largometraje, poniendo la mirada en el momento histórico que quiso inmortalizar su director y analizando las herramientas que empleó para enfatizar esta narrativa épica de la historia de Estados Unidos.
EL ARGUMENTO
A los tres años de la finalización de la guerra de Secesión estadounidense, Ethan Edwards (John Wayne) retorna a su hogar en Texas. Sin haberse prácticamente acomodado marcha junto con su sobrino adoptivo Martin Pawley (Jeffrey Hunter) en una partida expedicionaria. Durante la misma, la granja de los Edwards es arrasada por los comanches, sobreviviendo únicamente Lucy, la hija adolescente, y la pequeña Debbie, las cuales son secuestradas.

Tras el entierro de los familiares, una partida de hombres parte en busca de las jóvenes, debiendo reducirse el grupo por distintos percances durante el viaje. Así, consiguen encontrar a Lucy violada y asesinada. Tras este dramático hallazgo, tío y sobrino, partirán en un viaje épico que durará años para rescatar a Debbie, y en el que mostrarán en múltiples ocasiones marcadas diferencias. Mientras que Martin desea reencontrarse con su hermana adoptiva, Ethan sólo quiere venganza. El origen mestizo de Martin provoca el rechazo en Ethan, que no duda en mostrárselo a la mínima oportunidad.

Investigando, averiguan que es el comanche llamado Cicatriz el que tiene presa a Debbie y finalmente unos muleros mexicanos les dirigen al campamento en el que se encuentra el captor y la ya no tan niña Debbie (Natalie Wood). Martin y Ethan chocan frontalmente en su manera de recibir a Debbie. Finalmente Ethan regresa con Debbie al hogar.

Tal como lo resumió el propio Ford en una entrevista con Peter Bogdanovich, The Searchers “es la tragedia de un solitario. ”Sólo era un solitario, que en realidad nunca podía formar parte de la familia”. Así, el protagonista comienza y termina con el mismo plano, como una figura acercándose o alejándose del hogar. Escena con un marcado contraste lumínico, entre la oscuridad interior y la luminosidad exterior, de importante dificultad técnica y que dota de gran fuerza a la narrativa del film.


LA CONQUISTA DEL OESTE RELATADA EN EL WESTERN
Estados Unidos empleó el arte, y sobre todo el cine, como herramienta legitimadora del nacimiento de la nación. Sin duda, dentro del séptimo arte, fue el western el género que mejor encajaba para esta intención, reflejando la conquista del Oeste y la expansión de su frontera de una forma épica.
El Oeste se presentaba como una lugar de oportunidades con abundancia de acres libres por ocupar y labrar, una tierra prometida para mejorar las condiciones de vida de unos colonos ansiosos por conquistar nuevo territorio, que dejaban atrás su pasado en favor de una nueva identidad norteamericana. La amenaza que suponían las tribus autóctonas indias no echaban para atrás a estos pioneros que dieron forma a la nación americana y carácter a sus instituciones, las cuales sin abandonar los esquemas organizativos europeos, transcendieron de un sistema más primitivo a la complejidad de la vida citadina.
Esta transición está muy patente en las estructuras arquitectónicas presentadas en Centaruros del Desierto y otros westerns. Así, las unidades constructivas más básicas, como son la cueva, la tienda y la cabaña, son las tipologías arquitectónicas más representativas del film, las cuales son anecdóticas frente a Monument Valley, incuestionable protagonista como veremos más adelante. Este aspecto no es baladí, ya que la cueva, la tienda y la cabaña son las unidades más primitivas de las que el ser humano ha hecho uso para protegerse. Y es que los western no dejan de reflejar la lucha por la superviviencia de los primeros colonos americanos del Oeste.



La gran pantalla, que llegaba fácilmente a las masas, se convirtió rápidamente en un potente sistema de comunicación. Ello permitió al western recrear la idea histórica sobre el nacimiento de la nación estadounidense que favorecía un fuerte sentimiento de pertenencia y legitimación. Los estereotipos generados facilitaron la asimilación de los hechos por el público general, siendo John Ford el director que mejor supo recrear este aspecto, mediante una dilatada carrera y magníficas obras.
El mito del Buen Salvaje cobra fuerza en la colonización del Oeste, en la que el hombre vive en armonía con la naturaleza, en un marco idílico de tierras vírgenes y puras que simbolizan la tierra prometida. Las largas caravanas de pobladores traen la civilización a estas tierras y sus pobladores chocan frontalmente con las poblaciones indígenas. Es por ello, que el indio en este discurso se presenta como el enemigo, el cual no quiere adaptarse al sistema de los colonos. No obstante, Centauros del Desierto se engloba dentro de los western revisionistas, en los que se hace una revisión del discurso transmitido hasta entonces. El rol de antihéroe rodeado de una fuerte melancolía, cansado tras la guerra, que presenta el personaje que encarna John Wayne o el claro debate sobre racismo que se abre entre tío y sobrino, son algunos ejemplos de ello. No obstante, el indio, en este caso Cicatriz, sigue presentándose como el malo de la película y no será hasta 1964 con “El gran combate”, cuando el director muestre la historia desde el punto de vista de los nativos norteamericanos.

MITOS MODERNOS: JOHN WAYNE
No cabe duda que el cine se convierte en el siglo XX en la gran fábrica de mitos modernos. Los mitos de la Antigüedad Clásica son de esta forma sustituidos por los grandes artistas de Hollywood y las historias que relatan en sus películas. Tras la II Guerra Mundial este proceso de acelera y se encamina a la mitología cinéfila, en la que los personajes de la gran pantalla son admirados e imitados. Todo ello se rodea de un fuerte merchandising que potencia a su vez la idolatría e impulsa la industria del cine.

El western americano genera sus propios mitos, elevando a niveles de leyenda a los protagonistas y algunos de sus villanos. Entre ellos sobresale sin duda alguna John Wayne. El actor norteamericano se convirtió en el símbolo de la masculinidad estadounidense, encarnando todos los valores de la nación. Y sin duda, Wayne es deudor de los films de Ford, que le transcendieron al grado de mito americano. Ford y Wayne se presentan como un perfecto engranaje, generando algunos de los mejores largometrajes del género, películas hoy en día de culto, que hacen las delicias de los seguidores del género. Y entre ellas, Centauros del Desierto ocupa un lugar muy especial, ya que en ella, Ford explota de manera soberbia la psicología del personaje de John Wayne, que va más allá de una mera fachada de héroe y lo eleva al grado de icono. Tal es la importancia que Ford otorga a la psicología del personaje, que solicitaba a los guionistas redactar las biografías de los personajes antes de realizar el guión. El resultado fue tan sobresaliente que este film es para gran parte de la crítica el mejor western de la historia del cine.

En esta línea, nos parece que la traducción española que se hizo del film The Searchers es muy apropiada, ya que realmente John Wayne y Jeffrey Hunter se presentan como modernos centauros montados sobre sus caballos. Una reencarnación de los seres de la mitología clásica con los que comparten la valentía y la fortaleza.
MONUMENT VALLEY COMO PROTAGONISTA

El espacio es uno de los grandes protagonistas de la creación fílmica de John Ford, el cual supo aprovechar el paisaje natural de una manera soberbia. Tanto es así, que la película se rodó íntegramente en espacios exteriores naturales, entre los que Monument Valley se alza majestuosa. Los protagonistas se sumergen en un viaje épico en el que la naturaleza, procuradora tanto de vida como de muerte, aparece como un constante telón de fondo. La elección de este paraje para la escenografía de Centauros del Desierto no resulta casual, ya que este lugar fue el preferido del director, figurando en nueve de sus películas desde el rodaje de La diligencia en 1939.
En Centauros del Desierto, la historia se va sucediendo alrededor del paisaje de Monument Valley en una explosión de color y luz con la fotografía como principal herramienta fílmica. Este espacio sobrecoge a la par que asombra por su belleza y ayuda a construir el momento histórico y la psicología de los personajes. La referencia natural solamente se pierde en momentos puntuales, en los que las unidades constructivas básicas creadas o manipuladas por el ser humano, la cueva, la tienda y la cabaña, se revelan como los primeros indicios de la domesticación de dicha naturaleza.

Ford solicitó a Winton C. Hoch que se hiciera cargo de la dirección de la fotografía. El estadounidense, quien ya había trabajo con el director en otras películas, realizó un trabajo sobresaliente que le propició una nominación al Óscar. La película se rodó en formato Vistavisión con Technicolor de tres negativos, lo que aporta unos colores muy vívidos y saturados al paisaje. El intenso azul del cielo y el rojo-anaranjado de la tierra, dotan al paisaje de fuerza y grandeza. El espacio fílmico y físico de Monumentalmente Valley es fundamental para la comprensión de la poética de la historia.

Aunque la fotografía no es la única herramienta fílmica que permitió a Ford generar un film sobresaliente, sí fue una de las más relevantes, de la que se sirvió para representar un momento histórico fundamental en la historia estadounidense. El paisaje va más allá de simple decorado, transportándonos a un lugar y momento concreto, la creación de la nación norteamericana. El director estadounidense realizó un trabajo que roza la excelencia técnica y estilística, cuyo visionado actual es una verdadero placer pese al paso de más de medio siglo desde su concepción, e invitamos al lector a disfrutar de su visionado.