En 1961 se estrenó la película West Side Story en estela del éxito obtenido por dicho musical en Broadway cuatro años antes. El film dirigido por Robert Wise y Jerome Robbins obtuvo una gran crítica, se alzó con 10 estatuillas Óscar y contó con un larguísimo período de proyección en las salas de cine.

A lo largo de este artículo, vamos a mirar… este musical, género que ya había comenzado a mostrar signos de decadencia, pero que contó todavía con magníficos ejemplos como el que nos ocupa. Nos centraremos en los puntos más relevantes del film al ritmo de la vigorosa música de Leonard Bernstein y recorreremos las calles de Nueva York de la mano de dos bandas juveniles: los Jets y los Sharks.
ARGUMENTO
La película sigue el guión de la novela Romeo y Julieta de William Shakespeare, pero ambientada en un moderno Nueva York. Los Jets y los Shark son bandas juveniles rivales del Upper West Side de Manhattan, siendo los primeros hijos de inmigrantes europeos y los segundos portorriqueños recién llegados. Los Jets ven amenazada su supremacía en el barrio y los enfrentamientos son constantes.

Durante el baile en el gimnasio, Tony (Richard Beymer), ex miembro y creador de los Jets, conoce a María (Natalie Wood), hermana del jefe de los Shark, enamorándose perdidamente. Su amor, rodeado de dificultades, se verá envuelto en una escalada de violencia entre las bandas juveniles, sucediendo un fatal desenlace.
EL MUSICAL Y EL EFECTO TEENAGER
A finales de los años veinte, cuando el sonido conquistó definitivamente el cine, el musical se convirtió en un género de gran repercusión con un amplio desarrollo, destacando la comedia musical. En contraposición, West Side Story iba a abandonar la comedia para acoger el drama y la acción, para un género que ya había comenzado a agonizar.
La historia originaria planteada por Jerome Robbins exponía un amor imposible entre una judía y un católico enfrentados por sus diversas comunidades. Tras exponer su idea a Leonard Bernstein y Arthur Laurents, decidieron introducir esa misma historia en un problema social contemporáneo. Y es que los periódicos del momento no paraban de publicar noticias de enfrentamientos entre bandas juveniles de diverso origen. Así nacieron los Jets y los Sharks, y la idea estaba completa para empezar a trabajar.

En 1957 se estrenó el musical en Broadway teniendo un gran éxito de taquilla. Inmediatamente, comenzó el trabajo de realización de una película con un presupuesto mucho más elevado de lo que era habitual para un musical.
La llegada de la década de los cincuenta, por otro lado, supuso un cambio importante para la industria cinematográfica, la cual comenzó a tomar conciencia de la influencia social que procuraba el séptimo arte. A mediados de dicha década, los jóvenes se revelan como parte fundamental de la audiencia, generando un nicho de mercado adolescente que continúa hoy en día. La reinterpretación de Romeo y Julieta envuelta en la delincuencia de las calles neoyorkinas, casó perfectamente con esta población juvenil ávida de historias problemáticas, con jóvenes por protagonistas que rechazan la autoridad y muestran escaso respeto por las generaciones precedentes.

El carácter juvenil del film es potenciado por Saul Bass, diseñador creativo que se encargó del diseño de la entrada y los créditos finales de la película. Los créditos finales se presentan a modo de grafiti, modalidad pictórica asociada con lo urbano, la transgresión y la juventud. Estos créditos supondrían el colofón a una constante presencia del grafiti a lo largo del film, el cual es empleado como sello de posesión, marcando los muros de una Nueva York asombrosa y atrayente, a la par que hostil con los protagonistas de la historia.

LA INMIGRACIÓN Y EL GRAN SUEÑO AMERICANO
A mediados de los años cuarenta comenzó un proceso migratorio masivo desde Puerto Rico hacia Estados Unidos. Nueva York se convirtió en el destino elegido por excelencia, llegando a acoger, a mediados de los años cincuenta, más habitantes portorriqueños que la propia San Juan de Puerto Rico. Los inmigrantes portorriqueños se asentaron fundamentalmente en Manhattan, agrupándose en comunidades y desarrollando trabajos precarios que hacían muy difícil el crecimiento económico y social de estas familias.
A esta situación, ya de por sí complicada, se añadió la discriminación racial sufrida, curiosamente por parte otro grupo migrante. Los inmigrantes europeos, y fundamentalmente sus descendientes, se erigen a sí mismos como verdaderos herederos de la nación estadounidense y consideran a cualquier otro colectivo migrante como ciudadanos de segunda. Ello favoreció que el colectivo portorriqueño pagara un precio más alto durante su arduo proceso de asimilación en la sociedad estadounidense.

El film refleja toda esta problemática desde el comienzo. Los Jets, dueños y señores del Upper West Side de Manhattan, ven al nuevo colectivo como una amenaza que puede robarles sus negocios, su barrio y su estilo de vida. Tanto es así, que la propia policía muestra cierta complicidad con el colectivo europeo, manifestando un rasero bien diverso hacia los recién llegados.
Para reflejar este problema racial de una forma más potente, Jerome Robbins y Leonard Bernstein introducen en la historia a dos bandas juveniles rivales, los Sharks y los Jets. De esta forma, reflejan otro problema social contemporáneo a la obra, el crecimiento de la agrupación de jóvenes en bandas que arrastran a sus componentes hacia un comportamiento delictivo. De una manera un tanto dulcificada o ingenua, la película roza la problemática cultura juvenil norteamericana, en cuyos barrios más humildes la juventud se agrupa generando individuos alienados y subordinados al grupo. El fotógrafo Bruce Davidson en 1959 observó y fotografió durante meses una de estas bandas juveniles neoyorquinas. Sus instantáneas no pueden sino que marcar una evidente diferencia con la tibieza de los Jets y los Sharks.

LOS PROTAGONISTAS: LA MÚSICA Y EL BAILE
Sin duda uno de los platos fuertes de la película es el baile y la música. Jerome Robbins, unos de los más prestigiosos e innovadores coreógrafos de Broadway se encargó de dirigir los números musicales del film, mientras el veterano Robert Wise se encargaba de la dirección del drama. El exigente coreógrafo llevó al límite a los bailarines que se vieron obligados a realizar tareas propias de especialista, que generaron en no pocas ocasiones lesiones y atrasos.

La música no ayuda a crear una coreografía más asequible, ya que los tiempos diseñados por Leonard Bernstein de cinco por cuatro, seis por ocho y veinticinco por seis, se alejaban de los convencionales de cuatro, seis u ocho, a los que estaban acostumbrados los bailarines. Si embargo, la fusión de estas dos geniales mentes creativas generó un brillante conjunto de piezas de gran variedad formal y musical.
Durante la filmación de los números coreográficos se usaron planos vertiginosos y picados por las calles de Nueva York mientras los bailarines pelean danzando, lo que generó imágenes de singular belleza. Sin duda, el baile inicial que nos presenta a ambas bandas, con el chasquido de dedos característico es uno de los mejores números de la historia del cine. El baile y la música nos presentan el argumento con una fuerza que no necesita de diálogos o canciones para su comprensión. Se presentan como las herramientas narrativas perfectas para trasladar al espectador hacia ese barrio neoyorkino cargado de conflictos sociales con jóvenes furiosos dispuestos a emplear la violencia. Para potenciar la identificación de bandas Robbins diferenció el vestuario por su cromatismo. Así, los Sharks destacan por el empleo del color rojo y el violeta, mientras que los Jets emplean fundamentalmente tonos ocres y fríos.

Es destacable además, cómo Robbins consigue crear una identidad de conjunto en cada banda sin perder el protagonismo individual de cada bailarín. Todos se mueven en un mismo sentido pero no de la misma forma, lo que enriquece notablemente los números musicales. No obstante, la excelencia de la coreografía de West Side Story ensombrece ligeramente la historia de amor que sirve de argumento al film. Tanto es así que los personajes de Anita (Rita Moreno) y Bernardo (George Chakiris) poseen una fuerza de la que adolecen los protagonistas. No es de extrañar por lo tanto, que el Óscar fuera a parar a manos de Moreno y Chakiris, los secundarios.

LA CIUDAD COMO TELÓN DE FONDO
Si existe una ciudad cinematográfica instalada en el colectivo mental, ésta es sin duda Nueva York. La ciudad de los rascacielos y las oportunidades aparece en infinidad de películas, aunque solamente en algunas de ellas se convierte en verdadera protagonista del film. West Side Story es una de ellas.

Si la película es una obra teatral filmada, la ciudad es su telón de fondo. Una ciudad que se presenta ruda e incómoda, en la que sus calles y callejones acogen a una juventud que no admite el orden social y que ve de primera mano cómo acontece el amor frustrado de los protagonistas. Una de las imágenes que más se recuerda del film es el encuentro de Tony y Maria en el oscuro callejón al que da la vivienda de ésta. Un callejón amenazante que no parece ser un escenario idílico para la luz que desprenden los amantes.
Y pese a que la mayor parte del film empleó decorados, dichos escenarios se realizaron con rigor, basándose en las distintas localizaciones que se visitaron y fotografiaron para su posterior reproducción y empleo en el film.

La importancia que el equipo de producción dio a la ciudad es patente desde el inicio de la película, cuando una maravillosa obertura de Leonard Einstein se fusiona con la creatividad de Saul Bass. Así, al ritmo de los temas que aparecerán en el film, un fondo de distintos colores, se acompaña de una serie de líneas que conforman aparentemente un diseño abstracto. Estas líneas no son otra cosa que una vista aérea de Manhattan la cual es ya visible cuando aparece el título de la película.

Tras ello, una filmación aérea nos acompaña acercándonos al barrio del Upper West Side, permitiéndonos una perfecta panorámica de la ciudad y llegando al barrio en el que se desarrolla toda la ación. Como espectadores nos convertimos en auténticos emigrantes llegando a Nueva York por primera vez y somos recibidos por los Jets, en un derroche de hostilidad al ritmo de música, baile y chasquidos. Un potente arranque de la película que pone las cartas sobre la mesa desde el principio.

A partir de ese momento, la ciudad que ya se ha presentado, nos ha absorbido y no volverá a mostrarse en toda su magnificencia, sino que de manera directa y cruda presentará aquellos rincones que sirven de refugio a los Jets y los Sharks, las tribus urbanas protagonistas.
RECEPCIÓN Y ADAPTACIONES
La recepción de la película fue muy positiva, tanto por parte de la crítica como por parte del público en general. La película llegó a permanecer en taquilla un prolongadísimo período de tiempo, algo impensable en la sociedad de la inmediatez en la que nos vemos inmersos actualmente. Los premios no tardaron en llegar, conquistando 10 estutuillas de las once nominaciones otorgadas por los premios Óscar de 1962, entre ellas mejor película y mejor dirección.

La obra continuó proyectándose en Broadway hasta nuestros días, convirtiéndose en un verdadero clásico que ha deleitado a varias generaciones. Recientemente, Steven Spielberg estrenó una adaptación del film, consiguiendo cerrar algunos asuntos pendientes sin dejar de ser fiel a la película original. El genial director ha conseguido crear una gran obra en un género nunca antes ensayado por él. Spielberg abandona la tibieza de las bandas originales y otorga una mayor fuerza a la historia de amor de los protagonistas. En contraposición, abandona el grafiti que Saul Base integró tan hábilmente. Con todo, ambas versiones son magníficas y merecen un atento visionado.