La obra más destacada de la arquitectura hebrea es sin duda alguna el mítico Templo de Salomón, construido hace aproximadamente tres mil años. Este edificio religioso de un pequeño reino de Oriente Próximo era una construcción relativamente modesta, pero se convirtió en todo un símbolo para tres de las religiones que cuentan con más adeptos en el mundo, el judaísmo, el cristianismo y el islamismo, provocando incluso guerras por la posesión del lugar en el que se erigía.
El edificio y aquello que representaba se rodeó de un áurea mística cuya influencia ha llegado a día de hoy. Pero, ¿cómo era realmente el Templo de Salomón?, y ¿con qué fin se construyó? En este artículo de qué curioso… vamos a contestar a esas y otras preguntas.
EL TEMPLO COMO HERRAMIENTA LEGITIMADORA POLÍTICA Y RELIGIOSA
Tras la muerte de Saúl, las diferencias entre las distintas jerarquías hebreas se agudizaron, dividiéndose el reino en Israel y Judá. A ello se suma la dificultad que suponía la integración de los diferentes pueblos cananeos conquistados. Tras el asesinato del hijo de Saúl, David accede al poder y unifica nuevamente ambos reinos. No obstante, los recelos entre estos territorios no terminarían con la unificación, desembocando en una nueva ruptura tras el reinado de Salomón, hijo de David. Este panorama político se complicaba más aún con la presencia de territorios hostiles a la tradición hebrea.

David demostrando su buen hacer político, traslada su residencia de Hebrón a Jerusalén, ciudad de los jebusitas que se ubicaba estratégicamente en el punto medio de las influencias de los reinos de Israel y Judá. Esta decisión satisfacía a ambos reinos y a los territorios no hebreos que quedaban bajo su dominio. Era el primer paso en su intención de unificar política y religiosamente todos sus territorios, legitimar su poder e implantar una dinastía monárquica en un territorio que se oponía a la monarquía hereditaria. Y qué mejor forma de legitimar ese poder que mediante la construcción de un templo que ligara al monarca con el dios de los hebreos, y que además estaba asociado al lugar en el que Abraham fue bendecido y donde se produjo el episodio del sacrificio de Isaac.

Pero las tribus israelitas no eran partidarias de la construcción de un templo físico, por lo que el sabio monarca, sabedor de que la presencia de una reliquia de importancia legitimaría dicho templo como casa de Yavhé, se dispuso a traer a Jerusalén, el Arca de la Alianza y el Tabernáculo de la Reunión. Desde que Moisés mandó construir bajo mandato divino el Arca, éste había tenido un carácter itinerante durante el viaje de los israelitas. David llevó a Jerusalén el Arca de la Alianza como acto triunfal y lo hizo colocar provisionalmente en el Tabernáculo. Esta acción además de legitimar a Yavhé y su mandato, le permitía congraciarse con la población israelita que había visto con recelo el gobierno de un rey judaíta.

A la muerte de David se produjo la confrontación entre israelitas, de tradición más conservadora, y judaítas y jebusitas, de tendencias imperialistas. Salomón, hijo de David, salió victorioso de dicha confrontación, aplastó a la facción antimonárquica y terminó la empresa iniciada por su padre, construyendo en el Monte Sión, actualmente Monte Moria, en el año 973 a.C. el primer templo de Jerusalén dedicado a Yavhé.
LA ARQUITECTURA DEL TEMPLO
A día de hoy, no ha quedado ningún resto del Primer Templo de Jerusalén, y debido a la sacralidad del lugar, la realización de campañas arqueológicas en el Monte Moira son harto complicadas. Por ello, las fuentes fundamentales con que contamos para la reconstrucción del Templo son las literarias, concretamente el libro de Reyes de la Biblia.

El reino de Salomón no contaba con una arquitectura tradicional que diera forma a su templo, además de no disponer de trabajadores cualificados para tal empresa. Por otro lado, el rey no poseía capital líquido suficiente para abarcar dicha construcción. Por ello, el monarca se muestra digno heredero de su padre, realizando una maniobra política brillante. Salomón, solicitó al rey fenicio Hiram de Tiro, capital y mano de obra para la construcción del templo, a cambio de la cesión de tierras israelitas, concretamente un sector que acogía agitadores antimonárquicos. De esta forma resolvía dos problemas de un plumazo. No es de extrañar entonces, que el templo se construyera a la manera de los templos fenicios coetáneos, lo que parece casar perfectamente con las fuentes literarias.
Pese a ello, las interpretaciones de los textos bíblicos y de los hallazgos arqueológicos han dado lugar a una amplia variedad de modelos que pretenden reconstruir el mítico templo. No obstante, las propuestas más admitidas configuran el templo como una estructura rectangular, bastante alargada, que se dividía en tres partes y se encerraba en un gran patio amurallado que lo contenía. Su eje principal se orientaba en sentido este-oeste, orientación seguida por la mayor parte de los edificios sagrados, debido al fuerte simbolismo que ofrece la salida y el ocaso del sol. El material empleado para su estructura fue la piedra dorada de Judea, que se revistió al interior con madera de cedros del Líbano y oro. Además, estaba profusamente decorado con figuras aladas, palmeras, guirnaldas…

Trataremos ahora de visitar el Templo siguiendo el orden natural de sus espacios. El edificio sagrado se encontraba rodeado de un gran patio exterior de dimensiones inciertas en el que se situaba el “mar de bronce”, un gran pilón de agua que permitía realizar las abluciones rituales, así como otras pilas de menor tamaño destinadas a la quema de los sacrificios. Al templo propiamente dicho se accedía a través del “ulam” o vestíbulo porticado con dos columnas de bronce, las famosas Jachin y Boaz, expresión de la unión de los reinos de Judá e Israel, que sirvieron de inspiración para la conformación de la columna salomónica. Este espacio servía de transición entre el patio exterior y la nave interior.

El Santo o “hekal” era una nave alargada que contenía la mesa para los panes de la Presencia, un altar dorado para la quema de incienso y otros objetos sagrados o simbólicos, como los candelabros bañados en oro. Los paramentos y los pavimentos se encontraban revestidos con paneles de cedro. A ambos lados de la nave se ubicaban diferentes estancias, mientras que en la parte alta se instalaron ventanas que permitían iluminar el espacio. La techumbre se resolvía plana y se sostenía por sólidas vigas de cedro.

Desde el hekal, una pequeña escalinata daba acceso al “debir” o Sancta Sanctorum, el lugar más sagrado del templo. Este espacio de forma cúbica albergaba el Arca de la Alianza, que quedaba custodiada por dos querubines revestidos de oro de más de 4,5 metros de altura. La alas de estos querubines recogían todo el espacio, protegiendo el Arca. Los paramentos estaban totalmente recubiertos de relieves de oro con querubines, cuya función simbólica era la de proteger el espacio sagrado. Bajo el “debir”, existía una pequeña sala en la que se guardaba el Tabernáculo de la Reunión.
LA LITURGIA EN EL TEMPLO
El cuidado del templo estaba subordinado a los sacerdotes, los cuales accedían a su puesto de forma hereditaria, dividiéndose las tareas específicas en servicios rotatorios.
La compleja liturgia consistía en una combinación de sacrificios de animales mediante los cuales se simbolizaba el perdón de los pecados y la acción de gracias. El sacerdocio debía atender los rituales diarioscomo el “tamid”, el cual consistía en la quema de una ofrenda todas las mañanas y todas las noches. Así mismo, diariamente debían realizar el encendido del candelabro, la ofrenda de incienso y la recitación de la bendición sacerdotal, realizada siempre por el sumo sacerdote. El culto se completaba mediante himnos y cantos llevados a cabo por sacerdotes instruidos en música y canto.

Durante la celebración del Shabat y otras festividades importantes, se realizaba sacrificios adicionales a los diarios. Además, para las festividades de Pascua, Pentecostés y Tabernáculos, el pueblo se trasladaba en peregrinación al templo, celebrando y renovando su pacto con Yavhé. Por otro lado, cada Shabat, los sacerdotes renovaban la ofrenda de los panes de la Presencia ante Yavhé. Doce hogazas de pan se colocaban en dos filas de seis sobre la mesa de oro de los panes, sustituyendo a los existentes, los cuales eran comidos por los sacerdotes.
EL TEMPLO TRAS SALOMÓN
Diez tribus del reino de Israel rehusaron someterse al gobierno del hijo de Salomón, cuando éste accedió al poder tras el fallecimiento de su padre. El reino quedó nuevamente dividido en Judá e Israel, cuyas capitales respectivas se establecieron en Jerusalén y Samaria. Durante casi cuatrocientos años, el templo y su liturgia se vio afectado por la diferente visión que los distintos reyes tuvieron sobre la función que debía desempeñar el templo.
La derrota del reino de Judá por los asirios provocó una importante pérdida de poder. Judá tuvo que ceder importantes terrenos al rey Sennaquerib, y la escalada en la adoración a los dioses profanos por parte de los judaítas provocó que durante 45 años el culto en el templo no fuera exclusivo de Yavhé. Josías restauró el reino política y religiosamente, liberándose del dominio asirio y restableciendo la liturgia exclusiva a Yavhé.

Tras la muerte de Josías, el reino de Judá se ve envuelto en una lucha de poder hegemónico entre Egipto y Babilonia. Nabuconodosor II conquista Jerusalén en el 596 a.C., quemando y destruyendo el templo. Pero ello no iba a significar el fin, sino el nacimiento del “Templo escatológico”. Pero esa será ya otra historia…