En esta ocasión en mirar… vamos a reivindicar la figura de la mujer artista, a través de la obra de la reputada retratista Sofonisba Anguissola (1530-1626), concretamente analizando algunos de sus autorretratos.

La pintora de Cremona, por voluntad de su padre, recibió una esmerada educación en las artes y letras, al igual que sus seis hermanas y su único hermano. Desde niña destacó en la pintura contando con las enseñanzas de Bernardino Campi, Bernardino Gatti, y posteriormente en Roma, del ilustre Miguel Ángel, el cual contaba ya con 80 años de edad.
Su excelencia en el retrato, hizo que la pintora cremonense empleara el autorretrato como una herramienta de reafirmación y reivindicación del ejercicio de su profesión.
EL RETRATO Y EL AUTORRETRATO
El retrato es, desde la Antigüedad, una herramienta para la memoria, una forma de homenajear personajes ilustres y dignos de recuerdo. Que el pintor se autorretrate en su obra es una manera de proclamar su importancia como artista, legitimándose e incluyéndose en un selecto grupo de poder.
Este aspecto cobra gran importancia en el Renacimiento, ya que el artista intenta dejar atrás su pasado gremial de artesano y ratificar su profesión como arte liberal. Desde este momento y hasta finales del siglo XVII, el pintor se representa como un erudito, un amante del arte y la retórica. Estas cualidades reflejan lo establecido por Baltassare Castiglione en su obra “El Cortesano” , la cual recogió el pensamiento humanista.
El autorretrato femenino va más allá, ya que la mujer debía demostrar sus capacidades artísticas con mayor ahínco. El propio Giorgio Vasari, pese a exaltar las cualidades de Sofonisba Anguissola, no deja de señalar el “asombro” que generaba la excelencia de la artista. Así mismo, en su obra “Las vidas de los más excelentes …” el italiano menciona a las mujeres artistas distinguiendo entre aquellas con virtudes propiamente femeninas y aquellas que son capaces de realizar sus obras “como si fuesen hombres”.
La influyente obra de Vasari no hizo ningún favor al colectivo femenino, estableciendo una clara jerarquía en la capacidad artística, en la que los hombres estaban en un nivel superior a sus compañeras. Sofonisba, tuvo por lo tanto, que demostrar más fehacientemente que un hombre sus cualidades artísticas, además de necesitar el apoyo masculino para el desarrollo de su arte tanto en el aspecto económico como en el social.
LOS PROBLEMAS DE LA MUJER ARTISTA
La mujer artista tuvo que enfrentarse a una serie de condicionantes que obstaculizaron el ejercicio de su profesión. Uno de estos condicionantes afectó a la temática de la obra, ya que algunos temas estaban vetados para la mujer. Las pintoras no tenían permitido representar desnudos ni estudiar anatomía, por lo que contaban con menos herramientas que su homólogos masculinos para la representación del cuerpo humano.
Sin embargo, se consideraba que la mujer tenía una habilidad natural para representar los llamados “temas femeninos”, en los que se incluían retratos de mujer, flores, tejidos, niños pequeños, escenas de maternidad, joyas y otras fruslerías. No es de extrañar que al comienzo de su carrera, Anguissola, realizara tantos retratos de su familia, ya que era un medio aceptado de aprendizaje, que además provocó que sus retratos fueran más íntimos y naturales, menos impostados. Estas obras familiares las podía firmar sin impedimentos, garantizando así su autoría.

Al volver a Cremona desde Roma recibe encargos para retratos de la nobleza y miembros de la Iglesia, pero los encargos eran limitados, ya que debía elegir modelos que no comprometieran su reputación. Por recomendación del Duque De Alba, se trasladó a la corte española de Felipe II, desarrollando el retrato, temática muy apropiada para su situación como dama de compañía de la reina. Retrató en numerosas ocasiones a la familia real, siendo sus retratos muy apreciados al dotarlos de gestos y posturas que reflejaban la personalidad del retratado.
Otro problema al que se tuvo que enfrentar Anguissola tiene que ver con el aspecto económico de la obra. Que una mujer cobrara por su trabajo era sumamente inapropiado, en lugar de un dispendio monetario la artista recibía regalos. Este hecho dificultaba establecer el valor económico de la obra. Además, generalmente los aspectos contractuales y económicos de una obra pictórica requerían de una figura masculina para garantizar el acuerdo, por lo que estas mujeres dependían de sus maridos, padres o hermanos para tales asuntos.
Todo lo expuesto ha fomentado que las mujeres artistas se hayan tenido que enfrentar a un problema de atribución en su obra. Este aspecto en el caso de Anguissola ha sido muy acentuado, ya que la pintora al figurar como dama de compañía y no como pintora de corte, no firmaba sus cuadros, lo que generó errores continuos de atribución. Además, la artista no firmaba contratos, por lo que la atribución se complicaba más aún. Gracias a revisiones de los últimos años, numerosas obras han visto devuelta su atribución a la pintora.
El ejercicio del autorretrato era una manera que la mujer artista tenía de reivindicar su trabajo y enfrentarse a la situación social en la que estaban inmersas, que les impedía ejercer su profesión de forma liberal e independiente.
LA PERFECTA CORTESANA
Al igual que sus homólogos masculinos, las pintoras desde el Renacimiento y hasta finales del siglo XVII trataron de hacer uso de la imagen de artista como pintor noble. El humanismo favoreció la creación y el establecimiento del pintor noble, un artista que no solamente domina el arte de pintar, sino que cuenta con formación y erudición en textos, obras clásicas, retórica, música, danza, coleccionismo y otros.
Anguissola en su autorretrato del Kunsthistorisches Museum se retrata mirando al espectador, portando en la mano izquierda junto al pecho un pequeño libro en el que figura escrito “Sophonisba Anguissola virgo se ipsam fecit 1554”. Mediante dicho recurso la pintora deja constancia de la autoría de la obra a la par que su erudición en las letras.

Por otro lado, la pintura y la música fueron equiparadas en multitud de ocasiones, ya que eran aficiones que estaba permitidas e incluso alentadas para las damas de la nobleza. Anguissola no dudó en retratarse en varias ocasiones tocando la espineta, uno de los atributos que recoge el la obra “El Cortesano”.

Además, al retratarse con la espineta, la pintora deja constancia de que la pintura no es el único talento que posee. Este don para las distintas formas artísticas, unido a su juventud, acerca a la cremonense al status de “genio” tan anhelado por el artista de aquel momento.
LEGITIMACIÓN COMO PINTORA
El aspecto más destacable del autorretrato femenino es el demostrativo y memorialista, mediante el cual la pintora reafirmaba su condición de artista y dejaba constancia de ello para la posteridad.
Era práctica común que el artista incluyera una obra suya dentro del propio autorretrato, transformándose la obra en un cuadro dentro de otro cuadro. Esto permitía que el pintor pudiera exponer en una única obra dos temáticas diferentes o estilos. Anguissola en Autorretrato en el caballete, se representa pintando un cuadro devocional de la Virgen con el Niño, portando el tiento y los pinceles en la mano.
Existen dos aspectos a destacar de la elección de cuadro devocional. El primero de ellos es el estilo manierista que emplea, el cual choca con el claroscuro de referencias flamencas y boloñesas del autorretrato. De esta manera la pintora pretende destacar su pericia en diferentes estilos artísticos.

Por otro lado, al tratarse de un autorretrato femenino, éste debía reflejar un equilibrio entre la artista dotada de un especial talento y la mujer honorable, discreta e intachable que la sociedad reclamaba. Así, la elección de un tema devocional, le permite aludir a un rol tradicional de la mujer. De esta forma, lograría mitigar la osadía de representarse a sí misma con el tiento y los pinceles durante la acción de pintar.
Pero si la inclusión de una obra propia dentro del autorretrato es una importante herramienta de autopromoción, retratar a tu maestro mientras te retrata es poner la guinda al pastel. Anguissola retrata en, Bernardino Campi pintando a Sofonisba Anguissola, a su maestro con los pinceles y el tiento retratándola, lo que genera un complejo autorretrato cargado de lecturas.

Primeramente, la pintora realiza un homenaje a su primer maestro mediante esta obra. Pero a la vez deja constancia, más allá de la exaltación de la pintura, de su posición social como mujer noble digna de ser retratada.
Además, la pintora se pinta a sí misma, pero no bajo su mirada, sino bajo la mirada de su maestro. Se ve a sí misma a través de otros ojos. Pero lo más importantes es que la obra no puede comprenderse del todo sin saber quién es el autor de la misma, lo que crea un lazo entre autor y obra indivisible y da una vital importancia a la autoría de la misma, aquello que tanto reclamaban estas magníficas mujeres artistas.
No obstante, pese a las dificultades propias de la mujer artista, Sofonisba Anguissola gozó en vida de un gran reconocimiento, tal como lo demuestra la visita que le realizó un joven Van Dyck para conocerla, poco antes de fallecer la pintora.
Finalizaremos este artículo con una bella frase de la pintora que refleja, que la gracia de nacer con un espíritu inquieto no distingue entre géneros: «La vida está llena de sorpresas; intento capturar estos preciosos momentos con los ojos bien abiertos».