El derrumbe del Imperio a finales de la VI Dinastía, dio paso al Primer Período Intermedio de gran convulsión política y crisis económica. Habrá que esperar a la XI Dinastía para que un rey, Mentuhotep II, unifique los reinos nuevamente e inaugure el Imperio Medio. Vamos a dar un paseo por… las tipología arquitectónicas funerarias que se desarrollaron durante estos dos grandes períodos de tiempo, y cuyas aportaciones y novedades fueron fundamentales para el desarrollo de la posterior arquitectura funeraria del Imperio Nuevo.
LOS HIPOGEOS DEL PRIMER PERÍODO INTERMEDIO
A finales del Imperio Antiguo, las señales de deterioro del poder absoluto del faraón son evidentes. Los nomarcas, habían pasado de ser simples funcionarios del imperio que administraban las provincias, a verdaderos señores con una relevante independencia. El ascenso al poder del clero, debilitó la autoridad real, lo que favoreció la independencia de estos señores de provincias.
Además, durante la VI Dinastía, Egipto se vio afectado por una intensa sequía, lo que provocó que el poder mágico del rey fuera puesto en tela de juicio. Por lo tanto, la figura del faraón quedaba cuestionada en su naturaleza real y divina, aprovechando los nomarcas y el clero la situación para ganar poder e independencia. El Imperio se disgregó en numerosos estados feudales y dio comienzo el Primer Período Intermedio, el cual abarcó las desde la Dinastía VI a la Dinastía XI.
Durante este período, las continuas luchas entre los gobernantes locales provocaron miseria y un notable retroceso en las artes plásticas. Las tumbas reales de este período no presentan ninguna evolución arquitectónica, quedando los complejos piramidales ya muy lejanos de la magnificencia de aquellos del Imperio Antiguo. Pese a que al comienzo del período los nomarcas siguieron levantando esquemáticas y reducidas mastabas junto a la tumba del faraón, éstas se vieron despojadas de las cámaras interiores, instalando puertas falsas para mitigar la pérdida. Poco a poco, la necrópolis real de Menfis se fue abandonando en favor de enterramientos provinciales y se creó, en el Alto Egipto, una nueva tipología funeraria, el hipogeo.
Estos hipogeos o tumbas excavadas en la roca son herederos de la arquitectura funeraria rupestre del Imperio Antiguo, y en su desarrollo influye notablemente la orografía del terreno. El Alto Egipto no cuenta con las extensas llanuras del Bajo Egipto para poder edificar, sino que queda restringido a una estrecha faja entre altos riscos. Cualquier construcción en esta zona del Valle quedaba expuesta a las crecidas del Nilo, por lo que la construcción de tumbas excavadas a media altura parecía lo más recomendable para la imperturbabilidad de la sepultura.

La secuencia templo del valle, calzada, templo funerario y pirámide de Snefru fue simplificada y adaptada, quedando el templo funerario y la tumba labrados en la roca y la calzada ascendente se adaptó a los acantilados presentando una marcada pendiente.
Entre la VI y la XII Dinastías se desarrolló este tipo de hipogeo, el cual presentó su propia evolución. Así, las primeras construcciones dentro de esta tipología, llamadas Querraum, presentan un desarrollo en planta paralelo al cauce del río, excavando las cámaras en línea con el frente del acantilado.

Dentro de esta tipología destacan las tumbas de Sabni y su hijo Mehku, nomarcas de Elefantina. Las columnas del espacio interior, así como la mesa de ofrendas se labraron en la propia roca, lo que unido a la escasa decoración de las cámaras dota a las tumbas de una sobriedad heredera de las construcciones de la IV Dinastía.

LA ARQUITECTURA FUNERARIA EN EL IMPERIO MEDIO
Mentuhotep II, a mediados de la XI Dinastía, consiguió unificar el país, para posteriormente restablecerse el totalitarismo en la dinastía XII. La explotación en las minas, las mejoras en la agricultura gracias a los avances en irrigación y fertilización y el desarrollo comercial con países limítrofes permitió el crecimiento y la prosperidad del país. Por otro lado, el poderío militar facilitó consolidar y estabilizar el país tanto internamente como en sus relaciones exteriores. Todo ello, generó otro período de esplendor en el que regentes y nomarcas realizaron empresas arquitectónicas nuevamente relevantes.
LOS ENTERRAMIENTOS REALES
El quinto faraón de la XI Dinastía se erigió una tumba real en el margen occidental de la capital tebana completamente novedosa. Consiguió fusionar una tumba en hipogeo con una estructura piramidal, rodeada de terrazas porticadas, que evocan a los templos solares. Todo ello, antecedido por un gran espacio abierto amurallado con reminiscencias del complejo funerario de Zoser en Saqqara.
Se ubica en la base del acantilado y está parcialmente excavado en la roca. El templo se orientó al este, en homenaje a Ra, se dedicó a la diosa Hator y presentaba el esquema tradicional de Snefru. El templo del valle se encuentra hoy en día perdido y una calzada ascendente de 35 metros de ancho y 1,2 kilómetros de largo, unía este templo con un inmenso patio a cielo abierto que antecedía al templo funerario y la tumba del rey.

El templo funerario está conformado por una serie de terrazas escalonadas y porticadas que dan acceso a patios igualmente porticados. La primera terraza da acceso a un primer patio ocupado por una gran estructura piramidal maciza. Según algunos investigadores, la construcción de esta pirámide es inviable, por lo que el espacio presentaría una cubierta plana. Seguidamente se ubica un segundo patio más pequeño que daba acceso a una sala hipóstila que quedaba parcialmente excavada en la roca. Completamente excavada se encontraba la tumba hipogea del faraón y los nichos para las princesas reales, sacerdotisas de Hator.

El simbolismo y las referencias espirituales en los elementos arquitectónicos siguen estando muy presentes en este novedoso modelo. Todos los elementos que configuraban el edificio tenían un carácter ritual o religioso, incluso aquellos decorativos o accesorios, como los sicomoros y tamarindos que se plantaron junto a la rampa de acceso a la primera terraza, los cuales tenían la función de dotar de sombra a las estatuas del rey.
En el templo funerario de Mentuhotep II prevalece el uso de los pilares frente al muro, lo que consigue aligerar notablemente la estructura y da una mayor sensación de liviandad al conjunto. Pero, las novedades de este templo no se reducen a su programa y estructura, sino que en su construcción se comenzaron a emplear elementos arquitectónicos que tuvieron un gran éxito posterior. Así, flanqueando la avenida de entrada aparecieron los primeros pilares osiríacos, en los que el faraón con los brazos cruzados es personificado como el dios Osiris. Además, se insertaron los capiteles hatóricos, en los que se representa a la diosa Hator en posición frontal con orejas de vaca.
Con la construcción del templo de Mentuhotep II la arquitectura funeraria egipcia evoluciona notoriamente, en respuesta a un cambio de mentalidad en la cultura egipcia. El edificio ya no se presenta a sí mismo como objeto para ser admirado, sino que se relaciona con su entorno, participando del mismo y generando espacios que se abren al visitante.

Tebas no consiguió imponer una tipología arquitectónica homogénea y la originalidad de Mentuhotep fue abandonada en arras de un retorno a los complejos piramidales del Imperio Antiguo. La Dinastía XII traslada la capital del reino a Menfis nuevamente retornando a las antiguas necrópolis reales del Bajo Egipto. La calidad de las construcciones del Imperio Antiguo no volvió a repetirse, por lo que estos complejos han llegado a nuestros días muy deteriorados. Generalmente se empleó el adobe para la construcción del núcleo de la pirámide, lo que afectó directamente a la estabilidad y durabilidad de la construcción. Solamente las pirámides de Amenemhat I y Seostris I realizaron su núcleo con material pétreo.

LOS ENTERRAMIENTOS PRIVADOS
La tipología arquitectónica Querraum del Primer Período Intermedio fue evolucionando hasta la tipología denominada Langraum, en la que las cámaras se excavan en sentido perpendicular al acantilado. Los diferentes nomos cuentan con sepulcros excavados en la roca decorados con magníficas pinturas murales que muestran gran variedad de materiales, decoración y morfología de planta. La monumentalidad quedaba reducida al tratamiento exterior del enterramiento, generando fachadas monumentales enmarcando los riscos. El interior presenta líneas más sobrias y puras influidas notablemente por la arquitectura doméstica.

Beni Hassan, Qubbet el-Hawa y Qau el-Kebir cuentan con magníficos ejemplos entre los que destacaremos los complejos funerarios de Wahka I, Ibu y Wahka II. Los complejos funerarios de estos nomarcas del X nomo se establecen como claros sucesores del templo de Mentuhotep II y precursores del magnífico templo funerario escalonado de Hatshepsut.
El esquema de templo del valle, calzada ascendente y templo funerario queda reforzado por el carácter ritual de la ascensión y el camino de la luz hacia la oscuridad. El templo del valle estaba construido con ladrillo y presentaba estructura de pilono. Este templo se unía con el templo funerario por una calzada ascendente techada.

Otro gran pilono recibía al visitante y daba acceso a un patio porticado con columnas protodóricas. A continuación, tres terrazas escalonadas consecutivas enmarcaban la idea de ascensión, y una serie de patios decrecientes tamizaban la luz favoreciendo la transición entre el espacio exterior y la oscuridad del interior en el que se alojaba el difunto. La tercera terraza daba acceso al hipogeo en el que se ubicaban la cámara funeraria y la sala de ofrendas. Este espacio se cubría por una gran bóveda en simbolismo de la bóveda celeste.
La riqueza de espacios de estas construcciones de la XII Dinastía queda ya muy lejos de aquellas más sobrias de comienzos del primer período intermedio, considerándose el cénit de la arquitectura funeraria privada del Imperio Medio.
Posteriormente, Seostris III centralizó el poder, por lo que estas tumbas principescas de los nomarcas desaparecieron, pero su influencia es fundamental más adelante, en la arquitectura del Imperio Nuevo.