Durante la XII Dinastía del Imperio Medio, diferentes pueblos nómadas comienzan a realizar incursiones en la periferia del país, aprovechando los primeros indicios de inestabilidad política que desembocaron en el Segundo Período Intermedio. Vamos a dar un paseo por… por ese Egipto convulso, analizando la importancia de la figura de Amosis I como punto de inflexión entre las antiguas tipologías funerarias y aquellas que se desarrollarán durante el Imperio Nuevo. A continuación, nos centraremos en la figura de Tutmosis I, el cual inauguró el Valle de los Reyes, e influyó en la generación de otras necrópolis de arquitectura funeraria privada.
NUEVA DECADENCIA EN EL SEGUNDO PERÍODO INTERMEDIO
Aunque el Segundo Período Intermedio no supuso un derrumbamiento completo del Imperio, la inestabilidad y la debilidad política de las XIII y XIV Dinastías provocaron el empobrecimiento de las manifestaciones artísticas. Se conocen pocas tumbas reales de esta época, siendo éstas de dimensiones muy modestas y materiales precarios y de baja calidad. Además, era habitual que los reyes de estas dinastías aprovecharan complejos funerarios existentes. La crisis económica favoreció que los encargos artísticos se redujesen, desapareciendo las tumbas de funcionarios ricamente decoradas y las grandes obras públicas.
La oscuridad de este período se agrava por la escasez de registros históricos y por la invasión de los hicsos, los cuales gobernaron durante la XV y XVI Dinastías, instaurando la capital en Avaris. Los restos de este período son más exiguos si cabe, seguramente debido a la destrucción de sus obras por parte de los faraones del Imperio Nuevo.
La XVII Dinastía estuvo gobernada nuevamente por egipcios, y sus reyes fueron los encargados de expulsar poco a poco a los hicsos. Las tumbas reales de este período no presentarán novedades, realizándose con adobe y presentando dimensiones reducidas, muy alejadas del esplendor de tiempos precedentes.
EL INICIO DEL IMPERIO NUEVO. LA ÚLTIMA PIRÁMIDE REAL
Amosis I, primer rey de la XVIII Dinastía, expulsa definitivamente a los hicsos de tierras egipcias y reunifica el reino. Tebas se establece como renovada capital y se abre el período del Imperio Nuevo, en el que las empresas arquitectónicas tendrán el mayor impulso de la historia del Antiguo Egipto.
Durante sus últimos años de reinado, Amosis I desplegó una actividad constructiva casi febril y se decidió a restaurar numerosas construcciones que fueron dañadas durante los convulsos años del Segundo Período Intermedio. En cuanto al programa funerario del rey, las estructuras generadas a tal fin fusionan la arquitectura del Imperio Antiguo y del Imperio Medio, cerrando un ciclo, aunque sus interrogantes son todavía numerosos.
Comenzaremos mencionando que la momia del faraón se encontró en
tumba DB320, tumba colectiva para la realeza junto a Deir el-Bahari al que se trasladaron numerosas momias para evitar los saqueos a los que se encontraban expuestas. La tumba origen del faraón es desconocida, existiendo varias posturas en la comunidad arqueológica actual.

De lo que sí existe constancia es de la existencia de un gran complejo funerario en honor al faraón en Abidos, complejo que se extiende a lo largo de aproximadamente un kilómetro y constaba de:
CALZADA, PIRÁMIDE Y TEMPLO
Desde la parte norte, una larga calzada da acceso a un templo funerario, cuya función sería probablemente la de culto principal del faraón. No obstante, este templo no quedaba adosado a la estructura de la pirámide, tal como sucede con los complejos que siguen el esquema de Snefru.
La pirámide real, la última construida en el Antiguo Egipto, se encuentra totalmente en ruinas, configurándose actualmente como un montículo de escombros. El hecho de que el núcleo de la misma fuera de pobre calidad, provocó que al retirar el revestimiento para su reutilización, el conjunto se viniera abajo. No obstante, los restos de un par de hiladas han permitido calcular su pendiente, estipulándola en 60º. Además, junto a la pirámide existen restos de otros dos templos dedicados a la esposa del faraón.
El hecho de que se existiera un cementerio para los sacerdotes que guardaban el culto al rey, denota la importancia que tenía el lugar y ha llevado a algunos investigadores a conjeturar sobre la posibilidad de que el faraón originariamente se encontrara enterrado en dicha construcción, pese a que no se hayan encontrado cámaras o pasajes interiores.
PIRÁMIDE DE TETISHERI
Amosis I construyó un cenotafio con forma piramidal en honor de su abuela Tetisheri, figura fundamental durante los tiempos de lucha y posterior expulsión de los hicsos. La pirámide no tenía carácter sepulcral, perfilándose ya la próxima disociación entre lugar de culto y tumba.
TUMBA DE OSIRIS
Un poco más adelante existe un complejo subterráneo que presenta numerosos interrogantes a día de hoy. Para algunos investigadores, seguramente se trate de un templo de culto osírico, por lo que representaría el inframundo. Sin embargo, otros investigadores sostienen que la construcción fue destinada a sepulcro del faraón.
TEMPLO FUNERARIO ATERRAZADO
Al final del complejo se llega a un templo aterrazado que se implanta en la base de la montaña y presenta a ésta como telón de fondo. La construcción está conformada por dos grandes terrazas de adobe y piedra, en sintonía con la tipología arquitectónica funeraria ya empleada por Mentuhotep II en el Imperio Medio.
Más allá de la relevancia arquitectónica de este conjunto, el cual se encuentra actualmente en estado muy precario y ruinoso, la importancia del complejo radica en que su construcción supone un punto de inflexión para la arquitectura funeraria egipcia. En un único complejo se integraba un complejo piramidal funerario herencia de la arquitectura del Imperio Antiguo, un templo funerario aterrazado herencia de la arquitectura del Imperio Medio, una estructura osírica, que tanta influencia tuvo en el Imperio Nuevo y un cenotafio que revela la disociación que se va a producir entre tumba y lugar de culto real.
EL PRIMER TUTMÓSIDA Y LA CREACIÓN DEL VALLE DE LOS REYES
Las tumbas reales llevaban sufriendo un expolio continuado al que no se conseguía poner freno, pese a los esfuerzos empleados en realizar cámaras cada vez más inaccesibles. Tutmosis I, tercer faraón de la XVIII Dinastía, tomó una decisión que condicionó la arquitectura funeraria de los siglos posteriores. Así, encargó a su arquitecto Ineni la construcción de una tumba en un lugar secreto y recóndito que evitase a los saqueadores, inaugurándose el magnífico Valle de los Reyes. Esta decisión conllevaba un cambio fundamental en la arquitectura funeraria egipcia, ya que se separaba completamente el lugar de culto del lugar de descanso eterno.

Pero no debemos dejar de lado que este cambio fundamental no hubiera sido posible sin la influencia de las tumbas hipogeas del Imperio Medio. La orografía de Tebas, con sus acantilados escarpados no es la menfita de extensas llanuras, lo que obligó a emplear otra tipología de tumba, la excavada. Tutmosis I da un paso más allá disociando tumba de templo y fundando una necrópolis magnífica en la orilla occidental de Tebas.
Este afán por esconder la morada eterna del faraón provocó que se buscara ocultar el acceso a la tumba, por lo que el tratamiento externo de la construcción es nulo. Toda la ostentación propagandística asociada a la tumba del faraón es relegada a los templos de culto asociados, los cuales se podían encontrar a kilómetros del lugar de enterramiento.
Pero el cambio en la tipología arquitectónica funeraria debe leerse también desde una clave espiritual. La tumba subterránea está asociada al submundo de Osiris y al viaje nocturno del dios sol. La concepción onírica del Más Allá ha desplazado la concepción simbólica de pirámide como escalera hacia el cielo. Ahora, el faraón, en la barca de Ra y acompañado de otras divinidades, viaja por los oscuros hipogeos para renacer como Osiris. Estas ideas serán traducidas a las formas arquitectónicas de la sepultura. Así, el pozo es el ámbito que tiene que atravesar el difunto para renacer como Dios y la cámara del sarcófago es la imagen de la duodécima hora de la noche.

LA TUMBA KV 20
La tumba construida por Ineni es una de las más largas del Valle de los Reyes, se ubica al este en una zona de difícil acceso y presenta un desarrollo un tanto inusual, ya que su dirección principal es invertida. Algunos autores han querido ver en este hecho, la intencionalidad de Hatshepsut, la cual se enterró junto a su padre, de unir esta tumba con su templo funerario en Deir El Bahari.

El acceso (A) de la tumba no presenta ningún tratamiento y pretende ocultarse en el entorno, evitando así ser encontrada por los saqueadores. Tras él, una consecución de rampas, escaleras y corredores conducen a la sala sepulcral (E) en la que se ubicó el sarcófago con la momia de Tutmosis I.
Posteriormente, Hatshepsut amplió la tumba incluyendo un pequeño corredor que conducía a la sala sepulcral (F) destinada a alojar los cuerpos de padre e hija. Tres pequeñas capillas satélite (G) abren a este espacio y servían como almacenes del sepulcro.

Excavar tan profundamente en la roca trajo como consecuencia la imposibilidad de decorar los paramentos de las salas sepulcrales, ya que la capa de esquisto existente lo dificultaba enormemente. Por ello, se considera que los bloques de piedra caliza decorados con tinta negra y roja que se encontraron durante la excavación de la tumba, pudieron ser usados como revestimiento de la cámara sepulcral.
La tosquedad de la ejecución de esta tumba se irá afinando a lo largo de la XVIII Dinastía y evolucionará posteriormente en tumbas bellamente decoradas, no solamente en sus cámaras sepulcrales, sino también en sus corredores y rampas.
Pese a todos los esfuerzos, estas tumbas también fueron saqueadas, aunque cabe decir que las pocas tumbas intactas que han llegado a nuestros días pertenecen en su mayoría a esta dinastía, que fue la que más afán puso en esconder sus moradas eternas. Y es que tal como afirmó el propio Ineni, la tumba del faraón Tutmosis I se realizó “sin que nadie lo viera, sin que nadie supiera”.
LA ARQUITECTURA FUNERARIA PRIVADA DE COMIENZOS DEL IMPERIO NUEVO
Tal como sucedió con la arquitectura real, el esplendor del Imperio Nuevo favoreció el desarrollo en la capital tebana de varias necrópolis con tumbas de excelente factura, cuya decoración en algunos casos incluso superó a la real.
EL VALLE DE LOS NOBLES
Entre los templos funerarios ubicados en el límite de la zona inundable del margen occidental del Nilo y el Valle de los Reyes, se desarrollaron un conjunto de seis necrópolis con tumbas hipogeas , ubicadas en pequeños farallones, que estaban destinadas a albergar a los altos funcionarios y personas relevantes del Estado. Pese a que alguna de estas necrópolis comenzó a estar ocupada durante la XI Dinastía, es en la Dinastía XVIII cuando se produce un importante aumento de los encargos para la construcción de tumbas privadas, habiendo llegado hasta nuestros días más de doscientas tumbas.

La disociación que realizó Tutmosis I entre el templo y la tumba no tuvo un desarrollo paralelo en el ámbito privado. Estas tumbas estaban prefiguradas para visitarse y honrar a los difuntos, por lo mantuvieron la función sepulcral y la de culto, dotándose de espacios diferenciados para cada función.
REUTILIZACIÓN DE TUMBAS DEL IMPERIO MEDIO
La práctica de la reutilización de espacios arquitectónicos en el Antiguo Egipto fue común a lo largo de su historia, aprovechando estructuras abandonadas por sus anteriores propietarios a las que se les modifica o renueva entre otros aspectos, la decoración.
La tipología de estas tumbas se compone de un pórtico que se desarrolla a lo largo del farallón en el que se inserta, un corredor más o menos estrecho y largo y una capilla destinada a los ritos funerarios. Generalmente, en la cabecera de la capilla se insertaba un nicho con estatuas del difunto y sus familiares.

TUMBA DE T INVERTIDA
Esta tipología arquitectónica tiene su origen en la XVIII Dinastía y fue la más empleada. Se compone de un patio que participaba en la dinámica del culto del difunto. Este espacio exterior contaba con un muro perimetral que servía para contener las tierras y cerrar el espacio. La fachada se presentaba lisa y se remataba mediante un friso. Ésta disponía de un acceso al interior sobre la que se situaba un nicho con estatua. Por último, en este espacio se encontraba el foso, utilizado para alojar el sarcófago con el cuerpo del difunto. Este foso era posteriormente sellado con tierras y piedras para evitar su acceso.

En el interior, el primer espacio al que se accede es la sala transversal, en la que los familiares y amigos del difunto se reúnen para celebrar diferentes festividades anuales. Tras esta sala un corredor más o menos largo daba acceso a la cámara o capilla funeraria que se podía rematar con un nicho para la estatua ubicado en el eje del corredor.
El proceso constructivo de estas tumbas hipogeas estaba bien definido. Primero se excavaba el eje principal de la tumba, aquel perpendicular a la línea de fachada hasta lograr la profundidad total. Posteriormente se excavaba la sala transversal dejando los pilares que fueran necesarios para el adecuado sostén del espacio generado.
Existía una gran variedad de tumbas en tamaño, complejidad y calidad decorativa que dependía fundamentalmente del rango del difunto. No obstante, el tipo de roca y su calidad también era determinante en la elección de la decoración en relieve o pintura. La temática de esta decoración giraba en torno a temas religiosos, ritos funerarios, las actividades profesionales del difunto o escenas de la vida cotidiana, presentando ejemplos magníficos en los que se ve una mayor libertad de ejecución por parte del artista, quizás favorecido al alejarse del ámbito real.

EL VALLE DE LOS ARTESANOS
La continuidad en la elección del Valle de los Reyes como lugar de enterramiento tras Tutmosis I, provocó que los artesanos que construían y decoraban estas tumbas, se trasladaran al cercano valle de Deir el Medina para habitarlo. Lo que comenzó con la construcción de unas pocas casas se convirtió al poco tiempo en un verdadero poblado.

Los primeros ejemplos de la XVIII Dinastía se ubican en la zona más baja de la necrópolis y son tumbas muy sencillas y sin ornato. No obstante, éstas serán cada vez más ricas en estructura y decoración, generando ya en la XIX Dinastía una nueva tipología que veremos en artículos posteriores.