A la muerte de Amenofis III, su hijo accedió al trono y estableció un cambio ideológico que supuso un pequeño paréntesis en la rígida sociedad egipcia. Bajo su reinado, Amenofis IV comandó una revolución religiosa con importantes consecuencias, aunque los cambios por él introducidos no le sobrevivieron y se retornó inmediatamente a las viejas creencias.

Durante este artículo, vamos a dar un paseo por… la arquitectura funeraria desarrollada durante este período, analizando la influencia que la nueva religión tuvo en las diferentes tipologías funerarias.
LA REVOLUCIÓN RELIGIOSA DE AKENATÓN
Antes de que terminara su primer año de reinado, el faraón Amenofis IV comenzó a construir en Tebas un Ben-ben de notables dimensiones dedicado a la divinidad Ra-Horakty. Esta construcción anticipaba la prevalencia que otorgó el rey al dios solar, transformándose Ra-Horakty en Atón, el astro solar. Esta nueva divinidad se representó como un disco del que salen rayos que terminan en manos dirigidas hacia la tierra. El atonismo había llegado, y para celebrar la nueva y verdadera religión, Amenofis IV comenzó a construir un complejo arquitectónico, un templo solar dedicado a la nueva deidad en Karnak. Él mismo iba a establecerse como único sumo sacerdote y único intermediario válido, cambiando su nombre por Akenatón “Aquel en quien se complace el disco solar”.

Pero esta creencia monoteísta necesitaba un lugar elegido en el que únicamente se adorara a este dios verdadero, por lo que Akenatón fundó en el quinto año de su reinado Aketatón (actual Amarna), trasladándose posteriormente con su familia y la corte. En esta nueva ciudad, el faraón construyó un gran templo solar dedicado a Atón que se componía de una consecución de patios abiertos con altares.
LA TIPOLOGÍA FUNERARIA AMARNIANA
Akenatón continuó con la tipología funeraria de hipogeo instaurada por Tutmosis I en el Valle de los Reyes de Tebas, aunque imprimiéndole ciertas modificaciones que separaron ideológicamente ambas estructuras funerarias.
Tal como se establece en un artículo anterior, los faraones de la XVIII Dinastía abandonan la tipología de pirámide, que simboliza el culto al sol, para acoger el hipogeo, que simboliza el tránsito al Más Allá. En este punto, cabe la pena reflexionar el por qué Akenatón no llevó su revolución religiosa hasta sus últimas consecuencias generando una nueva tipología funeraria que abandonara la estructura osiríaca en favor del atonismo. La respuesta quizás se encuentre sencillamente en la practicidad del hipogeo, el cual se adaptaba perfectamente al relieve geográfico de Amarna con sus colinas y acantilados que a su vez, protegían más eficazmente las construcciones frente a los saqueadores. En cualquier caso, Akenatón eligió un desértico valle a unos 10 km. de la ciudad para inaugurar El Valle de los Reyes de Amarna.

Una diferencia fundamental entre el Valle de los Reyes de Tebas y el de Amarna reside en el carácter espiritual de su ubicación con respecto al Nilo. Así, mientras que el primero se ubica en la orilla occidental, simbolizando el submundo de Osiris y el viaje nocturno del dios sol, el segundo lo hace en la oriental, simbolizando el lugar en el que nace Atón inundando de luz y vida el reino. Pero además, existe otra diferencia fundamental, ya que en Amarna se abandona la construcción de la Casa de Millón de Años.
LA TUMBA REAL TA26
La tumba del faraón Akenatón, denominada TA 26, se ubica en el silencioso Valle de los Reyes de Amarna y presenta un desarrollo longitudinal con dos bifurcaciones.

La línea principal de la tumba se compone de una primera zona de acceso descendente (A), un largo corredor sin decoración (B), una antesala decorada (C), que probablemente protegía la cámara de posibles inundaciones, y una cámara real (D), de grandes dimensiones sostenida por dos pilares y con una cuidada decoración que fue posteriormente dañada.
En cuanto a las dos bifurcaciones, comentar que la primera comunica con una consecución de salas sin acabar que probablemente estaban destinadas a ser la tumba de la reina Nefertiti (E). Sin embargo, la segunda bifurcación comunica con tres salas decoradas denominadas alfa (F), beta (G) y gamma (H), destinadas dos de ellas a albergar el cuerpo de dos damas reales.

Al analizar esta estructura vemos nos novedades fundamentales como Tumba Real. La primera es que probablemente nos encontremos frente al primer Panteón Real del Antiguo Egipto. Si bien son conocidos ejemplos anteriores, como la tumba KV20, en la que Hatshepsut se hizo enterrar con su padre Tutmosis I, éstos poseían un carácter legitimador y no tanto familiar. En el caso de Akenatón, la tumba estaba destinada a albergar a su esposa y a sus hijas, siendo enterrada una de ellas mientras el faraón aún vivía.
Hasta el reinado de Amenofis IV, nunca se habían representado las escenas regias con tanta familiaridad. Existen relieves en los que Akenatón y Nefertiti se besan expresando su amor, escenas felices de la familia real junta e incluso episodios en los que se representa el profundo dolor del matrimonio real ante la muerte de su hija. Ello, demuestra la intencionalidad de exhibir una vida familiar feliz y llena de amor, haciéndolo perfectamente compatible con el deseo del faraón de construir un panteón familiar.

La otra novedad radica en la configuración arquitectónica de la tumba y la orientación de su eje longitudinal principal hacia el este. Este hecho ha llevado a algunos investigadores a afirmar que dicha disposición responde a la hipotética intencionalidad de que los rayos solares penetrasen hasta la cámara real gracias a la inclinación que presenta el corredor, lo que casa perfectamente con el culto monoteísta de Atón.
Por otro lado, no debemos dejar de señalar que el repertorio iconográfico de esta tumba difiere notablemente del tebano. No solamente en el aspecto formal de la misma, con el cambio en la anatomía y la búsqueda de un mayor movimiento, sino que se abandona la temática osiríaca en favor de representaciones de Atón y la familia real.
EL VALLE DE LOS NOBLES DE AMARNA
Las tumbas de los nobles se ubicaban en las colinas al norte de la ciudad, dividiéndose en dos necrópolis. Pese a que los restos funerarios son prácticamente nulos, ya que la mayor parte de ellas no fueron ocupadas por el temprano abandono de la ciudad, la información que ofrece su decoración a nivel social y religiosa es extremadamente valiosa.
En Amarna, la típica planta en “T” invertida evoluciona, ganando en complejidad a mayor estatus del comitente de la construcción. Probablemente la renuncia a la tipología tebana más habitual, responde al cambio ideológico y religioso del momento.

Los ejemplos más sencillos, como la tumba de Ahmose, Ramose y Penthu, se componen de patio exterior, corredor longitudinal, sala transversal y nicho para estatuas. Por lo que la diferencia con respecto a las tumbas tebanas radica en la ubicación de la sala transversal, colocada antes o después del corredor. Es bastante habitual que tumbas un poco más complejas introduzcan una o dos salas con columnas en el espacio del corredor, tal como sucede en la tumbra de Meyra y la de Panehesy. Además, existen una serie de tumbas de grandes dimensiones conformadas por una sala con numerosas columnas que se encuentran inacabadas, como la de Ay.

Al igual que sucede con la tumba real, el repertorio iconográfico de la decoración de las tumbas de los nobles abandona los temas osiríacos y aquellos cotidianos de caza y pesca para acoger temas relacionados con la familia real, apareciendo el fallecido como un personaje secundario.
TUTANKAMÓN Y EL REGRESO A LA ORTODOXIA AMONIANA
No se demoró mucho el restablecimiento del culto de Amón, llevándose a cabo durante el reinado del faraón Tutankamón, hijo de Akenatón. Amarna fue abandonada, regresando la corte a Tebas, y retomándose las antiguas costumbres religiosas y funerarias. El sacerdocio de Amón se retomó y se restauraron aquellos monumentos dañados por su padre.

En cuanto a la arquitectura funeraria post-amarniana, debemos señalar que se retomaron los enterramientos en el Valle de los Reyes y en las necrópolis destinadas a nobles de Tebas. Las estructuras funerarias continuaron con la tendencia estructural iniciada en Amarna pero retomando la iconografía amoniana, aumentando el número de dioses representados.
La tipología de tumba de noble más característica del período post-amarniano de finales del siglo XVIII se compone de patio, cámara transversal, amplia capilla de culto con cuatro pilares y nicho para las estatuas.
Por otro lado, comentar que las tumbas reales continuaron la tendencia amarniana de seguir un eje longitudinal, presentando corredores descendentes de mayor inclinación y recuperando el repertorio decorativo previo al atonismo. Hommereb, último faraón de la XVIII Dinastía inició el “dammatio memoriae”, persiguiendo la memoria de Akenatón y su atonismo y destruyendo sus monumentos.