Avanzamos un poco más en el análisis de la arquitectura funeraria egipcia. Durante este artículo vamos a dar un paseo por… los templos funerarios más relevantes tras el reinado de Ramsés II. A continuación, estudiaremos la tipología de tumba real desarrollada por los monarcas ramésidas, viendo sus ejemplos más reseñables. Finalmente, veremos las innovaciones establecidas durante la XIX Dinastía en Deir el-Medina.
EL TEMPLO FUNERARIO DE RAMSÉS III EN MEDINET HABU
La efervescencia constructiva del reinado de Ramsés II no fue superada por ninguno de sus sucesores. No obstante, algún faraón pugnó por emular la opulencia del gran rey en alguna de sus construcciones. Este es el caso de Ramsés III, que erigió su templo funerario en Medinet Habu, intentando competir con el colosalismo y la magnificencia del Ramesseum.

El inmenso complejo estaba rodeado por una muralla y contaba con un embarcadero al que llegaba la barca solar por el río Nilo. Desde este punto, durante la celebración jubilar, se realizaba un recorrido procesional atravesando el templo hasta la zona más sagrada. La muralla fortificada de adobe se atravesaba por una puerta monumental, flanqueada por sendas torres cuadradas en clara referencia a las fortalezas orientales. El templo presenta la estructura clásica de las Casas del Millón de Años, con dos patios consecutivos precedidos de pilonos, una sala hipóstila y el sanctasanctórum. Sus medidas son colosales, pretendiendo con ello maquillar los primeros signos de decadencia y emular el esplendor pasado.

El primer pilono de adobe da acceso a un patio ceremonial porticado con estatuas del faraón adosadas a las columnas. El palacio real se anexa a este primer patio y cuenta con la ventana de las apariciones desde la que el faraón realizaba en vida las ceremonias rituales. Este palacio se construyó en adobe y constaba de tres plantas con un salón columnado, un salón de audiencias y varias estancias secundarias. Pese a que su carácter era meramente representativo y ritual, se ponía especial cuidado en que la construcción fuese lo más fidedigna posible, dotándolo incluso de instalaciones sanitarias.

Una rampa ascendente comunica al segundo pilono, tras el cual se desarrolla el siguiente patio ceremonial que cuenta con una terraza columnada. La sala hipóstila se sustenta mediante doce columnas palmiformes y se encuentra rodeada de capillas destinadas al culto de familiares y divinidades. Al final del recorrido se ubicaba la zona más sagrada, lugar que albergaba la barca solar.

El templo está decorado con relieves murales en un estado de conservación excepcional, y se rodeaba de almacenes, patios, casas para los sacerdotes… El magnífico conjunto se presentaba como una pequeña ciudad destinada al culto del faraón y las divinidades.
LAS TUMBAS REALES RAMÉSIDAS
Los faraones de las XIX y XX Dinastías continuaron con la tradición de enterrarse en el Valle de los Reyes. Sin embargo, existe una clara evolución formal que distingue las tumbas ramésidas de aquellas precedentes.
Ya comentamos en un artículo anterior cómo Tutmosis I inauguró los enterramientos en el valle con la intención de evitar a los saqueadores de tumbas. Por esta razón, las construcciones externamente no presentan tratamiento alguno, ocultando el acceso a las mismas. Sin embargo, estas medidas no consiguieron evitar que los sepulcros fueran profanados. Frente a esta situación, los ramésidas decidieron no ocultar la entrada a las tumbas, proyectando majestuosas puertas de acceso. En contraposición, pretendieron mejorar las labores de vigilancia del valle, aunque el debilitamiento del poder central, sobre todo tras el reinado de Ramsés III, fomentó los saqueos.
Pero no fueron los saqueadores los únicos en dañar las tumbas, sino que las fuerzas de la naturaleza colaboraron en damnificar estos monumentos. Pese a que el valle luce un clima seco, perfecto para la conservación de los bienes, cada cierto tiempo violentas tormentas provocaban inundaciones que arrastraban a su paso lodo y rocas. Esta furiosa masa lograba en ocasiones superar las barreras protectoras de las tumbas, penetrando en las mismas y dañándolas.

Tal como ya comentamos, con Seti I se abandona el eje con recodo en ángulo recto por un único eje rectilíneo. Este esquema es continuado por los monarcas ramésidas. Por otro lado, existe una evidente tendencia a engrandecer los espacios. Los corredores son más largos, más anchos y más altos. Las cámaras funerarias son cada vez más espaciosas y monumentales y los sarcófagos en ellas contenidos más colosales. Durante la XX Dinastía, aunque las tumbas son de desarrollo más sencillo, abarcando menos superficie en planta, los espacios siguen tendiendo a engrandecerse tanto en altura como en anchura.
Esta tendencia a engrandecer espacios fue acompañada de la integración de puertas de madera de doble hoja que separaban los corredores y las cámaras. De la misma forma, la decoración en época ramésida presenta una evidente evolución respecto de las tumbas de la XVIII Dinastía, tendiendo a composiciones e iconografías más complejas y elaboradas. Existe a la vez la hipótesis de que las tumbas ramésidas fueran parcialmente accesibles por los sacerdotes durante ciertas ceremonias rituales. Ello explicaría el hecho de que los accesos a las tumbas no se ocultaran y que los espacios quedaran sectorizados por grandes puertas de madera.
KV5. TUMBA DE LOS HIJOS DE RAMSÉS II
La tumba de Ramsés II, KV7, no siguió la estela de sus grandiosas construcciones templarias. En un mal estado de conservación, fue tempranamente saqueada y posteriormente, llenada de escombros. Sin embargo, el gran faraón nos iba a regalar otra pequeña joya, la tumba KV5.
La longevidad del faraón y sus múltiples matrimonios propiciaron una gran descendencia que ascendió a casi un centenar de hijos e hijas. Esta colosal prole fue enterrada en la tumba KV5 de proporciones grandiosas y que a día de hoy, tras haber encontrado más de 130 salas y corredores, continúa excavándose. Otra característica excepcional de esta tumba es el suelo estucado con que se pavimentan algunas zonas. Esta solución constructiva es muy inusual debido a la fragilidad del material frente a la erosión. Veremos qué sorpresas futuras nos brindará esta construcción.
QV66. TUMBA DE NEFERTARI
Durante las XIX y XX Dinastías, las esposas reales, así como algunos hijos e hijas de faraones, fueron enterrados en el Valle de las Reinas, ubicado al sureste del lugar de enterramiento de los reyes. Este enclave no se escogió de manera fortuita, ya que al fondo del valle existe una estrecha garganta en forma de útero que simboliza la matriz de la diosa Hathor.
La Gran Esposa Real de Ramsés II dispone en este paraje de un sepulcro digno de la relevancia de su persona. El hecho de ser la mayor tumba del valle, el excepcional estado de conservación de sus pinturas murales, y la calidad de los trabajos ejecutados, hace de esta construcción una de las más bellas y relevantes del Antiguo Egipto.

La tumba de la famosa reina se ubicó en una zona donde la roca caliza era de mala calidad, lo que obligó a los artesanos a reparar el soporte mediante capas de yeso basto. A continuación, extendieron una capa gruesa de lechada de cal sobre la que aplicaron la pintura. El brillante colorido y la calidad de sus pinturas, al mismo nivel que las de Seti I, hizo que la tumba fuera abierta al público con excesiva prisa.

El Valle de las Reinas, no se había librado de los efectos devastadores del agua torrencial que arrasaba períodicamente la zona. La tumba de Nefertari nunca se llegó a inundar de lodo o rocas, pero el agua penetró en su estructura, impregnando el yeso de los muros y encharcando los suelos. Así, aumentó considerablemente la humedad de la piedra caliza que afloraró y cristalizaró. La gruesa capa de yeso se despegó y algunas zonas empezaron a caer. El cambio de las condiciones ambientales de la tumba con su apertura indiscriminada hizo que el proceso se acelerara. Ernesto Schiaparelli, descubridor de la tumba, ya advirtió de las nefastas consecuencias que podía acarrear su apertura al público.

KV11. RAMSÉS III
La ejecución de la tumba siguió las características generales ramésidas, con 10 metros de descenso y 125 metros de profundidad. Sin embargo, el eje rectilíneo debió ser corregido, ya que durante su construcción se topó con la tumba KV10, del faraón Amenmosis, abriendo un importante hueco en el techo de una de sus capillas. Para salvar dicho obstáculo, los constructores debieron realizar una única y atípica pendiente ascendente.

Pese a que la tumba ha sufrido algunas inundaciones, en conjunto mantiene la decoración mural en un buen estado. Las pinturas de colores brillantes son exquisitas y presentan originales iconografías. El plano de planta de esta morada de la eternidad es atípica, sin duda debido al gran número de espacios que alberga.
KV9. RAMSÉS V Y RAMSÉS VI
Tío y sobrino compartieron una tumba de desarrollo arquitectónico sencillo, en la que entrada, corredores, salas y finalmente cámara sepulcral, se concatenan en un recorrido perfectamente lineal.

La tumba se ubica en el centro del valle, donde la calidad de la roca es mayor, y ha llegado a nuestros días en un estado de conservación óptimo. Ello no la exime de haber sufrido diversas inundaciones, que sin embargo, no la han dañado significativamente. La pintura mural no llega a los niveles de excelencia alcanzados en épocas anteriores, aunque siguen asombrando por su belleza y alegre cromatismo. Destaca la cámara sepulcral, donde dos diosas del cielo decoran la bóveda de cañón que cubre el espacio.
EL VALLE DE LOS ARTESANOS EN ÉPOCA RAMÉSIDA
La evolución más reseñable dentro de las tumbas no reales hay que buscarla en el Deir el-Medina, donde habitaron los artesanos que trabajaban para las construcciones del Valle de los Reyes. El poblado estaba cerrado y vigilado, con la finalidad de salvaguardar los secretos de los enterramientos reales. En este lugar, sus pobladores se hicieron sepultar con ciertas características propias.

La estructura de las tumbas de Deir el-Medina era sencilla, contando con un patio con pozo que llevaba al sepulcro enterrado y una capilla donde se reunían los amigos y familiares. Sin embargo, el aumento de la importancia al culto solar durante la XIX Dinastía, provocó que la supraestructura funeraria cobrara gran relevancia, coronando la construcción con una pirámide de adobe. La apropiación de esta forma geométrica les permitía además asociarse a los orígenes de la civilización egipcia y a las enseñanzas de Heliópolis. Con el tiempo, las tumbas se fueron haciendo familiares, comunicándose unas entre otras. De esta manera, trasladaban al Más Allá los lazos compartidos en vida.

Durante la XX Dinastía la crisis política y económica del país es cada vez más evidente, lo que conllevó a la pérdida de poder de la familia real. Tras el reinado de Ramsés XI, la situación se hace insostenible, dividiéndose el Reino y dando comienzo al Tercer Período Intermedio.