La muerte de Ramsés XI supuso el final de la dinastía ramésida y la llegada de un nuevo ciclo de inestabilidad. A lo largo de este artículo de un paseo por…, analizaremos la evolución de la arquitectura funeraria del Tercer Período Intermedio y del Período Tardío, épocas en las que Egipto se vio sometido a diferentes dominaciones extranjeras que afectaron en mayor o menor medida a sus ancestrales expresiones artísticas.
EL OCASO DE UN ARTE MILENARIO
El Antiguo Egipto, durante sus últimos ocho siglos de vida, mostró un debilitamiento político que propició la dominación extranjera. Libios, kushitas, persas, griegos y romanos, gobernaron en diferentes momentos el país. Las influencias artísticas de estos conquistadores no supuso una ruptura con períodos anteriores, salvaguardando la raíz cultural egipcia.

La arquitectura funeraria de este momento no logrará emular el esplendor de tiempos pasados. La consecución de diferentes crisis y períodos de inestabilidad provocan un evidente freno en la actividad constructiva. La característica monumentalidad egipcia no será recuperada, exceptuando algunos ejemplos que veremos más adelante.
LAS TUMBA-CAPILLA COMO NUEVA TIPOLOGÍA FUNERARIA
Tras la muerte de Ramsés XI, último monarca ramésida, la inestabilidad abocó a una nueva división política del país. El Alto Egipto quedó dominado por reyes-sacerdotes que gobernaban en nombre de Amón. Mientras que en el Bajo Egipto se dirigió por la línea dinástica faraónica desde la nueva capital instaurada en Tanis.
Los monarcas de la Dinastía XXI introdujeron una nueva tipología arquitectónica funeraria, la tumba-capilla, que se iba a edificar en el témenos de los templos asociados a los dioses. Esto suponía una ruptura radical con la sepultura tebana del Reino Nuevo precedente, donde la tumba y el templo funerario real se encontraban disociados, uno en el valle y la otra excavada en la roca. Los nuevos reyes vuelven a unir ambas construcciones, sustituyendo la monumental arquitectura templaria por pequeñas capillas más o menos desarrolladas, que al encontrarse en el interior del recinto sagrado asocian directamente la figura del faraón con el dios. Además, la ubicación de la tumba dentro del templo favorecía la labores de vigilancia y otorgaba una mayor seguridad frente al expolio.

En Tanis, se construyó un magnífico templo a Amón-Ra, que pretendía rivalizar con su homónimo tebano. En el témenos de esta grandiosa construcción, junto al primer pilono, se erigió una necrópolis real bajo la forma de tumbas-capillas. Estas construcciones estaban conformadas por una superestructura que servía de capilla y una cámara sepulcral que se ubicaba enterrada. Desgraciadamente, no existen vestigios de las superestructuras, por lo que, a día de hoy, desconocemos su forma y materiales. La mayor parte de los investigadores coinciden al exponer que las capillas se construyeron en adobe, material perecedero que ha impedido que llegue a nuestros días, y que reflejaría el evidente empobrecimiento arquitectónico con respecto a épocas precedentes. Sin embargo, otros investigadores parecen decantarse por el uso de piedra apoyándose en las descripciones que Heródoto realizó en su “Historia”, así como en ejemplos conservados, como la tumbas de la Divinas Adoratrices de Amón en Medinet Habu.
Las cámaras sepulcrales, de forma cuadrangular, se presentan austeras. Se construyeron con bloques de piedra caliza y granito que, en general, provenían de otras construcciones. En ocasiones estas salas eran precedidas de una antesala y de cámaras laterales.

Esta tipología constructiva tendrá continuidad durante las siguientes dinastías, exceptuando el paréntesis kushita, y se extenderá a lugares como Medinat Habu, Menfis, Sais… El ejemplo mejor conservado se encuentra en Medinet Habu donde durante las Dinastías XXV y XVI, las Divinas Adoratrices de Amon se hicieron enterrar en tumbas-capillas con una superestructura muy desarrollada. Así, un pilono da acceso a un patio abierto que antecede a una capilla abovedada en piedra. A ambos lados, se ubicaban habitaciones laterales, y en la esquina noroeste una escalera conducía a un segundo piso hoy perdido. Toda la superestructura presenta una delicada decoración en relieve con escenas de las labores ejercidas por las Divinas Adoratrices, hermanas o hijas de los faraones que sustituyeron en sus funciones a los sacerdotes de Amón. En una de las habitaciones laterales, bajo la capilla, un pozo vertical conducía a la cámara sepulcral.

EL PARÉNTESIS DE LAS PIRÁMIDES KUSHITAS
Tras el gobierno de la Dinastía XXIV, el país se sumerge de nuevo en el caos, siendo presionado por los asirios y los kushitas. Será el reino de Kush el que invada Egipto desde su frontera sur, conquistándolo por completo y unificando el país bajo su reinado. Los nuevos faraones fueron rápidamente aceptados por los habitantes del Alto Egipto, cansados de los interminables conflictos. Así mismo, el respeto que estos gobernantes mostraron sobre la cultura y tradiciones egipcias, así como la veneración que practicaron por el dios Amón, facilitó su aceptación en el Bajo Egipto y el férreo control de la totalidad del país.
Esta necesidad de apoyo y aceptación del pueblo para el control del gobierno impulsó a estos monarcas a retomar el uso de una tipología funeraria arcaizante, la pirámide. Esta apropiación se ciñó únicamente al ámbito constructivo, sin mostrar el carácter simbólico del que fueron dotadas sus predecesoras. Así, los faraones kushitas no se divinizaron tras su muerte, ni se veneraron por sus súbditos. El carácter tribal de este pueblo hizo que las pirámides se construyeran en hileras, restando valor al individuo en favor de la importancia del grupo dinástico.

El rey Piye, primer gobernante de la dinastía kushita, inauguró el cementerio real de El Kurru, ubicado al sur de Gebel Barkal, lugar sagrado para egipcios y nubios. Esta necrópolis fue trasladada a Nuri a mediados del siglo VII a.C. por el rey Taharqa, quien construyó la más alta de las pirámides sudanesas. El conjunto regio, compuesto por más de setenta pirámides, alberga tumbas reales en hilera que se acompañan de otras estructuras de menor tamaño que alojan sepulcros de familiares.
Las pirámides sudanesas son más pequeñas, alcanzando rara vez más de 25 metros de altura y presentan caras más inclinadas, que rondan los 70º. Estas características nos recuerdan inevitablemente a las tumbas con superestructuras del Valle de los artesanos en Deir el Medina. Al igual que en estas construcciones del Reino Nuevo, la cámara mortuoria se encontraba enterrada bajo tierra.

A mediados del siglo IV a.C. la capital es trasladada a Meroe, lo que hizo necesario la inauguración de una nueva necrópolis real. Durante 600 años, los reyes, sus familiares y otros altos dignatarios se enterraron en varios cementerios de la capital, llegando a construir más pirámides que en todo el conjunto de la geografía egipcia. A esta tipología funeraria se incorpora, como novedad, un templo para las ofrendas en su cara oriental. El acceso se realizaba a través de un pilono, en cuyos muros se tallaron en relieve escenas de la derrota de los enemigos. Esta temática pretende sin duda ensalzar el poder de los nuevos reyes y es heredera de las políticas propagandísticas desarrolladas por sus predecesores.

Las pirámides sudanesas presentan algunas innovaciones formales que las caracterizan y alejan de ejemplos precedentes. Así, las aristas de las estas construcciones se remarcan mediante un borde liso, siendo rematadas en ocasiones por un bocel en la parte superior. Además, las pirámides meroíticas están truncadas, quizás para alojar en la cúspide una escultura o algún tipo de decoración o remate. También es posible encontrar ejemplos en los que se instala un nicho en la parte alta de la cara oriental de la pirámide, cuya funcionalidad todavía no es clara.
LAS TUMBAS-TEMPLO DE LOS NOBLES
Contemporáneamente, en Tebas, antigua capital del Reino Nuevo, se desarrolló una tipología funeraria de imponentes dimensiones, la tumba-templo. Los gobernantes tebanos al servicio de faraones kushitas y saítas construyeron enormes tumbas en el valle de El-Assasif, aglutinando características propias de la arquitectura templaria y funeraria.

Un gran pilono de adobe marca el acceso a la tumba que se desarrolla excavada en la tierra. La novedad se presenta con la introducción del elemento patio, que a modo de enormes pozos de luz permite el acceso de la luz a lo más profundo del submundo, compuesto de distintas salas. Al final del recorrido se ubicaba la cámara funeraria donde se aloja el sepulcro. El empleo de escaleras para acceder a la subestructura de la construcción es de inspiración nubia.

Pese a la innovación tipológica, se introducen elementos arcaizantes que enlazan esta arquitectura con la del Reino Antiguo. Así, en uno de los pozos de luz era común insertar una falsa puerta a la cámara funeraria, del mismo modo que se hacía en las antiguas mastabas. El conjunto se rodea por una gran muralla de adobe decorada con la moldura típica palacial, recurso empleado en la arquitectura funeraria desde las primeras dinastías. Algunos investigadores sostienen que probablemente existiese una pequeña pirámide en el recinto.
La monumentalidad de esta tipología funeraria no fue práctica general, abundando en contraposición las tumbas de pozo. Habrá que esperar a la conquista de Egipto por parte de Alejandro Magno para poder ver novedades en un nuevo centro constructivo, la ciudad de Alejandría.