La representación de la Virgen María es fundamental en el arte cristiano. Su culto se originó en el Concilio de Éfeso en el 431, y fue creciendo hasta alcanzar un extraordinario desarrollo con numerosas órdenes religiosas bajo su advocación.
La Presentación de María en el Templo es un episodio de la infancia de la Virgen. Trataremos de mirar… dicho episodio, identificando las fuentes en las que se basó su iconografía y las épocas y culturas en las que su desarrollo tuvo más fuerza.
EL EPISODIO Y LAS FUENTES
La figura de la Virgen María pasa bastante desapercibida en los Evangelios, exceptuando aquellos episodios ligados a la vida de Jesús en los que mantiene una participación directa. Por ello, las principales fuentes de inspiración para la iconografía mariana son los Evangelios Apócrifos y la Leyenda Dorada, de los cuales se obtienen valiosos relatos sobre la vida de la Virgen antes del nacimiento de Jesús y después de su muerte.
Para la construcción iconográfica del episodio se emplearon fundamentalmente tres textos apócrifos: el Protoevangelio De Santiago del siglo II, el Evangelio del Pseudo Mateo del siglo IV y el Libro de la Natividad de María del siglo IX y procedente de un apócrifo anterior.

El episodio narra cómo la Virgen a los tres años de edad es conducida al Templo de Jerusalén por sus padres Joaquín y Ana, para ser ofrecida a Dios en cumplimiento a la promesa que le realizaron al concederles la dicha de la concepción de María cuando ya no era posible. La niña asciende los quince escalones rápidamente y sin dudar para ofrecerse voluntariamente al Señor, donde es acogida por el sacerdote Zacarías que la conduce al sanctasanctórum. Durante los siguientes once años, María, junto con otras doncellas, llevó una vida recogida al servicio a Dios. La Virgen gozó de diálogo permanente con los ángeles, uno de los cuales la alimentó diariamente con pan de ángel.
EL ORIGEN EN EL IMPERIO BIZANTINO
La Iglesia de Oriente fue la primera en aceptar el episodio de los relatos apócrifos, multiplicándose rápidamente su representación en el Imperio Bizantino. La representación más antigua del episodio mariano que se conserva a día de hoy es la miniatura del Menologio de Basilio II del siglo X. Ello no quiere decir que no existieran representaciones anteriores, ya que la destrucción masiva de imágenes religiosas realizada por los iconoclastas seguramente hizo perder muchas de ellas.

Numerosos murales, iconos y mosaicos reprodujeron la escena por la plasticidad de su representación y el éxito de la introducción de la festividad de la Presentación de María dentro las doce grandes festividades del año litúrgico oriental.
En el mosaico de la iglesia de San Salvador de Chora, en Estambul, podemos ver el tratamiento bizantino del episodio. Así, Joaquín y Ana acompañan a la Virgen en comparsa de una serie de doncellas con antorchas, llegando al templo donde les espera Zacarías que recibe con los brazos abiertos a María. Tras el sacerdote, un baldaquino recoge un trono en el que se sienta la Virgen, mientras un ángel la alimenta con pan de ángel.

Por lo tanto, no se representa únicamente la llegada de la Virgen al Templo de Jerusalén, sino que se deja constancia de su estadía en el mismo, llevando una vida de virtud y de entrega a Dios. Para ello se realiza duplicidad representativa, exponiendo ambos episodios.
EL FLORECIMIENTO EN OCCIDENTE
Occidente acogió el relato de los textos apócrifos más tarde que Oriente. Fue Italia el país que mejor recibió dicho relato y su festividad, desarrollándose durante el trecento y cuattrocento un verdadero florecimiento del tema que generó una iconografía propia.
A diferencia de la representación oriental, en Occidente únicamente se representó la parte del relato en el que la Virgen es recibida en el templo, dejando de lado la estadía de la Virgen en el templo y su alimentación diaria por un ángel.
Además, en las representaciones orientales, la presencia de las 15 gradas o escalones es anecdótica o inexistente, siendo sin embargo su presencia fundamental para los artistas italianos, si bien el número de peldaños puede variar notablemente. La evolución en la perspectiva durante la Baja Edad Media hasta la imposición del modelo brunelleschiano del Renacimiento favoreció la integración de la escalinata y el Templo de Jerusalén. Así, los artistas italianos vieron en estos elementos una fuente de pruebas para la práctica de la perspectiva y de la representación del entorno arquitectónico.
Un magnífico ejemplo temprano lo encontramos en el fresco que Giotto realizó para la Capilla Scrovegni. El artista florentino hace uso de una perspectiva con punto de fuga oblicuo para la representación de la arquitectura del templo y la escalinata, dando los primeros pasos hacia la consecución de las leyes de la perspectiva cónica de Brunelleschi.

La representación iconográfica de la obra sigue el modelo tradicional. Joaquín y Ana acompañan a María que es recibida a lo alto de las escaleras por el sacerdote, aunque Giotto representa a Ana ayudando a su hija en la ascensión, la cual piadosamente se entrega a Dios.
Casi un siglo después, el fresco de Ghirlandaio para la capilla Tournabuoni presenta una clara evolución en la técnica de la perspectiva. El episodio está ambientado como una escena de ciudad, desarrollándose entre el gentío. Las posturas, los gestos de los personajes reflejan una mayor complicación y sobresalen los retratos en los que en ocasiones incluía personajes de la Florencia de la época, ambientando las escenas sagradas en la vida social de la época.

De fondo, los edificios de la ciudad presentan un estilo arquitectónico muy diferente a del templo en primer plano, de gran riqueza decorativa. Iconográficamente, el episodio no presenta variaciones de relevancia más allá de su integración en una escena social. Escena que se ha enriquecido y complicado notablemente tanto en la representación de los personajes como de las arquitecturas.
JACOPO TINTORETTO Y EL CONCILIO DE TRENTO
La representación del episodio siguió la misma línea con la entrada del cinquecento, existiendo sobresalientes obras como la que Tiziano Vecellio realizó para los miembros de la Scuola Grande de Santa Maria della Carità en Venecia. En esta misma ciudad, un joven Tintoretto iba a realizar una representación del episodio muy innovadora tanto formalmente como ideológicamente.
Tintoretto abandona por completo el tratamiento horizontal de la escena otorgando todo el protagonismo a la escalinata y dotando a la composición de una fuerte verticalidad. Prescinde de la representación de la ciudad en favor de una perspectiva soto in su de la magnífica escalera. La mirada realiza un viaje ascendente acompañando a la Virgen en su entrega a Dios.
La ausencia de Joaquín y Ana en la escena, refuerza la firme voluntad de la Virgen en su entrega, la cual solemne y decidida asciende la escalinata donde la espera el sacerdote. Además, Tintoretto sustituye las figuras paternas por una serie de personajes cargados de mensaje doctrinal.

Así, en la base de la escalera observamos a dos madres con dos hijas de la misma edad que María. Una de la madres, señala a la Virgen e invita a su hija a seguir su ejemplo, instándola a emprender la subida que simboliza el perfeccionamiento espiritual. La otra madre sin embargo, le da la espalda a la Virgen y dialoga con su hija, sin mostrar el mínimo interés de participar en acto tan virtuoso.
Todos estos códigos doctrinales deben entenderse en su contexto histórico, y es que mientras Tintoretto pintaba esta obra, se estaba celebrando en la ciudad italiana de Trento un concilio ecuménico fundamental para el devenir de la Iglesia Católica.
El Concilio de Trento supuso la reacción a la Reforma protestante, imponiendo la doctrina a la que se debía acoger la Iglesia. La Reforma rechazó el culto a María como Madre De Dios y símbolo de la Iglesia. Por el contrario, la Iglesia Católica lo mantuvo, pero puso especial atención en los anteriores excesos del culto mariano que pudieran provocar que éste sobrepasara al de Cristo.
Se definieron las normas dogmáticas, litúrgicas y éticas de la Iglesia Católica, lo que influyó notablemente en las representaciones artísticas. A partir de Trento, los textos apócrifos no se seguirán fielmente y se introducirán nuevos personajes con el objeto de aleccionar doctrinalmente. Por ello, tras el concilio, el episodio de la Presentación de María en el Templo, si bien siguió siendo representado con asiduidad, no lo hizo con el ímpetu e ingenio de los siglos precedentes. No obstante, la escalinata continuó sirviendo a los artistas como motivo de alarde de composición y perspectiva.