El personaje de Krishna y sus enseñanzas han influido de manera notable en el pensamiento y costumbres hindúes. Su vida es relatada en los Purānas, el Harivamsa y el Mahābhārata, cuyos textos han servido de base para generar una rica iconografía, en un arte, el indio, sumamente espiritual y religioso.
A lo largo de este artículo de mirar…, vamos a conocer a Krishna y el acontecimiento de su nacimiento. Tras ello, analizaremos la iconografía más relevante del episodio en las artes plásticas hindúes.
¿QUIÉN ES KRISHNA?
El origen histórico de Krishna ha sido debatido ampliamente. La mayor parte de los estudiosos lo considera un personaje real que vivió en el siglo XV a.C, existiendo otra facción que lo distingue como mito. En cualquier caso, su influjo ha llegado con fuerza hasta nuestros días, abonando la religión, el arte, la filosofía y la literatura hindú.
Krishna, hijo de Vasudeva y Devaki, de la familia Vrishni de Mathura, encarna todas aquellas cualidades que un hombre pueda tener. Belleza, encanto, sabiduría, lealtad, y un sin fin de atributos que facilitaron la asimilación del personaje en algo más que un mortal y lo elevaron incluso a la condición de divinidad superior en el krishnaísmo.

Para la mayor parte del pensamiento religioso hindú, Krishna es el octavo avatar del dios Visnu, una de las principales y más poderosas deidades de la religión hinduista, representando la reencarnación de la gracia y el amor del propio Dios en un mortal.
EL EPISODIO
La vida temprana de Krishna es narrada en los Purānas y el Harivamsa, siendo el Bhāgavata el más popular de los textos debido a su claridad expositiva.
Durante la segunda era del mundo, la tierra estaba poblada de reyes despóticos muy poderosos que oprimían a sus pueblos cometiendo diversas atrocidades. De entre todos ellos, el rey Kamsa de Mathura destacaba por su perversidad.
Durante la celebración de los desposorios de su prima Devaki con Vasudeva, el malvado rey recibió un mensaje de una voz incorpórea que le advirtió que el octavo hijo de la pareja acabaría con él y su linaje. Kamsa se apresuró a dar muerte a su prima, pero Vasudeva lo detuvo y le suplicó que la dejara con vida a cambio de la entrega de todo hijo que engendraran. El rey accedió, pero encerró a la pareja en una mazmorra para asegurarse el cumplimiento de la promesa.

La diosa Tierra, encolerizada por tantas atrocidades, buscó la ayuda de las divinidades, las cuales encabezadas por Brahma y Siva acudieron al Océano de Leche a solicitar el favor del dios Visnu, el soñador del mundo. Visnu despertó y tranquilizó a sus orantes anunciándoles que pronto tomaría forma humana para solventar la situación caótica del mundo. De este modo, se arrancó dos pelos de su cabeza, uno negro y otro blanco, los cuales se insertarían en el vientre de la princesa Devaki engendrando dos bebés, Balarāma y Krishna. Este último estaba destinado a salvar al mundo de la opresión y restablecer el triunfo del dharma.

Kamsa fue asesinando a todos los hijos de Vasudeva y Devaki ante la mirada impotente de sus padres, los cuales desesperados invocaban una intercesión divina. Tras el sexto parto, la diosa Yogamāyā descendió sobre la princesa Devaki portando el pelo blanco de Visnu, el cual iba a engendrar a Balarāma. Para proteger al futuro niño de la ira de Kamsa, durante el séptimo mes de embarazo los dioses trasladaron al bebé del útero de Devaki al útero de Rohini, segunda esposa de Vasudeva que residía en Gokula. Tanto Kamsa como el resto de ciudadanos de Mathura pensaron que Devaki había abortado, por lo que Balarāma, el fiel compañero de Krishna, pudo llegar al mundo sin mayores incidentes. Era el turno del pelo negro, aquel que iba a dar origen al octavo hijo del matrimonio, el encargado de acabar con las atrocidades de Kamsa.

El embarazo de Devaki fue radiante y cuando estaba llegando a término, los dioses realizaron prodigios que alertaron a Kamsa de que algo transcendental iba a acontecer. Durante una noche oscura, Devaki se puso de parto y dio a luz a Krishna, el cual se mostró ante sus padres con su apariencia real. En sus cuatro brazos portaba la caracola, la maza, el disco y el loto, mientras que al cuello lucía la gema Kaustubha y en el pecho el Srivatsa. Sus padres le rindieron reverencias y Krishna tomó la apariencia de un bebé humano.
Para favorecer la huida de Krishna, los dioses aflojaron las cadenas de Vasudeva, abrieron las puertas de la celda, durmieron a los habitantes de Mathura y desencadenaron una fuerte tormenta acompañada de lluvia para borrar el rastro de los fugitivos. Vasudeva cogió a su hijo, lo introdujo en una cesta de mimbre y pasando junto a los dormidos guardias se dirigió a Gokula, donde pretendía intercambiar a Krishna por la hija de la pastora Yashodā, la cual era en realidad la diosa Yogamāyā en forma humana. En la huida les acompañaría la serpiente cósmica Ananta, protegiéndolos con su capucha.

Cuando los protagonistas de esta huida llegaron al río Yamunā, descubrieron que el abundante caudal les impedía cruzar con seguridad. Las aguas descendieron milagrosamente para que Vasudeva vadeara el río sujetando el canasto de mimbre sobre su cabeza. Al llegar a Gokula, intercambió los bebés y retornó a la mazmorra con la niña.

Todo Mathura despertó de su sueño, y los guardias escucharon el llanto de un bebé, por lo que se apresuraron a informar a Kamsa. El terrible rey arrebató de los brazos de Devaki a la niña y la arrojó contra la pared para acabar con su vida, pero la bebé quedó suspendida en el aire y tomó la verdadera forma de la diosa Yogamāyā. La divinidad informó a Kamsa que aquel que debía destruirle ya había nacido, y mientras reía desapareció.

ICONOGRAFÍA DEL EPISODIO
La primera representación iconográfica de la vida de Krishna de la que se tiene conocimiento data del siglo I a.C. y proviene de Mathura. Este hecho no nos debe pasar desapercibido, ya que esta ciudad fue el lugar en el que Krishna nació, lo que afianza un fecundo culto a su persona. El relieve del período kushana, tallado en la característica piedra arenisca roja de Mathura, muestra a Vasudeva, protegido por la serpiente Ananta, cruzando el río Yamunā con Krishna en una cesta de mimbre sobre su cabeza. El río se representa mediante una serie de ondulaciones entre las que aparecen animales acuáticos como peces, tortugas o cocodrilos, en un estilo muy acorde al pensamiento indio. Este episodio gozó de gran éxito y se representó en todos los períodos, pudiendo aparecer como escena aislada o integrada en un ciclo narrativo. Es común que acompañando a los personajes de la historia aparezca un tigre, como símbolo de victoria y fuerza frente al mal.

La base cultural india germinó durante el siglo IV y V d.C., estableciéndose la iconografía que iba a definir el arte hinduista. Gracias a un período de larga paz y al enriquecimiento derivado de la Ruta de la Seda, los saberes florecieron de manera sobresaliente. Los Gupta, profundos devotos del dios Visnu, construyeron hermosos templos de piedra en sustitución de los anteriores de madera. Esta arquitectura templaria lució su máximo esplendor durante el Medievo. La arquitectura y escultura eran indisolubles, empleándose toda la superficie muratoria como lienzo narrativo.

La vida y hazañas de Krishna estuvieron muy presentes, sobre todo en aquellos templos de tradición vaishnava, y la narración de su nacimiento fue muy recurrente. Las escenas se desarrollan en registros, una a continuación de otra, mientras se relatan los hechos. Una de las iconografías más repetidas es aquella que muestra a Devaki tumbada tras dar a luz a Krishna, al cual mira con amor. Esta imagen solía además dar comienzo a la narración de la historia. La acción, tan propia de una madre cualquiera, nos recuerda inevitablemente a la tradición bizantina en la que se muestra a María fatigada y recostada junto a un Cristo recién nacido. El paralelismo cristiano también puede verse en otra iconografía muy empleada, en la que se muestra a Devaki entregando a Vasudeva su bebé para que emprendan la huida del malvado Kamsa, a modo de Sagrada Familia. Todo ello reforzó las concomitancias que numerosos estudiosos han querido ver entre Cristo y Krishna.

Otras escenas muy empleadas en la escultura templaria son el momento en el que Krishna se manifiesta ante sus padres en su forma real, la huida de Vasudeva hacia Gokula y la entrega de Krishna a Nanda, su padre adoptivo. Es muy común la presencia de vacas junto a Nanda, en referencia a la infancia y adolescencia pastoril de Krishna. Sin embargo, también hubo iconografías no tan usuales, como la desarrollada en el templo de Amruthapura, donde se muestra, de derecha a izquierda, a Kamsa como tiránico rey en su trono, a Devaki, tumbada y embarazada de su octavo hijo, y a Vasudeva rogando al burro que los va a transportar en su huida silencio para no alertar a los guardias.

Aunque la escultura fue la gran protagonista de la arquitectura templaria, no fue exclusiva, existiendo templos decorados con pintura mural. De época Nāyaka nos han llegado ejemplos en los que las escenas pintadas siguen un esquema narrativo similar a los programas escultóricos. El espacio se divide en varios registros horizontales en los que se narran las historias, generalmente de izquierda a derecha. No obstante, la iconografía no varía de manera sustancial, destacando las escenas de Devaki entregando el bebé a Vasudeva, la huida de éste y la entrega posterior del niño a Nanda. Este mismo programa sirvió para decorar palacios y havelis con una pintura mural muy cercana a la miniatura.

Y precisamente será la miniatura hindú la encargada de difundir profusamente la iconografía de Krishna. No debe pasarse por alto que la temática fundamental de la miniatura hindú fue la religiosa, destacando las historias de amor místico. Por lo que Krishna, dios del amor, se convirtió en un personaje recurrente de sus representaciones, alcanzando en el siglo XV d.C. tal popularidad, que lo posicionó como el dios más venerado por los hindúes.
Uno de los acontecimientos más representados por la miniatura hindú fue la Celebración del Nacimiento de Krishna. En dicha escena aparece el poblado de Gokula, cuyos edificios aparecen en sección, mostrando lo que ocurre en el interior de una manera muy narrativa. Krishna, generalmente con la piel azul o negra, aparece junto a su madre adoptiva Yashodā en el lecho, mientras una serie de mujeres se aprestan a dar bendiciones al recién nacido. Los hombres de la aldea lo celebran bailando y cantando, mientras se reparten monedas de plata o dulces. También puede aparecer en la escena Nanda recibiendo la felicitación de los aldeanos en otra habitación. Éstos le suelen ofrendar druvh, una especie vegetal que no se seca ni muere, simbolizando el deseo de una larga vida al recién nacido. Era habitual que las escenas se acompañasen de textos poéticos.

Otra iconografía de gran éxito es aquella en la que Krishna se muestra ante sus padres con su verdadera forma. Generalmente el niño suele aparecer sentado sobre un trono de loto entre ambos progenitores, pudiendo situarse en una posición más elevada. Destaca su piel azul y los cuatro brazos que portan los atributos del dios Visnu. Devaki y Vasudeva se representan sorprendidos o alabando a su hijo, mientras éste transmite paz. Era también habitual que la escena se dividiera en diferentes espacios o habitaciones en sección y los guardias aparecieran dormidos por el encantamiento de los dioses.

La instauración del Raj Británico en India supuso el declive del arte tradicional y la imposición del academicismo, muy del gusto de los colonos. Los artistas académicos tendieron a “europeizar” la iconografía hinduista, fomentando el paralelismo con su homóloga cristiana. Es común que la representación de Krishna abandone toda referencia a su condición de dios, mostrándose como cualquier bebé imbuido en una escena más realista. En contraposición, la aparición de un movimiento político de reivindicación independentista provocó que un grupo de intelectuales buscaran recuperar las tradiciones autóctonas. Ello supuso un nuevo renacimiento artístico en el que la iconografía tradicional se revistió de una clara y evidente modernidad.

No podemos terminar este repaso sin mencionar, aunque sea someramente la presencia de este episodio en el arte textil, el cual se ha desarrollado de una manera sobresaliente en India desde tiempos muy tempranos. Sobresalen las creaciones en las que se narra la vida de nuestro protagonista en diferentes registros que dividen el espacio textil y se combinan de una manera muy bella. La iconografía del episodio que nos ocupa no presentará variaciones respecto al resto de manifestaciones artísticas.
