La técnica del fresco es aquella en la que la pintura, formada de pigmentos mezclados en agua, se extiende sobre una capa de mortero de cal aún húmeda. Su uso se remonta a la Antigüedad y ha sido empleada en todas la épocas, variando escasamente su proceso de ejecución. Son los tratadistas de pintura italianos del siglo XV los que establecieron las condiciones para realizar el “buon fresco”. En este artículo de qué curioso…vamos a ver los materiales que intervienen en esta técnica pictórica y su proceso de ejecución.
MATERIALES PARA LA TÉCNICA DEL FRESCO
Los materiales empleados para la ejecución de esta técnica son: pigmentos puros, agua y mortero de cal. Los dos primeros se utilizan propiamente para el pintado, mientras que el último se emplea para la preparación del soporte.
El mortero empleado para el fresco está compuesto de una mezcla de cal, áridos y agua. La piedra caliza se calienta en un horno, obteniendo cal viva. Esta cal no puede ser empleada para el revoque, debiendo apagarse para así evitar el aumento de volumen al contacto con la humedad, lo que provocaría la aparición de grietas y otras patologías. Para apagarse, la cal debe ser sumergida en agua, tras lo cual los teóricos exigían el paso de un prolongado tiempo antes de su uso en pintura. Tanto es así, que Miguel Ángel empleó para los frescos de la Capilla Sixtina, cal que llevaba apagada treinta años.

Por otro lado, los áridos más empleados para la ejecución de un mortero destinado al fresco son la arena, la marmolina y la puzolana. La marmolina o polvo de mármol se empleaba generalmente para la última capa del revoque, ya que propiciaba una superficie blanca, fina y luminosa. La puzolana, sin embargo, permite formar un mortero hidráulico con muy buenas propiedades secativas que permite fraguar incluso bajo el agua.

Además, se podían añadir aditivos que mejoraban u otorgaban propiedades específicas. Alumbre, sangre, paja, cáñamo, colas, gomas, caseína, leche, pasta, aceite, huevo y muchos otros, que podían retardar o acelerar el fraguado, mejorar la trabazón de la mezcla, consolidarla, evitar las eflorescencias u otras mejoras.
EJECUCIÓN DEL FRESCO
El primer paso para la realización de una pintura al fresco es la preparación del muro que va a soportar la obra pictórica. Este proceso condiciona notablemente el resultado final, por lo que su ejecución debe ser muy cuidadosa, requiriendo la presencia de varios ayudantes.
Se comienza con la limpieza del muro, eliminando el polvo y todas aquellas partículas que impidan un adecuado agarre de la mezcla. Tras ello, se revoca el muro con varias capas de mortero de cal, tras humedecer la capa previa ya seca. La dosificación de los morteros va variando, ganando en riqueza de cal las capas más externas. Así, según los tratadistas del siglo XV se debía de extender tres capas de mortero antes de aplicar la pintura. La primera debía tener una dosificación de tres partes de arena para una de cal y la segunda dos partes de arena para una de cal. Esta dos capas formaban el “arriccio” o enfoscado. La última capa debía dosificarse con una parte de árido por cada parte de cal y recibía el nombre de “intonaco” o enlucido y era la capa sobre la que se pintaba, pudiendo además colorearse.
Cuando la segunda capa de mortero secaba, se procedía a realizar la sinopia, dibujo preparatorio previo al extendido del enlucido. El boceto de la obra se trasladaba a papeles grandes en tamaño real mediante cuadrículas u otros métodos. Desde este papel se calcaba al muro pinchando con un punzón y marcando con un carboncillo, para posteriormente repasarlo con sinopia, pigmento procedente de óxidos de hierro diluido con agua. El artista mediante este proceso, podía comprobar el aspecto que tendría la obra. Además, la sinopia le servía de guía para organizar las jornadas diarias de pintura. Igualmente, la realización de este dibujo preparatorio servía para que el mecenas que encargaba la obra pudiese realizar sus observaciones antes del resultado final. Todas estas ventajas que aporta la sinopia, justifican el arduo trabajo que supone su realización para quedar posteriormente tapada.

Con la sinopia realizada, se extendía el enlucido, únicamente en aquella superficie que pudiera ser trabajada en un día, ya que el pintado se debe realizar cuando la masa se encuentra todavía fresca. Por ello, era muy importante organizar el diseño en secciones para establecer qué parte del dibujo se iba a realizar en esa jornada. Sobre esta capa fresca se calcaba nuevamente el dibujo, utilizando generalmente los mismos papeles empleados para la sinopia. Conforme las composiciones fueron más complejas, los métodos para transferir el dibujo al enlucido se fueron sofisticando. Así, mediante punzones se repasaban las líneas de dibujo, quedando éstas marcadas en la masa fresca. Este método presentaba la ventaja de registrar las líneas incluso tras la aplicación de los colores. También se emplearon plantillas, generalmente para elementos decorativos repetidos.
Tras realizar el dibujo previo se procedía a pintar. Los pigmentos puros se mezclaban con agua, sin aditivo alguno, ya que al encontrarse la superficie húmeda no se necesitaba ningún componente que fijara el color al soporte. El muro absorbe los colores de la pintura, penetrando en el mismo y fusionándose. La pintura no es una capa independiente pegada al soporte, sino que pasa a formar parte de la estructura del muro.

LA TÉCNICA MIXTA
Pese a que la técnica del fresco es sin duda la más importante y más utilizada a lo largo de la historia de la pintura mural, ésta presentaba una serie de carencias que eran cubiertas mediante la aplicación de otras técnicas complementarias. Es por ello que la técnica mixta se empleó en la mayor parte de los casos.
La aplicación de la pintura sobre la masa fresca provoca que solamente puedan emplearse los colores químicamente más inertes y más resistentes a la cal y a la acción atmosférica. Ello limitaba la paleta del artista, por lo que en ocasiones complementaba el diseño con otras técnicas.
Una de estas técnicas consistía en aplicar pigmentos mezclados con agua de cal cuando el muro y la pintura ya estaban secas. Esta técnica, denominada fresco secco, permitía que se iniciara el proceso de carbonatación de la misma, con lo que se conseguía fusionar los colores al muro.
Sin embargo, existe la opción de pintar con el muro ya seco sin emplear la disolución en agua de cal. Estaríamos ante lo que se denominó a secco. En este caso los pigmentos que conforman la pintura necesitan de un aglutinante para que ésta quede adherida al muro. Caseína, huevo y cola fueron los aglutinantes más empleados. También fue común la terminación de la obra con temple al huevo e incluso con pintura al óleo a partir del renacimiento. Esta pintura al no encontrarse fusionada con el muro se deterioraba más fácilmente, por lo que en numerosas ocasiones se han perdido los retoques a secco al desprenderse del muro.

La técnica mixta consiste en la combinación de estas técnicas. La opción más empleada era comenzar con buon fresco, continuar con fresco secco y terminar a secco, o comenzar con buon fresco y terminar directamente a secco.
La pintura al fresco fue conocida por diversas culturas desde la Antigüedad, estando algunas de ellas muy separadas geográficamente. Su estabilidad ha permitido conservar maravillosos ejemplos en variedad de estilos. En un próximo artículo, analizaremos la evolución de la técnica del fresco a lo largo de la historia, viendo algunos de sus ejemplos más relevantes.