Esta vez en mirar…, nos acompañan las musas, divinidades de la mitología griega que han sido ampliamente representadas en la Historia del Arte. A lo largo de este artículo, conoceremos sus orígenes y la evolución de su iconografía en las diferentes épocas y disciplinas artísticas.
LAS MUSAS EN LA MITOLOGÍA CLÁSICA
El origen de las musas en la mitología es incierto, si bien la tradición más extendida las considera hijas de Zeus y Mnemósine (la Memoria). Su culto originario está relacionado con la naturaleza, ya que primitivamente fueron consideradas divinidades de las aguas. Sus santuarios más importantes se alojaron cercanos a cursos de agua o fuentes. Además, su relación con el agua favoreció que estas divinidades fueran dotadas de dones proféticos.
Al comienzo, las musas eran tres, mencionando posteriormente Hesíodo nueve musas. El considerado por algunos autores como el primer filósofo griego, fue el primero que nombró por escrito a las musas y les otorgó un importantísimo papel de inspiración a los hombres.
El pensamiento helénico elevó el rango de estas divinidades del agua al de patronas e inspiradoras del canto y la poesía. Se generaliza entonces su papel como divinidades del canto, la inspiración poética y la inteligencia, presidiendo el pensamiento en todas sus formas. La tradición expone que las musas vivían en tres lugares: el monte Helicón, el monte Olimpo y el monte Parnaso, siendo este último su morada predilecta. Por ello, los poetas y músicos latinos acudían a la fuente Castalia, al pie de dicho monte, para beber de sus aguas y recibir la inspiración de las musas.

En su origen, las musas no tenían funciones específicas asociadas, pero las diversas leyendas les fueron otorgando diferentes cometidos y roles, estableciéndose el patrocinio de una determinada disciplina por cada musa. Así, Calípoe (la de bella voz) presidió la poesía épica, Clío (la que ofrece gloria) la historia, Érato (la amable) lírica coral y la poesía amorosa y erótica, Euterpe (la muy placentera) la música, Melpóneme (la melodiosa) la tragedia, Polimnia (la de muchos himnos) la pantomima y el arte mímico, Talía (la festiva) la comedia, Terpsícore (la que deleita en la danza) la danza, y Urania (la celestial) la astronomía.
GRECIA, ORIGEN DE SU REPRESENTACIÓN
El origen de la representación de las musas se sitúa en la antigua Grecia. Aunque su iconografía se define completamente en el período helenístico, existen multitud de ejemplos anteriores. Es muy común encontrar representadas a estas divinidades en la cerámica, apareciendo solas, en grupo o acompañadas de otros dioses.

La inclusión de las musas en las cerámicas anteriores al helenismo, generalmente se debe a motivos compositivos, ya que ni su número ni su iconografía se había fijado todavía. Ejemplo de ello es el ánfora de época arcaica de la imagen, en la que la inclusión de dos musas pretende equilibrar la composición mediante una simetría. Apolo, en el centro de la asamblea olímpica seguido de la cierva Letoides, es flanqueado por dos musas y Hermes.
En el ocaso del período helenístico solamente tres musas tenían completamente definida su iconografía, mientras que las seis restantes respondían a modelos variables en función de la creatividad del artista. Los modelos iconográficos de las nueve se definirán en el marco de la cultura y arte romano.
LA CONSOLIDACIÓN ICONOGRÁFICA EN LA ANTIGUA ROMA
El primer ejemplo a día de hoy conocido en el que se representan las nueve musas con sus nombres y atributos perfectamente definidos e identificables son las pinturas murales de Pompeya y Herculano.
Pero las villas romanas no solamente contaron con la presencia de estas divinidades en la pintura mural, sino que proliferó su inclusión en el arte musivario de sus suelos. Es muy común la representación de las nueve portando sus atributos en cuadrantes u orlas independientes para generar una alfombra completa de mosaico. También era habitual la representación de un poeta acompañado de una musa o más musas.

La estatuaria no quedó exenta de esta profusión representativa del coro de divinidades. Así, hasta nuestros días han llegado notables ejemplos como las estatuas del pequeño teatro u odeion de Villa Adriana en Tívoli, o el conjunto de Villa Cassius de Tívoli.

Pero el rigor iconográfico lo establece definitivamente la decoración en relieve de los sarcófagos romanos. El difunto, generalmente un sabio o poeta, se representa junto al coro de musas, incluyendo en ocasiones a Apolo o Minerva.

Estos sarcófagos fueron fabricados masivamente durante los últimos siglos del imperio. Su producción casi industrial favoreció la asimilación de los prototipos iconográficos de las musas.
LA RECUPERACIÓN DE LOS MODELOS REPRESENTATIVOS A PARTIR DEL RENACIMIENTO
Tras el vacío representativo de la mitología clásica a lo largo de la alta y la plena Edad Media, en el crepúsculo del medievo se desarrollaron nuevas interpretaciones de estas divinidades que dejaron ejemplos con una iconografía muy original.
A partir del Renacimiento las musas se representan profusamente en todo tipo de medios artísticos y se generan algunos episodios y modelos iconográficos que debido a su éxito perdurarán durante siglos.
Uno de los modelos que destacó fue la representación de las musas en el Parnaso acompañadas de Apolo. La elección de este Dios como acompañante de las musas está plenamente fundamentada. Por un lado, dentro de sus múltiples facetas, Apolo ejerce de protector del pensamiento y de las artes, y por lo tanto es el encargado de presidir el coro de las musas.
Pero además, era el dios de la adivinación y del oráculo, aspecto que casa perfectamente con las musas, las cuales poseen dones proféticos. No es de extrañar por lo tanto que la morada predilecta de las musas, tal como se ha mencionado anteriormente, sea el Parnaso, a cuyos pies se encuentra el santuario de Delfos, famoso por su oráculo consagrado a Apolo.
Es común también ver a las musas bailando alrededor De la Fuente Hipocrene, apareciendo en un segundo plano representativo Pegaso, el unicornio alado que creó la fuente al golpear la roca con sus cascos. También pueden aparecer poetas y otros artistas recibiendo las bendiciones de Apolo y las musas.

Algunos autores apuntan a que este modelo representativo tiene su precedente en la Apoteosis de Homero del II a.C. que se encuentra en el British Museum. Lo que sí parece fuera de duda es que fue Andrea Mantegna fue el que inició una línea iconográfica del Parnaso que continuó con Rafael Sanzio, Puvis de Chavannes, Martín de Vos, Nicolás Poussin y Rafael Mengs entre otros.
Existieron otros modelos que tuvieron gran éxito y continuidad, tanto de la representación de las musas de manera individualizada como grupal. Entre ellos destacaremos la serie de cinco cuadros realizada por Eustache Le Sueur para el Gabinete de las musas.

No debemos dejar sin señalar otra forma representativa de las musas asociada a la ostentación de status social y poder. En ocasiones las damas de las cortes o aristocráticas se hicieron representar como alguna de las nueve musas. De esta forma, lograban establecer un paralelismo como protectoras de las artes y del pensamiento en toda su esencia. Mujeres dignas de compararse con una divinidad, de alto status social que representaban el ideal de la aristocracia cultivada.

Aristócratas y reinas como Cristina de Suecia, la marquesa de Santa Cruz y Mrs. Siddons entre otras usaron esta herramienta para constatar su erudicción y su papel protector de las artes.
Otro modelo representativo empleado ya con gran éxito en la Antigua Roma fue la plasmación del artista durante su acción creativa, acompañado de una musa que le inspira. La musa puede susurrarle al oído, insuflar su hálito inspirador o simplemente acompañarlo permaneciendo a su lado o dándole la mano. En la mayor parte de las ocasiones el poeta o artista no es consciente de la presencia de la divinidad que lo acompaña. Jacobs Jordaens, Ingres, Rosseau, Cézanne, Fantin-Latour y otros tantos representaron a filósofos, músicos, poetas y otros artistas de esta forma. Incluso algún pintor como Otto Dix se autorretrató durante la acción de pintar junto a una musa.

La llegada del siglo XX con la introducción de nuevas formas de representación y la ruptura del sistema tradicional de géneros no provocó que la figura de la musa mitológica se perdiera. Contrariamente, estas divinidades han continuado representándose hasta nuestros días, revisándose, reinventándose y adaptándose a los diferentes movimientos o técnicas pictóricas. Picasso, De Chirico y muchos otros plasmaron a estas divinidades inspiradoras en sus obras.

A lo largo del artículo hemos podido comprobar las relevancia que han tenido las musas en las diferentes disciplinas artísticas, hecho que no debe sorprendernos ya que la palabra “museo” proviene del término griego “museion”, el cual significa templo y lugar dedicado a las musas. Esperemos que estas divinidades sigan inspirando y ayudando a los artistas en sus momentos creativos.