La aportación de la mitología clásica a la cultura occidental es innegable, influyendo en la base del pensamiento del hombre moderno. Las artes plásticas contribuyeron de forma sustancial a la transmisión de los ideales clásicos, empleando para ello distintas figuras de la mitología. De entre ellas destacaron los Dioses Olímpicos. A lo largo de este artículo de mirar…, vamos a establecer quiénes eran los olímpicos, para después analizar su iconografía grupal más representativa.
¿QUIÉNES ERAN LOS DOCE OLÍMPICOS?
Los dioses olímpicos, o Dodekatheon, son las principales divinidades del panteón griego que reinan en el Olimpo. Hesíodo en su “Teogonía” no define quiénes son, ni su origen. Sin embargo, su culto ha sido siempre muy arraigado, remontándose a tiempos pretéritos a las fuentes escritas.
El Dodekatheon está conformado por doce miembros escogidos entre los dioses de la primera y segunda generación, es decir, entre los hijos de los titanes Crono y Rea y los descendientes más importantes de éstos. Pese a que la elección variará según los territorios y cultos preferentes, el número permanecerá invariable, siendo siempre doce. Zeus, Poseidón, Hera, Atenea, Hermes, Apolo y Artemisa son las divinidades que aparecerán en la gran mayoría de las listas establecidas, completándose éstas con otros cinco dioses más.

Los olímpicos ostentan todas las virtudes a las que los hombres pueden aspirar, aunque también poseen las debilidades y defectos de éstos. Se estructuran de manera jerárquica y cada dios muestra ámbitos de poder específicos. Este aspecto ha propiciado una rica iconografía en la que cada divinidad exhibe unos atributos bien definidos.
ICONOGRAFÍA DEL DODEKATHEON
La representación de los dioses olímpicos en las artes plásticas es muy extensa y se basa en las fuentes literarias que recogen los diferentes mitos y leyendas. Los mitógrafos presentaron a las divinidades olímpicas de manera distinta según el lugar y momento histórico en que redactaron su obra. Esto provocó la existencia de múltiples versiones, que en ocasiones se contradicen entre sí, lo que fomentó una rica y variada iconografía. Los dioses se representan en solitario o participando en grupo de algún episodio concreto. A continuación, desarrollaremos los temas iconográficos del Dodekatheon que más éxito han tenido en la historia del arte.
EL ALTAR DE LOS DOCE. SANTUARIO DE LOS OLÍMPICOS
La cerámica y la arquitectura templaria presentan las iconografías más tempranas de la representación de los Doce Olímpicos. Dentro de la última, existe un tipo de construcción que se destinó específicamente al culto del Dodekatheon: el Altar de los Doce. Estas edificaciones se conformaban por un pequeño recinto cuadrangular que recogía en el centro un altar. Es posible que estas estructuras sagradas tuviesen el mismo aspecto que el altar de los doce encontrado en Gabii, Italia, pieza que se exhibe en la actualidad en el Museo del Louvre.

El primer altar del que conservamos restos arqueológicos es el del ágora de Atenas erigido en el 522 a.C. Sin embargo, contamos con fuentes escritas que inducen a pensar en la existencia de altares de mayor antigüedad. Concretamente, algunos especialistas consideran que en Olimpia, existían seis altares, uno para cada par de dioses. Esta práctica divisoria de los altares no debió de ser poco común, ya que en Delos se encontraron evidencias arqueológicas de la existencia de cuatro altares dedicados a tres dioses cada uno. La disposición en cuatro tríadas tuvo un gran éxito posteriormente en la iconografía de los neoplatónicos.
ASAMBLEAS OLÍMPICAS
Las asambleas olímpicas eran reuniones en las que los dioses, presididos por Zeus, dirimían sobre disputas o asuntos mortales o divinos. Estos concilios son mencionados con asiduidad en las fuentes escritas, siendo ya citados en varias ocasiones por Homero en la Ilíada. Hesíodo también alude a ellas, e indica su importancia al señalar que, el castigo de los dioses por faltar a la verdad es la prohibición de asistencia al Consejo olímpico y los banquetes.
La iconografía de este tema tendrá un gran éxito desde tiempos muy remotos. Los doce suelen aparecer agrupados, siendo habitual que Zeus ocupe un puesto preeminente al portar el báculo o presidir la escena desde un trono o un lugar más elevado. Con ello se pretende remarcar el poder absoluto de hijo menor de Crono y reforzar el carácter jerárquico del panteón griego. Además, los dioses se presentan desde la Antigüedad con sus atributos característicos, lo que permite realizar una lectura comprensiva de la obra.

Será un tema habitual en la cerámica griega, aunque es difícil encontrar a los doce representados a la vez, quizás por la restricción de espacio que supone este medio. Una iconografía repetida presenta a Apolo tocando la cítara e invitando al resto de dioses a la asamblea olímpica. Las divinidades acuden chasqueando los dedos al ritmo de la música.
El formato de las cerámicas favorecía la disposición alineada de las figuras, a modo de cortejo. Este aspecto procesional es empleado también en la escultura templaria, donde frisos de carácter lineal muestran a los doce acudiendo a las asambleas en fila. También es común, ver a los personajes sentados y dispuestos unos tras otros mientras celebran el concilio.

La Edad Moderna retoma el tema de manera muy diferente. Ahora el protagonista será el Olimpo y los dioses que lo habitan servirán para cargar de carácter simbólico el programa decorativo de algunos edificios. Los techos de las estancias se convertirán en el lugar predilecto para alojar esta iconografía, y los comitentes de las obras se personificarán en la figura de Zeus como gobernante supremo y señor de la justicia. Algunos artistas mantienen el carácter lineal en la disposición de las figuras, apareciendo el peticionario del concilio flanqueado por los olímpicos. Al final, Zeus lo recibe desde un lugar preeminente, lo que refuerza el carácter jerárquico y solemne de la escena. Sin embargo, será más habitual una disposición más orgánica de las figuras alrededor del hijo menor de Crono, que ocupa el centro de la composición.

TITANOMAQUIA
La Titanomaquia es la batalla librada entre los Titanes, asentados en el monte Otris y los Crónidas, apostados en el monte Olimpo. El enfrentamiento se desata cuando Zeus provoca que su padre Crono vomite a todos sus hermanos, a los cuales había tragado para evitar el cumplimiento de una profecía. Los Crónidas consiguen el apoyo de los Cíclopes, los Hecatomquires y otros dioses, y tras una encarnizada lucha que dura 10 años, logran derrotarlos y encadenarlos al Tártaro.

La referencia más antigua a la Titanomaquia en las fuentes escritas se encuentra en la “Teogonía” de Hesíodo, donde se narra la lucha entre los Titánides y los Crónidas encabezados por Zeus. El poeta griego no menciona la presencia de los hijos de los Crónidas en la lucha, aunque autores posteriores, como Higino, sí los incluyen, quizás como consecuencia de la contaminación de otros episodios como la gigantomaquia. Lo que Hesíodo sí deja entrever en distintas partes de su texto es que, el Olimpo, fue ocupado definitivamente por Zeus, sus hermanos y algunos de sus hijos, llamándose los Olímpicos.
A pesar de la importancia que el acontecimiento tiene dentro del desarrollo de los mitos teogónicos, su representación en las artes plásticas es escasa, en detrimento de la Gigantomaquia. Las escenas se centrarán en las figuras de los Titanes, cuyas posturas de lucha distorsionadas sirvieron para que el artista pudiese alardear con el modelado de su anatomía.

GIGANTOMAQUIA
La Gigantomaquia es la consecuencia directa del encierro de los Titanes en el Tártaro. Gea, deseosa de vengar esta derrota, envía a los Gigantes, fuertes como los dioses pero mortales, a combatir a los Olímpicos. Los hijos de Gea comenzaron a amenazar a las deidades lanzándoles árboles incendiados y rocas enormes. La batalla es terrible y los monstruosos seres comienzan a amontonar montañas para poder alcanzar el Olimpo. Los inmortales, con la ayuda anunciada por un oráculo de Hércules, consiguen derrotar a los Gigantes, dándoles muerte. Algunos de ellos quedaron sepultados bajo montañas o islas.
Las referencias escritas más antiguas del episodio se encuentran en algunos textos de Píndaro, aunque la descripción más detallada hay que buscarla posteriormente, en la “Biblioteca Mitológica I” de Apolodoro y en las “Gigantomaquias” de Claudiano. Los autores describen a los Gigantes como seres monstruosos y enormes. Apolodoro los dota de una poblada barba y cabellera, así como de pies llenos de escamas de dragón. Hesíodo, aunque no trata este episodio en su Teogonía, sí se ocupa del nacimiento de los Gigantes, detallándolos como poderosos guerreros con armaduras brillantes y largas lanzas.

Las primeras representaciones del episodio en las artes plásticas van en la línea de las descripciones de Hesíodo y se remontan a la segunda mitad del siglo VI a.C. Los Gigantes suelen aparecer ataviados como guerreros hoplitas, portando armadura, casco, lanza, espada o incluso, rocas. Habrá que esperar un siglo para que estos seres se doten de apariencia atroz, presentando personajes barbados asalvajados, que van desnudos o portan pieles de animales. Será la cerámica y la arquitectura templaria los medios en los que la Gigantomaquia se representará con mayor asiduidad, sin duda favorecido por la adaptabilidad que el episodio ofrece en la ocupación del espacio.

El Helenismo continuará con esta evolución iconográfica llevando a los Gigantes más allá y transformándolos en verdaderos monstruos, cuyo principal característica será la sustitución de las piernas por serpientes, quizás como adaptación a las escamas de dragón que describe Apolodoro. En el altar de Pérgamo los gigantes se presentan con distintas fisonomías, pudiendo aparecer con cuernos, piernas de serpiente, e incluso alados. Estos altorrelieves, de gran expresividad y calidad excepcional, suponen el clímax del relieve helenístico y sobresalen por su originalidad iconográfica. Su influencia en el arte etrusco y romano fue notable. El tema permitió exhibir posturas bien diversas y hacer alarde del dominio en el modelado anatómico, aspecto que tendrá continuidad durante la Edad Moderna. En contrapartida a la imagen bárbara de los Gigantes, los dioses se presentan serenos y majestuosos y su iconografía apenas variará. Esta oposición entre caos y orden sirvió para simbolizar el triunfo de la civilización griega sobre la brutalidad, lo que explica el éxito que tuvo el episodio en las artes helénicas.
Este simbolismo se recuperó y adaptó en la Edad Moderna como propaganda política. Así, los monarcas se prefiguran como los dioses vencedores, mientras sus enemigos y pueblos conquistados caen a sus pies aplastados por su barbarie. Será habitual encontrar esta iconografía en los techos palaciales, representando generalmente en el centro a Zeus, rodeado de los otros dioses olímpicos. Los bordes o la parte inferior son ocupados por los Gigantes que, inevitablemente, serán derrotados. Estos seres retomarán su fisionomía humana y abandonarán las referencias monstruosas. Sin embargo, mantendrán su carácter bárbaro, presentándose desnudos o ligeramente vestidos. Su apariencia será barbada y enjuta, como representación de la ignorancia.

TIFONOMAQUIA
Gea, no dándose por vencida tras la derrota de los Gigantes, engendra al monstruoso Tifón para luchar contra Zeus y el resto de olímpicos. El gigantesco ser alado tenía extremidades de serpiente, y tal era el pavor que causaba, que los dioses temerosos, se transformaron en animales y huyeron a Egipto. Finalmente, se produce una lucha encarnizada entre Zeus con su rayo y Tifón con sus llamas. El monstruo es atrapado bajo el Etna de Sicilia, lo que explica las sacudidas y erupciones de este volcán. No obstante, no debemos olvidar que los mitos griegos tienen en ocasiones numerosas contradicciones. Así, en este caso, en el “Himno homérico a Apolo” se presenta a Tifón como hijo de Hera y no como una creación de Gea.
En las fuentes literarias, aunque Hesíodo recogió este episodio, fue Apolodoro quien lo desarrolló en profundidad, introduciendo la huida de los dioses y su transformación en animales. Este pasaje, ya recogido por Píndaro en sus odas procesionales, presenta una fuerte influencia de la mitología egipcia, asociando un animal a cada divinidad, como el caso de Horus y Apolo con el halcón.

El episodio no gozó de gran influencia en las artes plásticas, siendo escasa su representación desde la Antigüedad. La escena, generalmente se ciñe a la lucha entre Zeus y Tifón, pudiendo aparecer el resto de los doce de manera accesoria o representados como animales.
LOS DOCE EN LAS FIESTAS
Zeus y el resto de olímpicos no se reunieron únicamente para guerrear o celebrar asambleas, sino que también disfrutaron de fiestas y banquetes en los que las divinidades se comportaban de una manera más desinhibida. Hesíodo ya menciona los banquetes del Olimpo como una celebración común entres los dioses, y será Ovidio quien establecerá en su obra “Fastos” el origen y las características de las diferentes fiestas.
El origen de la iconografía de las fiestas de los dioses se remonta a la Antigüedad, si bien será a partir del Renacimiento cuando el tema se desarrolle con profusión. Generalmente, se muestra a los dioses celebrando un banquete en el Olimpo o un enclave natural como un bosque. La primera opción mostrará importantes similitudes con la iconografía de las asambleas olímpicas, aunque sin lucir el carácter solemne de éstas. Es habitual la presencia de una mesa en torno a la cual se distribuyen los dioses. Las viandas representadas sirven al artista para realizar un ejercicio de modelado de naturalezas muertas. Así mismo, es posible encontrar la presencia de otras divinidades como las musas o Gamínedes, quien representado como copero de Zeus, se asocia a la pederastia homosexual de la Antigua Roma, tolerada aunque no exhibida.

La representación de la fiesta en un bosque o paraje natural presentará amplias similitudes con la iconografía de las bacanales y será común encontrar a Príapo, silenos, sátiros y ninfas, entre los dioses olímpicos en actitudes similares a las desplegadas en las bacanales. El tema permitió ahondar en la desnudez y alardear del perfeccionismo en la representación anatómica.

Las bodas, acontecimientos siempre ligados al banquete y la celebración festiva, fueron uno de los escenarios más comunes de la participación de los doce en los festejos. Durante la Antigüedad, raramente se representó la fiesta de la boda, debiendo esperar al Renacimiento para ver esta escena con gran asiduidad. La unión de Tetis y Peleo, y de Eros y Psique, fueron las que gozaron de un mayor éxito en las artes plásticas. La primera como el comienzo de una trágica historia y la segunda como final feliz de otra. Exceptuando por la presencia de los esposos, la iconografía de estos acontecimientos no variará mucho respecto a la representación de una fiesta divina.

Sin embargo, un aspecto que distingue esta temática de todas las vistas anteriormente es la pérdida de protagonismo de Zeus en la escena. Así, en ocasiones, parece que el dios de los dioses se desenvuelve como un mortal en las fiestas, y para ubicarlo dentro de la imagen debemos buscar e identificar sus atributos.

Fiestas, guerras y asambleas serán, por lo tanto, las temáticas del Dodekatheon que más influencia tuvieron en las artes plásticas. En próximos artículos, nos centraremos en la iconografía de cada olímpico, ahondando en los episodios que más éxito tuvieron entre los artistas.