La Época heroica de la mitología griega abarca desde el nacimiento de Heracles hasta el final de la Guerra de Troya. Los mitos de estos héroes se encuentran entretejidos con sucesos de la historia en tiempo real. Estos héroes, al igual que los dioses actúan como prototipos.
De entre todos los héroes, Heracles es el más grande, sin asomo de duda. En torno a su persona se generaron multitud de mitos, entre los que destacan sus doce trabajos. Vamos a mirar… la iconografía generada en torno al héroe y sus doce trabajos, para en un artículo posterior, analizar cada uno de los ellos, estudiando su relevancia en la historia del arte.

EL CAMPEÓN DE LOS HÉROES
Los héroes son aquellos hombres cuya fuerza y audacia supera al común de los mortales. Son hombres memorables, dignos de recibir honores tras su muerte y de ser recordados por las generaciones venideras. Sus hazañas dejaron una impronta en el mundo que ha de celebrarse. De entre todos los héroes, Heracles destacó por su singular esfuerzo y mérito, elevando al héroe a un nivel superior. De esta forma, el nacido mortal acabó siendo un dios al que se le dio acceso al Olimpo, premiado por su valía.
Hijo de Zeus y Alcmena, descendiente de Perseo, manifestó sus extraordinarias habilidades desde niño cuando estranguló a las serpientes que mandó Hera. La esposa de Zeus dominada por los celos y la ira, intentó en multitud de ocasiones dañar o perjudicar al héroe, el cual tuvo que recorrer un largo camino de sufrimientos antes de celebrar su deificación.

LAS FUENTES LITERARIAS
No existe un consenso común dentro de las fuentes literarias en las que se basaron los artistas para generar la iconografía de los doce trabajos. Incluso existen desacuerdos al respecto del orden de los mismos, existiendo varias versiones al respecto.
Homero, en sus escritos, únicamente hace referencia al trabajo del can Cerbero, mientras que Hesíodo menciona al león de Nemea, la hidra de Lerna y los bueyes de Gerión. Fue Pisandro en la segunda mitad del siglo VII a.C. quien, según algunos investigadores, fija los doce trabajos, aunque al no conservarse completa su Heráclida, no podemos asegurar la inclusión de los doce.
Posteriormente, Apolodoro en el siglo II a.C. menciona los doce trabajos, pero no tiene en cuenta dos de ellos, al considerar que Heracles es ayudado durante su ejecución por su sobrino Yolao. Por otro lado, los mitógrafos de época helenística dividen los trabajos en dos bloques, los seis primeros son trabajos que se realizan en Grecia y los otros seis son trabajos que se realizan en el resto del mundo.
La primera representación artística en la que se plasman los doce trabajos como ciclo son las metopas del templo de Zeus en Olimpia, en el siglo V a.C., marcando el comienzo de su iconografía en conjunto. Es posible que algunos textos bebieran de la propia iconografía y no al contrario.

LOS ANTECEDENTES DE LOS DOCE TRABAJOS
Existe una serie de hechos que se concatenaron y encaminaron a Heracles a la realización de los doce trabajos, estando el origen de los mismos en el momento de la concepción del héroe. Así, cuando Zeus deja encinta a Alcmena proclamó que el próximo varón que naciera del linaje de Perseo sería el rey de Argos. Hera se dispuso a evitar tal proclama adelantando el nacimiento de su primo Euristeo y retrasando el de Heracles. Zeus no pudo hacer otra cosa que admitir su imprudencia y conceder el trono de Argos a Euristeo.
Años más tarde, estando casado Heracles con Megara, hija de Cerote, Hera provocó un episodio de locura en el héroe, el cual sin ser consciente de sus actos asesinó a sus propios hijos y dos sobrinos. Según Eurípides, Apolodoro y Sófocles, Heracles se condenó a sí mismo al exilio y marchó a Delfos a consultar al oráculo dónde debía vivir. El oráculo le ordenó que acudiera al servicio de Euristeo y realizara los trabajos que éste le impusiera. Existen otras versiones que manifiestan que la razón de los doce trabajos responde a la condición que le impuso Euristeo a Heracles para poder ir a Argos.

DODEKATHLOS. EL CICLO DE LOS DOCE TRABAJOS
Cuando Heracles llega a Argos, su primo Euristeo le fue imponiendo, uno a uno, una serie de trabajos irrealizables a su entender: cazar al león de Nemea, matar a la Hidra de Lerna, llevar vivo a Argos al jabalí de Erimanto, cazar a la cierva de Cerinia, acabar con la plaga de las aves del lago Estinfalo, limpiar los establos de Augias, llevar vivo a Argos al toro de Creta, cazar y llevar vivas a Argos a las yeguas del rey Diómedes, conseguir el cinturón de la reina de las Amazonas, llevar a Argos a los bueyes de Gerión, secuestrar a can Cerbero y conseguir las manzanas de oro de las Hespérides. La resolución de las hazañas cimentó la gloria de Heracles y generó un ciclo muy explotado en el arte.
Tal como se ha mencionado anteriormente, el primer Dodekathlos conocido fueron las metopas del templo de Zeus en Olimpia, que sirvieron de modelo a todos los posteriores. La cultura romana recogió el ciclo de los doce trabajos proliferando su iconografía en la técnica musivaria y en los sarcófagos. La temática hercúlea tuvo una gran difusión en los espacios domésticos, ubicando generalmente el Dodekathlos en el triclinio, comedor formal de la vivienda. Los doce trabajos podían ser divididos en distintos cuadros lo que favorecía la generación de diferentes composiciones y diseños.

La construcción de sarcófagos en la Antigua Roma fue una actividad muy productiva, generando piezas casi de manera industrial. Los temas mitológicos fueron muy frecuentes tallándose en relieve en las paredes del sarcófago a modo de paneles. El Dodekathlos fue un tema muy escogido, ya que la divinización del héroe, conseguida en parte gracias a la realización de los trabajos, simboliza la inmortalidad del fallecido.

Pese a que la Edad Media supuso una reducción drástica en las manifestaciones artísticas de la mitología clásica, la figura de Heracles no se vio tan afectada. El paralelismo establecido entre Heracles y Cristo, ambos hijos mortales de un Dios supremo, que posteriormente trascenderán a la divinidad, permitió la pervivencia de la iconografía del héroe en ámbitos litúrgicos cristianos. Así, el héroe griego puede participar del programa iconográfico de la salvación cristiana. No obstante, pese a que la figura del héroe se mantiene, su representación iconográfica como Dodekathlos irá perdiendo fuerza, continuando esta tendencia durante la Edad Moderna. El retorno al Dodekathlos puro se realizará en ocasiones puntuales, aunque los distintos trabajos y su representación no perderá fuerza.