Los mitógrafos de época helenística dividen los doce trabajos de Heracles en dos bloques de seis trabajos. En el anterior artículo se establecieron los seis primeros, los cuales se ejecutaron en Grecia. Ahora, vamos a mirar… los seis trabajos restantes que llevaron al héroe a recorrer el mundo fuera del ámbito griego.
EL TORO DE CRETA
El séptimo trabajo que Euristeo le encomendó consistía en llevarle vivo el toro de Creta. Existen varias versiones sobre la procedencia del animal. Según una de ellas, el toro era aquel que había raptado a Europa a petición de Zeus, lo que no admitiría la metamorfosis del dios. Según otra, el animal era padre del Minotauro, fruto de uno de sus encuentros con Pasífane, esposa del rey Minos de Creta. También existe una versión en la que Minos prometió ofrendar a Poseidón aquello que saliese del mar, surgiendo un toro de las aguas. Al ser tan hermoso, el rey se vio incapaz de desprenderse del él, por lo que intentó engañar a Poseidón entregándole otro en su lugar. El dios en venganza, enloqueció al toro.
Cuando Heracles llegó a tierras cretenses, se entrevistó con el rey Minos e informó de su cometido. El rey se negó a prestarle ayuda, pero no puso impedimentos a que se llevara el toro si conseguía capturarlo. El héroe consiguió atraparlo y llevarlo a Micenas ante Euristeo, donde lo consagró a Hera, pero la diosa rechazó su ofrenda, por lo que fue liberado.

Durante la Antigüedad clásica la representación más común del episodio es aquella en la que el héroe agarra de los cuernos al animal frenando su empuje. Posteriormente, durante la Edad Moderna el episodio no tuvo gran éxito, quizás debido a su parecido con el combate de Heracles y Aquello o al episodio en el que Teseo da muerte a este mismo toro en la llanura de Maratón.

LAS YEGUAS DEL REY DIOMEDES
Diómedes, rey de Tracia e hijo de Ares, poseía unas yeguas a las que alimentaba con carne humana. Euristeo mandó a Heracles para que pusiera fin a tal costumbre y le llevara las yeguas a su presencia.
Heracles organizó una expedición y logró capturar a las yeguas, pero los hombres de Diómedes les alcanzaron. Su amigo Abdero se quedó a cargo de las yeguas mientras él se enfrentaba a los hombres de Diomedes. Las bestias se comieron a Abdero, fundando Heracles una ciudad en su honor. Finalmente, consiguió que las yeguas comieran a su dueño con lo que quedaron saciadas y así, pudo llevarlas ante Euristeo.

Este episodio presenta una cronología más tardía que el resto, quizás por su complicada narrativa. El primer ejemplo data del siglo VI a.C. En el Helenismo se comienza a representar el enfrentamiento directo entre el héroe y el rey Diomedes, el cual tuvo un gran éxito. Posteriormente, en época romana se representó la muerte de su amigo Abdero. Sin embargo, durante la Edad Moderna, el episodio tiene poco éxito.

EL CINTURÓN DE LA REINA DE LAS AMAZONAS
Admete, hija de Euristeo, codiciaba el cinturón de Hipólita, reina de las Amazonas. El cinturón había sido un regalo de Ares, padre de Hipólita, y simbolizaba el poder que ostentaba la reina. Por ello, el rey ordenó a Heracles que se lo trajera, montando el héroe una nueva expedición en la que participó Teseo.
Tras atravesar el Egeo navegando y llegar al reino de las Amazonas, Heracles es recibido por Hipólita, la cual parece favorable a entregarle su cinturón. Hera, interviene nuevamente poniendo trabas en la tarea del héroe. Así, tomó la apariencia de una amazona y alentó al resto a luchar contra los hombres, argumentando que Heracles quería raptar a su reina. Las guerreras a caballo y armadas cargaron contra la nave. Heracles al observar la carga pensó que Hipólita lo había engañado, por lo que la asesinó y le arrebató el cinturón.

La forma más común que han utilizado las artes plásticas para representar este episodio es como Amazonomaquia, es decir, escena de combate de las Amazonas. Este episodio de distinguirá de otras Amazonomaquias por la presencia del héroe, generalmente con la piel y cabeza de león, obtenidos en su primer trabajo. Mucho más rara es la representación en la que Hipólita cede su cinturón al héroe pacíficamente, tal como vemos en la vasija griega de la imagen. Igualmente, la representación de la llegada del héroe con el cinturón ante Euristeo apenas tendrá presencia en las artes plásticas.

LOS BUEYES DE GERIÓN
En esta ocasión, el héroe deberá llegar a la isla de Eritía, donde debía capturar los bueyes de Gerión y conducirlos hasta Euristeo. Eritía, en la actual bahía de Cádiz, se ubicaba en el extremo de Occidente, y para llegar a ella, Heracles tuvo que realizar un largo viaje.
Así, recorrió Europa y cruzó a Libia, donde extenuado por el desierto, solicitó a Helios que le otorgase la copa de oro que empleaba para trasladarse de Occidente a Oriente todas las noches. Helios se la entregó, y con ella el héroe pudo cruzar el Océano y llegar hasta las tierras en las que habitaba Gerión. Como prueba de su paso, Heracles levantó dos columnas enfrentadas, que marcaban los límites de Europa y Libia.
Gerión era un ser compuesto de tres hombres unidos por un mismo torso. Contaba con un ganado de bueyes rojos que era atendido por el pastor Euritión y el perro bicéfalo Ortro, hermano del can Cerbero. Heracles empleó la maza que talló durante su primer trabajo para derrotar a Euritión y Ortro, y se dispuso a cargar los bueyes en la copa. Gerión al enterarse de lo sucedido, llegó raudo a enfrentarse con Heracles, venciendo el héroe también al monstruo mediante un flechazo que atravesó los tres cuerpos.
Durante el camino de regreso sufrió otra serie de avatares, entre las que destaca su enfrentamiento con Caco en las colinas donde se fundará la ciudad de Roma. El mito de origen romano, narra cómo el ladrón Caco intenta arrebatar los bueyes a Heracles, dándole muerte éste tras su enfrentamiento. Algunos autores retratan a Caco como un simple delincuente, mientras que Virgilio lo describió como un monstruo que escupía fuego. Tras todas estas aventuras, el héroe finaliza su viaje y entrega los bueyes a Euristeo, el cual los sacrifica a Hera.

En la Antigua Grecia, la parte del episodio más representada y más antigua que conocemos a día de hoy, es el combate entre Heracles y Gerión. Así, lo encontramos decorando un pectoral de bronce encontrado en Samos que data del siglo VII a.C. Durante la Edad Moderna esta representación pierde fuerza en favor de otras iconografías.

Gran éxito tuvo en la cerámica del Arcaísmo la representación del
encuentro entre el héroe y Helios, así como la navegación en la copa de oro . Fue común la representación de Helios surgiendo del mar en un carro tirado por caballos alados.
En cuanto al mito latino de Caco, su representación destaca a partir del trecento, diversificándose su iconografía posteriormente, representando a Caco como un ladrón o como un monstruo, dependiendo de las fuentes de las que se inspirara el artista.

EL CAN CERBERO
Euristeo le encargó en esta ocasión una tarea que consideraba irrealizable. Así, le ordenó que le llevara al can Cerbero, el perro de tres cabezas que custodiaba la entrada a los Infiernos. Adentrarse en el inframundo estaba prohibido al considerarse una violación de lo sagrado, lo que dificultaba más aún la tarea.
Heracles, por respeto a los dioses, se inició en los misterios de Eleusis, que permitían aprender la manera de acceder al inframundo con seguridad tras la muerte. Pero para ello, tuvo que buscar un padrino que le adoptase, ya que Heracles era extranjero y estaba contaminado por la sangre de los asesinatos que había cometido. Pilio lo adoptó, y finalmente pudo acceder al mundo subterráneo cruzando la laguna de Estigia en la barca de Caronte. El héroe estaba acompañado por Hermes y Atenea, los cuales le ayudaron en su tarea por orden de Zeus.
Durante su viaje por el inframundo, se fue encontrando con una serie de personajes. La Gorgona Medusa y el héroe Melegrao fueron los únicos que no huyeron por miedo al verle llegar a su mundo. El héroe intentó atacar a Melegrao, pero éste comenzó a narrarle su trágica historia, conmoviéndole. Cuando finalizó la narración, el héroe le prometió que se casaría con la única hermana que le quedaba, tal como hizo más adelante. También, se encontró con Teseo y Pirítoo, los cuales se encontraban retenidos vivos por Hades, tras haber intentado liberar a Perséfone, esposa del Dios. Heracles logró liberar a Teseo, aunque no a Pirítoo.
Finalmente llegó ante el dios Hades y le solicitó humildemente la entrega de Cerbero para el cumplimiento de su trabajo. Hades le autorizó a llevar al can ante Euristeo, siempre que consiguiera dominar a la bestia portando únicamente la piel y la cabeza de león. Heracles así lo hizo y llevó a Cerbero ante Euristeo, el cual aterrorizado corrió a esconderse. Por último, devolvió el animal a Hades.

Este trabajo fue representado tempranamente, destacando la imagen de Heracles tirando de las cadenas a las que Cerbero se encuentra atado, mientras se encamina ante Euristeo. Pese a ello, varias partes del episodio tuvieron también éxito desde la Antigua Grecia. Fue común en la cerámica clásica la representación de la iniciación de Heracles en los misterios de Eleusis, así como la muestra de un asustado Euristeo escondiéndose en una tinaja, ante la llegada del monstruoso can. Esta iconografía es muy similar a aquella del jabalí de Erimanto, variando únicamente la bestia protagonista de la escena.

La llegada de la cultura romana permitió introducir el episodio del mundo subterráneo dentro de la temática funeraria romana, abundando este episodio en los sarcófagos. La iconografía se mantendrá durante la Edad Moderna sin mucha variación, destacando la lucha entre el monstruoso can y el héroe.
LAS MANZANAS DE ORO DE LAS HESPÉRIDES
Como último trabajo, Euristeo encargó al héroe que recogiera las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides, el cual se encontraba al sur de las columnas de Heracles. Las frutas eran un regalo de Gea a Hera en el día de su boda con Zeus y se encontraban custodiadas por un dragón inmortal llamado Laón y las Hespérides, tres ninfas del ocaso.

Las peripecias de este viaje superaron las de todos los anteriores. Heracles primeramente debía averiguar dónde se ubicaba el Jardín, de lo cual únicamente el dios del mar, Nereo, podía informarle. De esta manera, el héroe se embarcó en la parte occidental de Grecia y apresó a Nereo, el cual le proporcionó cierta información, pero no la suficiente.
Heracles arribó a Libia, al reino de Anteo, el cual aniquilaba a los extranjeros obligándolos a luchar contra él. Se decía que era hijo de Gea y que recibía su fuerza del contacto con La Tierra. Por ello, el héroe durante la lucha lo apresó y elevó del suelo, estrangulándolo con sus poderosos brazos en fuerte abrazo. Al romper el contacto de Anteo con La Tierra, éste no pudo recobrar energía. Los Pigmeos, hermanos de Anteo, se dispusieron a vengar su muerte y atacaron a Heracles mientras dormía, pero el héroe despertó, agarró a todos ellos con una mano y los atrapó con su leonté mientras reía.
Tras atravesar Libia y llegar a Egipto, es apresado por el rey Busiris, el cual sacrificaba a los extranjeros en el altar de Zeus. Heracles consiguió romper sus ataduras y dar muerte al rey.

Tras otras peripecias, consiguió llegar al Caúcaso y liberar a Prometeo, el cual se encontraba encadenado a una roca por orden de Zeus, al haber entregado el fuego a los hombres. Así, un terrible castigo sufría el titán, ya que un águila devoraba su hígado día tras día, el cual, en su condición de inmortal, se regeneraba continuamente. El héroe mató al águila con una flecha y liberó al titán, el cual como agradecimiento le dio un consejo, diciéndole que no cogiera él mismo las manzanas, sino que fuera Atlante el que las prendiera.

El Titán Atlante, hermano de Prometeo, sostenía la bóveda celeste apoyándola en su cabeza con sus brazos. Heracles, le propone sujetarle la bóveda celeste mientras él va a recoger las manzanas. Atlante acepta gustoso y a su regreso informa al héroe que será él quien lleve las manzanas a Euristeo. Heracles le propone entonces que le sujete la bóveda un momento mientras se acomoda una almohadilla en la cabeza que le alivie la carga, aceptando Atlante. Una vez liberado, Heracles huye con las manzanas, dejando a Atlante de nuevo con la bóveda celeste sobre su cabeza.
Las Hespérides se transformaron en árboles, un olmo, un sauce y un álamo, como auto castigo por no haber evitado el robo de las manzanas, mientras que la serpiente pasó a ser la constelación de la Serpiente. Sin embargo, existe otra versión posterior, de principios del siglo VI a.C. o finales del siglo V a.C., en la que no es Atlante quien recoge las manzanas, sino el propio Heracles dando muerte a la serpiente.
Cuando llegó Euristeo le ofreció las manzanas y éste se las devolvió, entregándoselas entonces a Atenea. La diosa, a continuación, las devolvió al Jardín de las Hespérides.
La iconografía de este trabajo es amplia y variada y cada uno de los pasajes que hemos mencionado anteriormente cuenta con representaciones.
El combate entre Anteo y Heracles tiene una larga presencia en las artes plásticas, aunque en los períodos más antiguos el episodio era independiente al trabajo. Es durante el Helenismo cuando el episodio se introduce el el duodécimo trabajo. Igualmente, la idea de que el héroe debía levantar al rey para vencerlo surge en el siglo V a.C. El despliegue en el estudio anatómico que permite la representación del episodio, lo hizo muy popular, recreando diferentes posturas durante la lucha también en la cultura romana. El episodio posterior de los hermanos Pigmeos fue representado esporádicamente durante la Roma Imperial.

El Renacimiento recoge nuevamente el episodio con gran ímpetu, destacando los ejemplos escultóricos durante toda la Edad Moderna. Al igual que el trabajo de los establos de Augias, la representación de la lucha de Heracles y Anteo se cargó de un mensaje político, simbolizando la victoria del rey sobre sus enemigos. A finales de la Edad Moderna, se abandona el mensaje político en favor de la plástica en sí misma.
El enfrentamiento entre Busiris y Heracles fue representado como tema cómico durante el clasicismo griego y su iconografía se basó en la figura del faraón dominando a sus enemigos tan extendida en el Antiguo Egipto.
Por otro lado, pese a la importancia del pasaje en el que Heracles libera a Prometeo, su éxito en las artes plásticas fue limitado, apareciendo esporádicamente desde el siglo VII a.C. en Grecia hasta finales de la Edad Moderna. Mucho más éxito tuvo sin embargo el encuentro con su hermano Atlante, evolucionando su iconografía junto con los saberes astronómicos, pasando de una forma plana a una convexa, para finalmente representar la bóveda celeste como una esfera. Durante la Edad Moderna este tema tendrá un notable éxito.

Por último, señalar que la representación del Jardín con el árbol de oro , las Hespérides y la serpiente gozó de un gran éxito. La riqueza compositiva de la escena favoreció el interés de los artistas en su representación, viéndose potenciado por la visión romántica de finales del siglo XIX.

Con esta trabajo, Heracles concluyó los encargos de Euristeo, aunque no así sus aventuras. El héroe siguió enfrentándose a otros peligros, realizando numerosas gestas y hazañas hasta su muerte y apoteosis. Pero eso será ya otra historia…