En esta ocasión en mirar…, analizaremos una obra fílmica del rey del suspense, Alfred Hitchcock. Psicosis, película estrenada en 1960, supuso una revolución en la historia del cine, transformando el género de thriller psicológico. Esta película, junto con los pájaros de 1963, marcan el comienzo del cine postclásico.

Psicosis no destaca únicamente por sus características técnicas y artísticas, sino por demostrar que el precio de la producción era independiente de la calidad de la obra. Hitchcock dirigió Psicosis con medios económicos modestos, los mismos empleados en su telefilm “Alfred Hitchcock presents”, consiguiendo pese a ello un icónico largometraje de calidad excepcional.
A continuación abordaremos diferentes aspectos del film que hacen de esta obra única e irrepetible. Invitamos al lector a visionar la película antes de la lectura de este artículo o tras ella.
EL ARGUMENTO
La película comienza presentando las dificultades de los enamorados Marion (Janet Leight) y Sam (John Gavin) en un hotel de Phoenix. Marion roba 40.000 dólares de su trabajo para salvar los obstáculos económicos y poder estar junto a Sam. Posteriormente, huye con el dinero y sintiéndose perseguida, decide desviarse de la carretera principal y parar en un motel a descansar.

Norman Bates (Antony Perkins) la recibe en el motel, el cual se encuentra completamente vacío. Tras una conversación mientras Marion cena, en la que Norman se sincera sobre aspectos de su madre enferma, ésta decide retirarse a descansar. Mientras se ducha, aparece la silueta de una mujer con un cuchillo que asesina a Marion con 12 puñaladas. Norman se deshace del cadáver y de los objetos personales de Marion en un cercano pantano.

Lila (Vera Miles), hermana de Marion, contacta con Sam para investigar el paradero de su hermana. Los dos, junto con el detective Arbogast (Martin Balsam), emprenden la búsqueda de la infortunada Marion. Durante su investigación Arbogast es asesinado, y Lila descubre el cadáver embalsamado de la señora Bates. Norman disfrazado de su madre aparece con un cuchillo dispuesto a matarla. Sam la ayuda a zafarse y Bates es arrestado por la policía e internado.

LA FRAGMENTACIÓN
Éste es uno de los aspectos que más destaca en esta película. Narrativamente, la historia se va fragmentando mientras se va desarrollando. Así, el comienzo de la historia en Phoenix, la huida con el dinero, la estancia en el hotel y la búsqueda de la desaparecida son claras rupturas que van conformando la historia.
Pero Hitchcock va más allá técnicamente, descomponiendo los planos continuamente. El director desmenuza las escenas realizando planos cortos , en ocasiones aberrantes, que llevan al espectador a un estado continuo de tensión y angustia. Esta técnica llega a su cenit en la escena reina del film, la escena de la ducha.
Además, esta fragmentación está presente en el personaje de Norman Bates. La mente psicótica de Norman hace que los crímenes por él cometidos tengan una doble lectura: la de verdugo como asesino y la de víctima como enfermo mental.

LA ESCENA REINA
Si existe una escena en el film que destaca sobre el resto es el asesinato de Marion en la bañera del motel. Dicha escena se ha convertido en un verdadero icono del cine explotándose de las más diversas formas y quedando grabado en nuestras retinas.

Hitchcock rompe con los códigos del cine clásico mostrando el asesinato de una forma elegante y sutil. Filma la violencia sin vulgarizarla y sin ser excesivamente explícito o gráfico.
El rodaje de la escena duró una semana y Hitchcock exigió a Janet Leight la perfección en la recreación del puro terror. El grito emitido por la actriz es lo más cercano a “la realidad” tan buscada por el director.

La escena, sesenta años después de su filmación está considerada una verdadera obra de arte. El montaje propuesto por Hitchcock es realmente innovador. Los múltiples cortes de los cuales está compuesta cortan la secuencia al igual que el cuerpo de Marion en boca, cabeza, manos, tronco y piernas como si se tratara de una composición cubista. La escena que dura 3 minutos se fragmenta en 68 planos.

Las posiciones de la cámara se suceden continuamente con planos de vértigo y alturas de cámara inexplicables, tal como observamos en el plano desde el interior del desagüe. El montaje construye la escena, aportando tensión y miedo en el espectador.
Además, la relación que el director establece entre el ojo del espectador y la cámara es magistral. Nuestra mirada se confunde con la cámara lo que hace que nos identifiquemos con el asesino.
Por último señalaremos que esta escena es un punto de inflexión en el largometraje. Durante esta escena, el director elimina a la protagonista de la película y la sustituye por otra, su hermana Lila. Este aspecto era completamente novedoso y situaba a los actores como personajes intercambiables y reutilizables.
EL COLOR
Un aspecto de la película que puede sorprendernos es la renuncia de Hitchcock al color, el cual ya había empleado en películas precedentes. Tras décadas de lucha en el cine por la representación del color, y cuando por fin las cámaras lo reproducían fielmente, Hitchcock recupera la representación en blanco y negro.
Por una parte, podemos pensar que los motivos económicos fueran la razón principal para ello, ya que tal como hemos comentado con anterioridad el presupuesto de producción del film era muy limitado. Pero el director siempre buscó la representación más real posible al margen del coste que pusiera suponer, y la renuncia al color es algo que no encaja en este aspecto. Por ello, debemos entender que la ausencia de color es mucho más que un simple ahorro económico en la realización de la película. Así, Hitchcock cuando lo consideró relevante, se alejó de la búsqueda de la realidad recuperando la imagen en blanco y negro y el cine mudo.
LA MÚSICA
La banda sonora original de la película es otro elemento fundamental de la creación fílmica. En este caso, las composiciones de Bernard Hermann generan en el espectador una sensación de angustia y tensión.
Ya durante los créditos iniciales de la película, las notas musicales manifiestan una melodía de frenesí. Este frenesí queda apaciguado durante las escenas rodadas en Phoenix, para revelarse con mayor fuerza durante la huida de Marion. La música frenética y apremiante nos avisa que algo terrible está por venir.

La composición musical protagonista del film es sin duda aquella de la escena reina. El asesinato de Marion mientras se ducha viene acompañado de una consecución de notas de chirriantes violines, violas y violonchelos que hacen el efecto de las puñaladas recibidas por la víctima. Cincuenta notas chirriantes que potencian la percepción visual y emocional de la escena y fomentan el caos en la acción.

En un principio era deseo del director que todas las escenas filmadas en el motel Bates quedaran sin música, pero tras ver el resultado de la propuesta de Hermann, Hitchcock aplaudió la originalidad de esta partitura musical que potenciaba la escena notablemente.
LA ESCENOGRAFÍA
La escenografía del largometraje presenta diversos tratamientos según el lugar en el que se desarrolla la historia. Así, las escenas de Phoenix presentan una ciudad moderna llena de vida. El ajetreo y bullicio del día a día y los edificios arquitectónicos nos resultan familiares y nos hacen sentir cómodos.
Tras la huida en coche y un vacío arquitectónico en la escenografía, Marion llega al Bates Motel. La escenografía en esta ocasión nos hace sentir alerta y está conformada por dos edificaciones: el motel de carretera y la mansión Bates. Estos edificios tan dispares se correlacionan con la personalidad psicótica de Norman.

Por un lado, el motel presenta una naturaleza inofensiva y pasa totalmente desapercibido como uno más entre tantos moteles de carretera americanos que parecen fabricados en serie. Esta tipología arquitectónica va en sintonía con el Norman afable, muchacho educado y cortés. No obstante, la salita de Norman llena de pájaros disecados, recrea un espacio amenazador y anuncia la personalidad psicótica de su dueño.
Sin embargo, la mansión en lo alto de la colina parece amenazante. Su arquitectura sobria y recargada sobrecoge y pone alerta los sentidos. La mansión es una metáfora de la otra personalidad de Norman: su madre. El interior de la casona con la habitación de la señora Bates, la buhardilla y el sótano se presenta más siniestra aún y lleva al espectador a un estado de tensión y miedo.

ELEMENTOS RECURRENTES
Existen una serie de elementos recurrentes que se repiten en las películas de Alfred Hitchcock, trataremos de exponer aquellos que tienen mayor presencia en el largometraje que nos ocupa.
LOS OJOS
Hitchcock explotó la mirada como pocos directores han hecho. El ojo se presenta como gran protagonista, sobre todo en Marion. Así, vemos cómo en la escena con el policía en la huida por carretera, los ojos de la protagonista bien abiertos destacan frente a las gafas negras del policía que oculta su mirada.

Pero si hay un momento en el que el ojo se convierte en verdadero protagonista es durante la escena de la ducha, con Marion ya muerta en el suelo del baño. Un ojo ya sin vida mira fijamente al espectador. Esta imagen nos retrotrae a la estética dadaísta y surrealista.

LA MIRADA
Ya en “La ventana indiscreta” de 1954, el director explotó el concepto de mirada, el mirar y ser observado, aspecto íntimamente relacionado con el ojo. En Psicosis deja la sutileza a un lado, el acto de observar se transforma en un acto casi vouyerista lleno de lascivia y morbo.
Así, Norman tras la reunión en la salita con Marion, se dirige a la pared contigua a la habitación de la muchacha y retira un cuadro, mostrando un agujero desde el que ávidamente se dispone a contemplar a la mujer. El ojo nuevamente es protagonista y aparece en un primer plano junto con el agujero. Un ojo que todo traga.

Dos aspectos destacan en esta acción. Primeramente señalar la intencionalidad de Norman en espiar a su clienta, ya que le otorga deliberadamente las llaves de la habitación contigua estando todo el motel vacío.
Por otro lado, apuntar que el cuadro que oculta el agujero representa a “Susana y los viejos”, tema de la iconografía cristiana en la que unos ancianos acosan a Susana, observándola mientras se baña. Refuerza por lo tanto el aspecto vouyer de la acción del psicopático Norman, el cual no impone límites a su mirada.

Pero Hitchcock da un paso más en el juego de la mirada, ya que al poner al espectador en el punto de vista del asesino reduce le reduce a la posición de vouyer, mientras que en el contraplano identifica al espectador con la víctima. Mirar y ser mirado, un juego que el director dominó.
LOS PÁJAROS
Si pensamos en aves y Hitchcock nuestra mente proyecta rápidamente secuencias de su largometraje “Los Pájaros” de 1963, así como la imagen publicitaria del director acompañado de un cuervo.
Pero ya en Psicosis Hitchcock exploró el aspecto más tenebroso de estos animales. Norman explica a Marion en la salita su afición por la taxidermia, mostrando varios ejemplares que crean una atmósfera opresiva. Todos los animales disecados son aves y la abigarrada sala presenta un aspecto cuando menos siniestro y angustioso.

Pero la conversación entre los protagonistas va más allá, aleccionando Norman a su invitada sobre la voracidad de estos pequeños animales y a su vez exponiendo su naturaleza bondadosa, la cual la compara con su madre. Esta comparación con la señora Bates traslada a los pájaros al papel de asesinos, asesinos voraces como la propia “madre” de aspecto inocente como Norman.

LA ESPIRAL
La espiral fue otro elemento empleado por Hitchcock, destacando en la película de “Vértigo” de 1958. Pese a la reducida exposición de este elemento en Psicosis, su presencia es fundamental en dos momentos claves.
El primero es el movimiento del agua en el desagüe de la bañera de la escena del asesinato, así como el de la cámara en el ojo de Marion. El segundo es el movimiento de la silla de la señora Bates en la escena del descubrimiento del esqueleto de “madre” momificada.

Todos los aspectos señalados y los elementos recurrentes descritos hacen de esta obra fílmica la obra maestra que es. Hitchcock renuncia al color, ejecuta una producción de bajo coste, antepone el sonido a la imagen en ocasiones y nos genera tensión y terror. Una obra cuyo visionado es un placer con sus 60 años de antigüedad.