
En 1950 el arquitecto Philip Johnson construyó para Blanchette Ferry Hooker Rockefeller una vivienda entre medianeras, en el barrio de Turtle Bay de Manhattan, en Nueva York. La construcción estaba destinada a albergar huéspedes de la familia, así como acoger exposiciones de arte contemporáneo derivadas de su colección privada. Vamos a dar un paseo por… esta vivienda-galería, cuyo diseño refleja las trazas del Movimiento Moderno con un fuerte influjo de la arquitectura desarrollada por Mies Van Der Rohe.
LA PROMOTORA Y SUS NECESIDADES
Blanchette Ferry Hooker Rockefeller vivía con su marido, John D. Rockefeller III, en One Beekman Place. Pese a que ambos compartían el gusto por el arte, la preferencia de Blanchette por obras contemporáneas y de vanguardia, la llevó a construir un espacio para alojar y exponer este tipo de piezas que no casaban con el estilo de la vivienda de Beekman Place.

Requería por lo tanto, de un edificio acorde a la modernidad de las piezas que iban a ser expuestas y que permitiera además, alojar temporalmente a huéspedes de la familia, así como celebrar diferentes fiestas. Bajo estos condicionantes Blanchette contrató los servicios de Phillip Johnson, al cual conocía gracias al trabajo que ambos desempeñaban en el MOMA, como escritor y comisario del museo Johnson, y como presidenta y fundadora del Consejo Junior de la institución la señora Rockefeller.
La parcela sobre la que deseaba construir su vivienda-galería, se ubicaba en el barrio de Turtle Bay, caracterizado por su actividad artística. Además, se situaba a medio camino entre su residencia de Beekman Place y el MOMA, su lugar de trabajo, lo que hacía muy cómodos los desplazamientos.
LA SOLUCIÓN ADOPTADA POR PHILIP JOHNSON
El solar que había adquirido la señora Rockefeller presentaba forma rectangular, contando con 8 metros de ancho de fachada por 30 metros de fondo aproximadamente. Por lo tanto, el principal problema al que se enfrentó el arquitecto era el de la iluminación de los espacios interiores. Johnson solucionó la cuestión introduciendo la luz a los espacios interiores a través de un patio central.

Este patio, además de iluminar y ventilar las estancias de la vivienda, permitía separar la zona privada de la zona pública. Así el gran salón diáfano queda aislado del dormitorio, pudiendo celebrar las fiestas y las exposiciones sin provocar molestias al posible huésped. El dormitorio cuenta con baño y vestidor independientes ubicados al fondo y grandes cortinas que permiten independizar visualmente los espacios, otorgando la privacidad necesaria a las distintas piezas.

Tal es la prioridad lumínica y visual del patio, que Johnson renuncia a generar vistas a la calle en la fachada principal, levantando un muro de ladrillo y dejando únicamente una estrecha franja de ventanas altas. El arquitecto por lo tanto, se cierra a la calle principal, para abrirse al interior, introspectivamente, generando gracias a la introducción del patio una explosión de luz y espacio. Además, la lámina de agua, con sus reflejos lumínicos y la introducción de la naturaleza en dicho patio juega con los sentidos del usuario.

Por otro lado, pese a que la construcción no estaba destinada como vivienda al uso, Johnson la dota de una pequeña cocina que se ubica junto al acceso y queda recogida en un mueble. Su uso presenta una gran versatilidad, ya que dispone de unas puertas correderas que pueden extenderse mientras se cocina independizando el espacio. En cambio, si la cocina no va a usarse, ésta puede ocultarse en el mueble que la recoge.

El sistema de calefacción seleccionado por Johnson fue el de suelo radiante, que permitía caldear uniformemente espacios tan diáfanos. No obstante, no renunció a la inclusión de una chimenea en el salón, elemento tan asociado a la arquitectura residencial estadounidense.
LA IMPORTANCIA DE LA FACHADA
La fachada se configura como uno de los elementos más significativos de esta construcción. Sorprenden sus modestas dimensiones entre los característicos edificios de la gran manzana. Pese a ello, el edificio no pasa desapercibido, destacando por su elegancia y equilibrio.

La puerta de acceso queda flanqueada por sendos muros de ladrillo, generando una especie de “basamento” sobre el que se alza el esqueleto metálico en el que se insertan las superficies vetradas. El empleo de la geometría y el módulo, generando cierta rigidez ortogonal, recuerda a la disposición clásica de las fachadas palaciegas renacentistas italianas. Y es que, pese al empleo de un lenguaje con un vocabulario completamente moderno y el uso de materiales contemporáneos, la búsqueda de la armonía y la perfección en las proporciones es la misma que persiguieron los arquitectos renacentistas italianos tantos siglos atrás. Así, la Nueva York del siglo XX toma el testigo de la Florencia renacentista como cuna del desarrollo artístico, presentando a la Rockefeller Guest House como una reinterpretación moderna del palacio renacentista y a Blanchette Rockefeller como nueva mecenas artística.
Más allá de las relaciones conceptuales indirectas de esta fachada con el pasado remoto, existe una evidente referencia directa a la obra de Mies Van der Rohe en este edificio, especialmente en la fachada. Los elementos estructurales se articulan de forma muy similar al Illinois Institute of Chicago, inaugurado en 1940. La estructura metálica de color negro, organiza y modula la fachada en perfecta simetría, quedando el acceso en el centro de la composición. Estas referencias son también palpables en la sección constructiva de la fachada, tal como podemos comprobar en la imagen anterior.

Tan importante fue para Johnson la composición de la fachada, que añadió innecesariamente una planta al edificio para generar un alzado armónico y proporcionado. El propio arquitecto lo manifestó durante una entrevista en 1970, cuando declaró que “ la parte superior no existe para mi”. Tanto es así, que el arquitecto dispuso en planta primera dos habitaciones sin acondicionar y un baño. Igualmente, el sótano de la vivienda quedó sin programa, incluyéndose una cocina tras años de uso del edificio.
EL EDIFICIO TRAS BLANCHETTE ROCKEFELLER
La construcción de esta vivienda-galería obtuvo grandes elogios por parte de la crítica, destacando su sobriedad y sencillez. No obstante, también existieron algunas voces que señalaban a la inviabilidad de una vida cotidiana en este edificio, debido a su particular distribución y la carencia de algunos servicios. En 1958 la señora Rockefeller vendió la propiedad al MOMA, el cual la empleó como expositor de obras modernas durante un corto período de tiempo. Tras ello, la vivienda fue vendida en varias ocasiones, estando durante un tiempo alquilada por el propio Philip Johnson, el cual la habitó durante ocho años.

Esta pequeña joya de la arquitectura moderna ostenta además el récord de coste por metro cuadrado en la ciudad de Nueva York, lo que refleja el valor económico e inmobiliario que mantiene la construcción a día de hoy. Su excelente estado de conservación ha contribuido a ello sin duda alguna. Un delicioso ejemplo de arquitectura moderna en “la ciudad que nunca duerme” que no debéis de dejar de visitar, aunque solamente se puedan admirar sus exteriores.