A partir del siglo XV, la corte se convierte en el lugar en el que se generan las modas y los códigos de conducta. El traje se acomoda como símbolo de poder y las diferentes cortes europeas compiten entre sí mediante un despliegue de magnificencia y lujo. Durante el siglo XVI y el siglo XVII la dinastía de los Habsburgo abanderó el “traje a la española” con el color negro como protagonista. Esta moda se hizo extensiva a todos los componentes de la corte y marcó tendencia fuera de sus fronteras.
Gracias a los retratos de la época, podemos hacernos perfecta cuenta de esa predilección, así como comprender la situación política y social vivida. En este artículo de qué curioso… vamos a descubrir las causas del triunfo del color negro en el traje español de los Habsburgo, centrándonos en los reinados de Carlos I y Felipe II.

LA INFLUENCIA HUMANISTA DE “EL CORTESANO”
Baltasar Castiglione en 1528 publicó su obra “El Cortesano” cuya influencia fue fundamental en el establecimiento de las virtudes morales e intelectuales de la corte. El noble italiano, conforme al pensamiento humanista, presentó al cortesano como una persona culta, versada en las artes y las armas, que sabe manejar su propia imagen como fuente de poder. El traje contribuía a la creación del ideal de esta élite social, ya que permitía proyectar las virtudes de su portador. El buen cortesano pretende representar exteriormente, a través de la indumentaria, los principios morales por los que rige su vida.
En dicha obra, se debate sobre cuál es el color más apropiado para el cortesano, estableciéndose que éste es sin duda el negro, ya que es el que más gracia otorga al traje, proporcionando una natural “sprezzatura”. Este término describe la actitud propia del caballero, el cual debe disimular los sentimientos con gracia, mostrando cierto distanciamiento y seguridad en sí mismo. El hombre virtuoso debe rehuir de los extremos y buscar el equilibrio, renunciando a la pompa, el exceso y los colores vistosos. El propio Castiglione se hizo retratar por varios maestros de la pintura, empleando ropas negras u oscuras, tal como lo hizo Rafael hacia 1515. Sin embargo, solamente diez años más tarde, Tiziano lo retrató en riguroso negro, dejando clara la tendencia que se iba imponiendo.

Castiglione, tras acoger el estado eclesiástico fue enviado por el papa Clemente VII a Toledo, para ejercer misiones diplomáticas con el emperador Carlos I. Sin duda, el influjo entre ambos personajes durante este período fue importante, lo que colaboró en la asimilación del negro como color ideal.
EL IMPULSO MEDIANTE EL RETRATO REAL
Carlos I de España introdujo en su corte imperial, a mediados del siglo XVI, las ceremonias suntuosas y solemnes y la vestimenta negra para hombres y mujeres. Sin duda influyó notablemente su formación humanista y la herencia de la estética borgoñona, proyectándose todo ello a través del retrato imperial.
El retrato históricamente se ha perfilado como una herramienta de poder. Todos los elementos que aparecían en la pintura tenían una consideración simbólica e interpretativa, incluyendo la indumentaria del retratado. El emperador y su hijo, Felipe II, lo supieron explotar de manera sobresaliente de la mano de su pintor favorito, Tiziano, el cual convirtió algunos de su retratos en verdaderos arquetipos del género.

La imagen de Carlos I fue cuidadosamente construida a través de una sofisticada propaganda generada por toda una serie de funcionarios y artistas de corte, los cuales se encargaron de glorificar su imagen imperial. Ésta quedó asociada a una gravedad sobria, en la que la moderación, la sencillez y la templanza se presentan como virtud del buen gobernante. El riguroso color negro y el toisón de oro de herencia borgoñona, parecían ser suficientes para proyectar la magnificencia imperial.

El hecho de que la corte del emperador fuera itinerante, permitió que ésta actuara como un escaparate a los ojos de las cortes extranjeras. La influencia de la moda española fue cada vez mayor, creciendo en paralelo a su poder político, tal como lo demuestran los retratos de los príncipes y cortesanos de la época. Fernando I de Habsburgo, hermano del emperador, se unió al capricho familiar por el color negro. Pero no fue la consanguinidad la única razón para ello, ya que vemos que Enrique II de Francia, sucumbió al gusto español, pese a la tendencia histórica de este país por la ostentación y el uso de vibrante colorido. Así mismo, territorios conquistados como el Ducado de Milán presentan una indudable sintonía formal con el traje español, tal como podemos observar en los múltiples retratos de Giovanni Battista Moroni.

Felipe II, el rey prudente, llevó el uso del color negro a su máxima expresión, haciéndolo extensivo a su familia y corte. Su matrimonio con María Tudor, favoreció la influencia de la moda española en la corte inglesa, la cual incluso persistió tras el ascenso al poder de Isabel I, pese al odio que dicha monarca promulgaba por todo lo español. Incluso su tercera esposa, Isabel de Valois, abandonó sus gustos franceses para lucir en repetidas ocasiones el terciopelo negro que llamaban “a la española”. El traje femenino cubrió el escote recatadamente y se hizo uso del cartón de pecho y el verdugado en la falda, imponiendo la rigidez de formas. Las hijas de Isabel siguieron la línea estética de sus padres, dando una gran homogeneidad a la imagen de la familia real.

Pese a la modestia que pretende transmitir el vestuario a la española, las telas y los adornos eran de calidades excepcionales, un refinamiento que aún siendo igual de costoso se presentaba con contención y sin estridencias.
El negro filipino se vio acompañado de otro elemento característico que acabó por perfilar el “traje a la española”, el cuello en lechuguilla. Esta prenda que usaron tanto los hombres como las mujeres, comenzó de una manera más modesta mediante pliegues y frunces de encaje con bordados, para ir creciendo en tamaño y presencia.

La opción estética de Felipe II directamente se asoció a los principios de la Monarquía Hispánica, denotando sobriedad y un espíritu contrario a la ostentación. El color negro parece muy apropiado para un rey celoso de sus apariciones públicas, un verdadero erudito y un defensor de la religión católica, cuya indumentaria estaba asociada en múltiples ocasiones a este color.
Los Habsburgo habían creado tendencia, la cual se extendió rápidamente por toda la corte de la Monarquía Hispánica. Ésta se conformaba por centenares de personas claramente jerarquizadas, desde los nobles hasta aquellos que desempeñaban los oficios necesarios para el funcionamiento y mantenimiento de todo el aparato. La cercanía y el acceso al regente marcaba las diferencias entre ellos, y solamente los más acomodados pudieron retratarse. Lo hicieron imitando la imagen real en un intento de reflejar un atisbo del poder regio. Médicos, artistas, escritores, nobles…, se retrataron en riguroso negro a imagen y semejanza del rey prudente Felipe II.

LA APORTACIÓN FUNDAMENTAL DEL NUEVO MUNDO
El proceso de tintado de tejidos en color negro era complicado, además de proporcionar unos resultados no del todo satisfactorios. Las plantas ricas en tanino se mezclaban con sulfato de hierro, lo que provocaba mucha corrosión en las fibras y volvía los tejidos ásperos. Además, la tonalidad obtenida no lograba un negro intenso, sino uno parduzco.
Otro proceso consistía en superponer diferentes colores hasta lograr el negro, que tampoco presentaba la intensidad deseada. Además, los malos olores provocados por el proceso de tintado hacían que su elaboración fuera complicada y costosa, por lo que el negro se asoció a la gente acomodada.
Sin embargo, todo esto iba a cambiar a mediados del siglo XVI, durante el reinado de Felipe II, con un descubrimiento del Nuevo Mundo. Y es que Marcos de Ayala Trujeque, descubrió durante sus experimentos con árboles, plantas y hierbas, en la península del Yucatán, una propiedad del Palo Campeche que iba a revolucionar el tintado en negro. Las astillas de esta madera se hervían y se dejaban fermentar. Aunque el proceso de tintado duraba entre cinco y seis días, éste simplificaba considerablemente los métodos anteriores. Se logró obtener una bella e intensa tonalidad a la que se denominó “ala de cuervo”.

En 1575 se registró el primer barco cargado con Palo Campeche con destino a España, aunque la exportación de esa madera había comenzado ya años atrás. El Palo Campeche entró a formar parte de las selectos tintes importados desde América, tales como cochinilla, palo de Brasil y añil, proporcionando enormes ganancias a las arcas españolas. A finales del siglo XVI el Palo Campeche se exportaba regularmente desde España a los puertos europeos, lo que favoreció la difusión del traje a la española en las diversas cortes. En los territorios flamencos, gobernados entonces por la Corona , proliferó el color negro en la vestimenta gracias al gusto de la opulenta burguesía por los tejidos más lujosos y brillantes. Además, príncipes europeos como Francesco María II della Rovere o Rodolfo II, entre otros, compartieron el gusto por el negro, retratándose como hombres de poder ataviados con este color.

El color negro, uno de los que más costaba reproducir en sus bellas tonalidades, la suma de todos los colores, se había establecido en Europa como el color de la elegancia contenida asociada al poder. En un próximo capítulo, veremos si la Casa Habsburgo procuró continuidad a esta tendencia y si ésta siguió influyendo en las cortes europeas.