Reflexionando estos días de confinamiento obligatorio por el covid-19, sobre las diferencias en los espacios habitacionales y la vida en aislamiento, no he podido evitar pensar en la vida monacal y los espacios pensados para la misma. Por ello, os invito a realizar un paseo por … un monasterio cisterciense.
El monasterio es un microcosmos autosuficiente en el que varios monjes y conversos viven aislados del mundo exterior. Es una pequeña unidad en la que cada persona y construcción tiene su propia finalidad dentro del conjunto, engranándose todas las piezas para un correcto funcionamiento del mismo.
La orden del Cister surge como reacción a la relajación en el cumplimiento de las normas de la Regla de San Benito que promulgaban los monasterios benedictinos. Así, en 1098, Roberto de Molesmes, junto con otros compañeros, se trasladan al bosque inhóspito de Cister, en Borgoña, y fundan una abadía en el cumplimiento estricto de dicha regla. No obstante, quien realmente impulsó la Orden radicalizándola fue el teórico Bernardo de Claraval, cuyo ascetismo influyó notablemente en la forma de entender la arquitectura cisterciense. Es el momento de la vuelta a la soledad, el silencio y el trabajo (ora et labora).
De esta forma, los cistercienses al renegar de la opulencia y de la riqueza, provocan que la arquitectura se libre de toda su ornamentación, presentándose a sí misma sin artificios superfluos. Ello acarrea como consecuencia que el rico programa iconográfico de la pintura y escultura románica desaparezca. Resulta el adiós de las imágenes.
Esta pérdida podría ser un problema en una sociedad en la que la mayor parte de la población era analfabeta y se servía de las imágenes en las iglesias para adoctrinar al pueblo. Pero como hemos mencionado anteriormente, el monasterio era un submundo totalmente aislado del exterior, por lo que el programa iconográfico de la escultura y la pintura asociadas a la arquitectura se muestra como un elemento meramente decorativo, perdiendo su factor doctrinal, innecesario para los moradores de los monasterios.
Por todo ello, la arquitectura se presenta a sí misma, en plenitud de su estructura, monumental, sin imágenes que expliquen su razón de ser. Es la propia arquitectura la que se encuentra plagada de simbolismos y significados de lo divino.
La estructura cumple una función clara, la de generar un espacio interior recogido, aislado y espiritual, con vanos que permiten la entrada de luz natural sin artificios.

Toda esta revisión doctrinal en favor de la observancia estricta de la Regla, favoreció que se pudiera generar un patrón arquitectónico para las numerosas abadías que se fueron fundando a continuación. Se generó un modelo arquitectónico cerrado y válido para ser implantado en cualquier lugar que presentara las condiciones primarias básicas, un lugar alejado de la civilización, con una orografía favorable y con presencia de agua cercana. El agua fue un elemento fundamental para los cistercienses, no solamente por su evidente utilidad, sino como símbolo de purificación ante Dios. Si estas condiciones se cumplían se podía comenzar a construir el conjunto, rodeándolo de una cerca que lo separara y aislara del mundo exterior, además de servir como posible defensa en caso necesario.
En este punto, debemos señalar que la Orden del Cister tuvo una gran difusión en España, fundándose primeramente el monasterio de Fitero, en Navarra, en1140. Además, la situación bélica en la península ibérica provocó que la construcción de monasterios se empleara como herramienta para la cristianización y como incentivo para la repoblación de tierras conquistadas, destacando como ejemplos el monasterio de Poblet, en Tarragona, y el de Monsalud de Córcoles, en Guadalajara.
Este modelo preciso y repetitivo se distribuye en planta de la forma que muestra la imagen a continuación, realizándose las construcciones primeramente en materiales perecederos, que fueron posteriormente sustituidos por fábrica sobria.

La planta del monasterio presenta un esquema organizativo de pura funcionalidad, presentando cuatro claras áreas diferenciadas: la iglesia, el claustro, la zona destinada a los monjes y la zona destinada a los conversos. La iglesia se orientaba según el eje este-oeste, situándose la cabecera en el este, de tal forma que la luz del amanecer iluminara el altar mayor, simbolizando a Cristo. Se procuraba construir la iglesia en el punto más alto.
El claustro se adosaba a la iglesia generalmente en su lado meridional, con el fin de proteger dicho espacio del frío invernal. En la panda este del claustro se ubicaban las estancias dependientes del monacato, mientras que la panda oeste se destinaba a albergar las estancias de los conversos y los almacenes. En el ala contraria a la iglesia se ubicaba el refectorio y sus dependencias asociadas.
El complejo rodeado por una cerca o murete se completaba con otras construcciones necesarias para la autosuficiencia como molinos, establos, almacenes …
Trataremos ahora de analizar someramente las pequeñas piezas que componen la construcción principal del complejo monacal. Para ayudar al lector usaremos la misma nomenclatura empleada en el esquema de planta de la imagen:
- Iglesia: Es el espacio principal del monasterio, su corazón y motor. En ella pasaban la mayor parte de las horas los monjes, orando y cantando. Su acceso estaba limitado a los monjes, novicios, conversos y personal de servicios, permitiendo ocasionalmente el acceso a huéspedes habilitando una capilla.
La iglesia tipo cisterciense consta de nártex, tres naves con coro de monjes, coro de conversos y coro de enfermos, amplio transepto y cabecera recta con capillas y presbiterio elevados. El espacio se cubría mediante bóvedas y carecía de decoración alguna.
Los monjes tenía acceso directo a la iglesia a través de unas escaleras desde el dormitorio de la planta primera o directamente desde el claustro. Mientras que los conversos accedían a la iglesia tras el nártex a través de la calle de los conversos.

- Sacristía: Pequeño espacio asociado directamente a la iglesia cubierto por bóveda de cañón.
Contaba con armarios y nichos para la guarda de objetos, así como con pequeñas piscinas en las que el sacristán quemaba las telas de la unción de los óleos a los moribundos y recogían el agua del lavado de vasos y ornamentos sagrados. - Biblioteca
- Sala capitular: Espacio abierto directamente al claustro, en el que los cistercienses se permitían un mayor esmero en su decoración dada la importancia de sus funciones.
El espacio estaba destinado a la reunión de los monjes con el abad, recordando las estipulaciones de la Regla y conversando sobre asuntos que atañían al monasterio.
Era común su forma de palmera cubierta de bóveda de crucería con anchos nervios que arrancan a poca altura del suelo. Los monjes se sentaban en un banco corrido adosado a la pared. - Auditorium: También denominado locutorio.Era el espacio en el que el abad repartía las tareas diarias a los monjes. El espacio se cubría mediante bóveda de cañón y se accedía al mismo a través del claustro.
- Scriptorium: Espacio destinado al trabajo de los monjes.

- Sala de novicios
- Letrinas: Se levantaban sobre el curso del agua, el cual se aprovechaba para el suministro de aguas y evacuación de aguas sucias.
- Caldarium: Era el espacio donde se ubicaba el hogar y al que acudían los monjes para calentarse y realizar diversas labores.
- Refectorio: Gran sala destinada a comedor para los monjes, cuyo desarrollo es perpendicular al claustro, de tal forma que se pudiera ampliar si las necesidades así lo requerían.
La estancia se iluminaba por ventanales, las mesas se instalaban paralelas a los muros longitudinales, exceptuando la del abad que se colocaba perpendicularmente en la cabecera. A mitad de sala se construía un púlpito desde el que un monje realizaba la lectura mientras el resto comían.
El refectorio tenía comunicación directa con la cocina mediante puerta o pasaplatos. - Claustro: Es el espacio central del complejo, aquel que organiza el espacio y estructura el monasterio. Estaba destinado a la oración, reflexión y lectura mientras se recorría, siempre en silencio.
Presenta planta cuadrada con cuatro galerías abovedadas abiertas al patio mediante sendas arcadas apoyadas en muretes a media altura. Su morfología permitía la rápida circulación entre los espacios principales del complejo.
En el patio se instalaba una fuente, reflejo de la importancia que los cistercienses otorgaban al agua con todo su simbolismo. La fuente generalmente se enfrentaba al refectorio.

- Cocina
- Calle de los conversos: Corredor que discurre paralelo a la galería del claustro y permite la deambulación de los conversos a la iglesia sin perturbar los espacios de los monjes.
- Cilla: Almacén para la guarda de provisiones del monasterio. Contaba con un acceso para carros desde el exterior.
- Refectorio de los conversos: Comedor de los conversos.
Todas estas dependencias configuraban el núcleo principal del monasterio en planta baja, ubicándose el dormitorio de los mojes y el dormitorio de los conversos en la planta primera de sus respectivas alas. El dormitorio de monjes se componía de una sala diáfana iluminada por ventanales y techada por madera que permitía una mayor economía y menor peso. Únicamente el abad contaba con dependencias propias.

Además del edificio principal, existían otras construcciones externas imprescindibles dentro del conjunto. Entre ellas se encuentra la enfermería, granjas, molinos, noviciado, compases, hospederías, hospitales…
Mediante estas letras, esperamos que el lector haya podido trasladarse al siglo XII y pasear por los diferentes espacios que componen un monasterio cisterciense tipo y reflexionar sobre lo que significa aislamiento y confinamiento.